Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

sábado, noviembre 30

El chorro del lago Leman



(Leído en la columna de Paulo Coelho en el XLSemanal del 6 de abril de 2008)

[…] en una ciudad se decidió crear un monumento que· nunca fuese el mismo, que pudiese desaparecer todas las noches y reaparecer por las mañanas y que se transformase durante todos los minutos del día, según la fuerza del viento o la incidencia de los rayos del sol. Cuenta la leyenda que la idea se le ocurrió a un niño, justo en el momento de... ir a hacer pis. Cuando terminó, le contó a su padre que el lugar donde vivían estaría protegido de invasores si pudiese contar con una escultura que pudiese desaparecer antes de que éstos se aproximasen. El padre fue a conversar con los consejeros del lugar, y éstos, a pesar de haber adoptado el protestantismo como religión oficial y de considerar como mera superstición todo lo que escapase de la lógica, terminaron por seguir el consejo.

Hay otra historia que dice que, debido a que un río se encontraba con un lago provocando una corriente muy fuerte, en ese lugar se construyó una presa hidroeléctrica; pero cuando los trabajadores regresabab a sus casas y cerraban las válvulas, la presión era muy grande, y las turbinas terminaban explotando. Hasta que un ingeniero tuvo la idea de situar allí una fuente, de manera que e! exceso de agua tuviese por donde escapar.

Con el tiempo, la ingeniería resolvió el problema, y la fuente dejó de ser necesaria. Pero, quizá recordando la leyenda del niño mencionado antes, los habitantes de aquel lugar decidieron conservarla. La ciudad ya tenía muchas fuentes, y ésta iba a encontrarse en el medio de un lago... ¿Cómo podría hacerse visible?

Fue de esta manera como nació el monumento mutante. Se instalaron poderosas bombas, y hoy en día puede verse un chorro de agua fortísimo, arrojando al cielo quinientos litros por segundo a doscientos kilómetros por hora. Dicen, y yo he podido comprobarlo, que resulta visible incluso desde un avión que vuele a diez mil metros de altura. No tiene ningún nombre en particular; lo llaman justamente 'Chorro de Agua', símbolo de la ciudad de Ginebra (donde no faltan esculturas de hombres a caballo, mujeres heroicas o niños solitarios). […]

viernes, noviembre 29

La revolución del tiempo y el espacio



(Un texto de Antonio López Maroto en la revista Época del 18 de abril de 2010, complementario al de ayer)

En nuestra experiencia cotidiana estamos acostumbrados a encontrarnos con dos tipos de cantidades. Unas son absolutas, es decir, tiene el mismo valor para todos los observadores y otras, sin embargo, dependen de quién las esté midiendo. Así, por ejemplo, un viaje en AVE de Madrid a Barcelona dura lo mismo para e! pasajero sentado en e! tren que para la persona que nos espera en la estación. El tiempo nos parece absoluto. Sin embargo, aunque el tren se mueva con respecto al suelo a 300 km/h, no lo hace respecto al pasajero que va sentado en su interior. Es decir, la velocidad de un objeto es relativa, depende del observador. 

En 1905, Albert Einstein, se planteó este dilema con respecto a una magnitud muy particular: ¿es la velocidad de la luz relativa o absoluta? Sorprendentemente, en contra de lo que nuestra intuición cotidiana nos enseña, Einstein propuso que la velocidad de la luz debería ser la misma para todos los observadores. Para que esto pueda ser así se necesita algo aún más sorprendente y es que el tiempo (y el espacio) sean relativos. Esto es, el ritmo de avance de un reloj debería depender de la velocidad del observador. Así, en realidad, e! trayecto en AVE no dura lo mismo para el que viaje que para el que se queda en tierra. A pesar de que estas diferencias de tiempo son minúsculas (menos de un nanosegundo en el recorrido Madrid Barcelona), se han podido medir en otras muchas situaciones y, hoy en día, la Teoría de la Relatividad Especial se comprueba rutinariamente en aceleradores de partículas como el LHC.

