Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

jueves, diciembre 31

Abominales

(Leído en el Mujer de Hoy del 23 de agosto de 2014)

1. Corrige tu postura. Muchas mujeres llevan la pelvis y los hombros hacia adelante, y así le sale tripa a cualquiera. “Si unimos mal tono muscular y malos hábitos posturales, el resultado es un desastre”, dice Carlos Bernardos, director técnico de centros GO fit.

2. Combina disciplinas. Seguro que has oído hablar de los abdominales hipopresivos para afinar la cintura. Tanto estos como los clásicos "tienes que acompañarlos de ejercicios para otros músculos de la zona”, explica.

3. Apunta esta tabla. Para ejercitar el músculo transverso, túmbate boca arriba con las rodillas dobladas, bascula la pelvis y contrae hacia adentro y hacia arriba. Para las lumbares, de pie, haz flexiones de tronco para tocar la punta de los pies. Y para el resto, tumbada boca abajo y apoyándote sobre codos y pies, mantén la posición con el abdomen tenso.

Presuntos implicados
Aunque hablemos de abdominales, no son los músculos más importantes de la zona. “Son los que se ven, pero hay una musculatura profunda más importante para el equilibrio y la recuperación después del parto: el suelo pélvico, los transversos, los oblicuos, los lumbares... A la hora de ejercitarnos, no podemos olvidarlos”, afirma Carlos Bernardos.

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miércoles, diciembre 30

No pasa nada



(Leído en un texto de Luis Algorri en la revista Tiempo del 29 de mayo de 2015)

Es cosa sabida que el rey Luis XVI de Francia llevaba un diario. El hombre no es que fuese un genio de la literatura (los textos que hacía eran cortísimos y helados, más bien parecían asientos contables) y desde luego tampoco demostró una perspicacia ni una visión de su tiempo dignas de admiración. El 14 de julio de 1789, por ejemplo, mojó la pluma y escribió una sola línea: “Hoy, nada”.

Total, no iba a perder el tiempo explicando que aquel día unos cuantos chiflados habían tenido la ocurrencia de tomar al asalto la cárcel de La Bastilla. Pero aquel “nada” dio principio a la Revolución Francesa que, apenas cuatro años después, depositaría la mofletuda cabeza del rey en un cesto. Entre otros acontecimientos también de escasa importancia.

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martes, diciembre 29

Tierras de leyenda



(Un texto de E. Font en el XLSemanal del 22 de diciembre de 2013)

Umberto Eco nos lleva de viaje por tierras llenas de ensueño y enigmas: la Atlántida, Jauja, Ávalon, Camelot, Saba... Su […] libro, 'Historia de las tierras y los lugares legendarios', es un prodigioso recorrido por espacios míticos que, incluso sin haber existido nunca, son parte de la historia de la humanidad.

LA ATLÁNTIDA: El continente perdido

Es la tierra que más ha hecho fantasear a filósofos y científicos, sobre todo porque la leyenda se refuerza, entre algunos, con la convicción de que existió un continente que se hundió en el mar. En 1915, Alfred Wegener formuló la teoría de la deriva de los continentes, y en la actualidad se considera que hace 225 millones de años el conjunto de las superficies terrestres constituía un solo territorio: Pangea. Y en el curso de su escisión podrían haber surgido y desaparecido muchas Atlántidas.

Fue Heródoto, en el siglo V antes de Cristo, el primero en hablar de la Atlántida y en mencionar a los atlantes como pueblos del norte de África. Él la sitúa más allá de las Columnas de Hércules (hacia el estrecho de Gibraltar). Allí había, según él, una isla más grande que Libia y Asia juntas. Una gran potencia con la que Atenas guerreó antes de que un «violento terremoto y un diluvio extraordinario» la sepultaran en el mar. Francisco López de Gómara introdujo en 1554 un cambio radical en la narración, al aventurar que los habitantes de la tierra sumergida eran los aztecas. Francis Bacon, en 1627, diría que América misma era la Atlántida.

Y, a partir de ahí, las teorías se dispararon. Bartolomé de las Casas (1551) la relacionó con las tribus perdidas de Israel; el padre Athanasius Kircher (1665), que nos ha dejado el mapa más famoso de la isla, la situaba cerca de donde hoy se