Con la Teoría de Relatividad Especial, nuestras ideas de espacio y tiempo absolutos e inmutables quedaron obsoletas y comenzó a hablarse de un nuevo concepto, el del continuo espacio-temporal. Sin embargo, ésta no sería la última contribución de Einstein en este campo. En 1915, planteó una posibilidad aún más revolucionaria sobre la naturaleza del espacio-tiempo y es que éste podría ser dinámico. El espacio y e! tiempo no formarían simplemente un marco estático que contiene a los objetos y en el que tienen lugar los acontecimientos, sino que la materia y la energía contenidas en él determinarían la forma del propio espacio-tiempo. Así, por ejemplo, la masa de los objetos curvaría el espacio y cambiaría el ritmo al que avanzan los relojes. Esta nueva teoría, bautizada como Teoría General de la Relatividad, también ha sido comprobada en múltiples ocasiones y, como ejemplo, el sistema de localización GPS tiene en cuenta los efectos del campo gravitatorio terrestre en la sincronización de sus relojes.

Los cuerpos muy masivos pueden llegar a generar curvaturas tan extremas que ningún objeto o señal podría escapar de sus proximidades, es lo que se conoce como agujero negro. Vanos de estos objetos han sido detectados hasta la fecha y, de hecho, se piensa que un agujero negro super-masivo se encuentra localizado en el centro de nuestra galaxia.

A pesar de los éxitos cosechados por la Teoría de Relatividad General a la escala del Sistema Solar, en los últimos  años, nuevas observaciones astrofísicas y cosmológicas han comenzado a plantear dudas sobre la validez de la teoría a distancias mucho mayores. En concreto, el llamado problema de la materia oscura galáctica y, sobre todo,  el descubrimiento en 1998 de que el universo no sólo se expande, como predice la Teoría, sino que lo hace de forma acelerada, parecen sugerir algún tipo de modificación de la Relatividad General. En concreto, la vieja idea del propio Einstein de introducir una nueva constante en la Teoría, la llamada constante cosmológica, podría dar cuenta de la expansión acelerada. Éstas son cuestiones todavía por resolver. Seguramente el futuro aún nos depara muchas sorpresas.

jueves, noviembre 28

Einstein



(Un artículo de Belén Lorenzana en la revista Época del 18 de abril de 2010)

Cuenta la leyenda que Einstein iba tan por delante de su tiempo que ni siquiera el profesor encargado de valorar sus méritos, previo a la concesión del Premio Nobel, fue capaz de entender su innovadora Teoría de la Relatividad. Albert Einstein fue, quizá, el más incuestionable merecedor de este prestigioso galardón. Sin embargo, y aunque hoy nos resulte inconcebible, lo que motivó el reconocimiento no fue su obra maestra, la que cambiaría el rumbo de la Física para siempre, sino sus "investigaciones en el campo de la física teórica y su descubrimiento de las leyes sobre el efecto fotoeléctrico".

De cualquier manera, lo que sí es cierto es que sus propuestas fueron todo un desafío para la época y resultaron objeto de no pocas controversias. La comunidad científica se dividió entre defensores y detractores de la relatividad, algunos de los cuales, como los también premios Nobel Johannes Stark y Philipp Lenard -simpatizantes nazis-, motivados por cuestiones que nada tenían que ver con la ciencia, sino por el origen judío del genio alemán.

Cuando Einstein recibió el Nobel en 1921 ya era el físico más famoso del mundo. Sus teorías revolucionarias habían puesto patas arriba las leyes de la mecánica newtoniana y abrían nuevas y apasionantes perspectivas. Durante el año 1905, conocido como Annus Mirabilis (año extraordinario, en latín), no sólo concluiría su tesis doctoral sobre dimensiones moleculares. Mientras trabajaba en la Oficina de Patentes de Berna publicó cuatro de sus trabajos fundamentales: el movimiento browniano -por el que logró otro doctorado en la Universidad de Zúrich-, el efecto fotoeléctrico -directo al Nobel-, la Relatividad Especial y, como consecuencia lógica de ésta, la equivalencia masa-energía que dio al mundo su famosa fórmula E=mc2.

La Teoría de la Relatividad Especial ya estaba llamando a la puerta a comienzos del siglo XX. Algunos expertos opinan que de no haber sido Einstein, algún otro brillante científico de la época -fue contemporáneo de algunas de las mentes más privilegiadas, como De Boglie, Bohr, PIanck o Marie Curie- hubiera dado con ella. De hecho, fueron sin duda precursores el francés Henri Poincaré y el holandés Hendrik Lorentz -a quien Einstein profesaba una gran admiración: "Admiro a este hombre como a ningún otro", afirmaría, "hasta diría que le quiero"-, así como los norteamericanos Michelson y Morley, que en 1887 habían realizado un célebre experimento que demostraba la constancia de la velocidad de la luz.

Se ha especulado, además, sobre la participación de Mileva Maric, la primera mujer de Einstein, en el desarrollo de esta teoría. Se conocieron a principios de siglo, durante los años universitarios en el prestigioso Instituto Politécnico Federal Suizo (ETH), en Zúrich.

Mileva, de origen serbio, era la única mujer estudiante de Física y gozaba de una deslumbrante inteligencia que obnubiló a Einstein. En seguida vivieron juntos. Tuvieron una hija, Lieserl, de la que se desconoce su paradero pues, parece ser, fue entregada en adopción. Después de casados, engendraron dos varones. Pero, con el tiempo, la pareja perfecta se desgastó. La genialidad de Einstein no encajaba con la vida familiar y, tras 16 años de matrimonio, se divorciaron. El científico se casó de nuevo a los pocos meses con su prima EIsa Lowenthal, que había cuidado de él durante la grave enfermedad que le causó el sobreesfuerzo de la Teoría de la Relatividad General. Y es que, tras el éxito de la Especial, la obsesión de Einstein era ampliar sus fundamentos al campo gravitacional. En 1915 presentó sus insólitos resultados ante la Academia de Ciencias de Prusia. Parecía ciencia ficción, pero en seguida aquellas complejas deducciones matemáticas pudieron ponerse en práctica y confirmar sus predicciones. El astrofísico británico Arthur Eddington las certificó, en 1919, midiendo la desviación de la luz de una estrella durante un eclipse. Y la imagen de Einstein dio la vuelta al mundo.

Esta popularidad creciente no buscada por el científico le sirvió, no obstante, para ejercer influencia en las cuestiones políticas e ideológicas que le preocuparon, fundamentalmente el pacifismo y el sionismo. Fue miembro destacado del Partido Democrático Alemán en el período de entreguerras y, tras la Segunda Guerra Mundial, ya como ciudadano norteamericano, fue propuesto para la presidencia de Israel, tras la muerte de su gran amigo Chaim Weizmann, primer mandatario del naciente país.

Su implicación en el desarrollo de la bomba atómica -con su famosa carta a RooseveIt- le atormentó hasta el final de sus días. Un aneurisma de la aorta abdominal terminó con la vida del genio en el Hospital de Princeton, Nueva Jersey, el 18 de abril de 1955. No pudo concluir sus dos sueños: unificar las leyes de la Física en una Teoría Universal y a las personas en un gobierno mundial. En armonía y solidaridad; como el Universo.

miércoles, noviembre 27

Las casualidades que cambiaron el mundo



(Un texto de Gonzalo Ugidos publicado en el suplemento dominical de El Mundo del 27 de octubre de 2013)

El nuevo libro de Gonzalo Ugidos, Chiripas le la historia (La Esfera de los Libros), es una antología de los imprevistos que han forjado el destino de la Humanidad. El autor repasa […] las curiosas biografías de los personajes que cambiaron el mundo y las chambas más relevantes de la ciencia.

Lo previsible es que no pase lo que habíamos previsto, que lo que esperarnos no sea lo que nos espera. El origen de la vida es la Gran Casualidad, la madre de todas las casualidades, que ha determinado la Historia de los hombres. Esta fue la secuencia de chiripas que nos trajeron al mundo: algunas moléculas caídas del cielo se instalaron en las lagunas primigenias e inventaron la vida. Aquella Tierra primitiva se benefició de la cercanía del Sol. Estaba a la distancia adecuada, lo bastante cerca para recibir los rayos infrarrojos y ultravioletas capaces de provocar reacciones químicas, aunque lo bastante lejos para que no ardiera todo. Esta distancia adecuada es una manera de hablar de la absoluta casualidad.

Estimulo para el progreso. Martín Lutero padecía estreñimiento crónico y estaba convencido de que el demonio se alojaba en sus intestinos. En cada evacuación realizaba una especie de exorcismo en el que echaba mano de toda su energía para expeler al maligno. La astricción del monje alemán lo convirtió en un joven airado que veía al diablo por todos lados. Si Lutero hubiera tomado más fibra y le hubieran funcionado los intestinos como Dios manda, las guerras de religión no habrían perturbado Europa. Pero también la Humanidad habría perdido un decisivo estímulo para su progreso. Satanás en el vientre de Lutero le inspiró la Reforma que incubó la ética protestante que, a su vez, fue el motor del capitalismo.

Destino real. La casualidad es como un pato nadando: lo que ves es aparente inmovilidad, pero debajo del agua no para de mover las patas. La reina Victoria reinó durante 63 años, siete meses y dos días. Ni su reinado ni sus descendientes habrían existido si, cuando tenía siete meses, su cuna hubiera estado dos centímetros más cerca de la ventana. Era el día de Navidad de 1819 y la bebé Victoria estaba en una mansión llamada Woolbrook Cottage. Un chico estaba cazando pájaros y uno de sus disparos rompió la ventana de la habitación donde dormía la princesa. La bala silbó tan cerca de su cabeza que levantó la colcha de la cuna. En su larga vida como reina, Victoria sufrió siete atentados. De todos salió ilesa. Unos nacen estrellados y otros con estrella. La reina Victoria nació con un firmamento entero. Era hija del príncipe Eduardo, cuarto hijo de Jorge III. Tanto el príncipe como el rey murieron en 1820. Tras la muerte sin descendencia legítima de los tíos, Victoria heredó el trono a los 18 años. De chamba, vaya.

Grandes errores. El escritor Horace Walpole acuñó la palabra serendipia para referirse a los descubrimientos por accidente. La serendipia es la madre de cientos de descubrimientos. Colón, por ejemplo, descubrió un nuevo continente por un error que se convirtió en bendito azar, su valoración incorrecta del tamaño del mundo le permitió desembarcar en América. La casualidad dibuja a veces resplandores paradójicos. Un día, un estudiante de Harvard debía tomar el tren para viajar hasta la ciudad donde vivían sus padres. Cuando llegó a la estación, tropezó y cayó a las vías. Fue rescatado por un actor que iba camino de Filadelfia para visitar a su hermana. El estudiante se llamaba Robert Lincoln, y el actor era Edwin Booth, el hermano de John Wilkes Booth, quien en 1865 asesinaría al padre del estudiante, el presidente Abraham Lincoln.

Hitos científicos. Por casualidad descubrió Arquímedes su Principio y Fleming la penicilina; pero en la colección de hitos científicos casuales hay otros descubrimientos colosales como el estetoscopio. En 1816 el médico francés René Laennec se encontró ante una paciente que sufría una afección cardiaca, era joven y estaba de toma pan y moja. Por pudor, Laennec no podía recurrir al sistema habitual de exploración; o sea, pegar su oreja al pecho desnudo de la mujer. Y menos aún palparlo con sus manos. Improvisó un canutillo con un periódico y se quedó atónito al comprobar que amplificaba el sonido.

La vida es una concatenación de azares y uno de sus más fascinantes misterios es el éxito. Hablamos de las circunstancias, de la suerte, del talento, de la astucia, pero a menudo se trata de chiripa. Hollywood es la Meca del cine por una moneda lanzada al aire. Rock Hudson era cartero cuando lo descubrió un agente al entregarle una carta. Si el destino existe, solo puede ser un nido al que vuelan las casualidades.

martes, noviembre 26

¿Gasóleo o gasoil?



(Un texto de Pancracio Celdrán en el XLSemanal del 28 de noviembre de 2010)

Se propone el término 'gasóleo', que, aunque no acaba de imponerse, sí lo ha hecho al menos en el lenguaje de la Administración. La ventaja de 'gasóleo' sobre 'gasoil' estriba en que es forma más afín a la fonética castellana, mientras que 'gasoil' está directamente relacionada con el inglés oil = aceite. En cualquier caso, quien prefiera 'gasoil' deberá escribirlo todo junto, no gas oil, como en inglés.

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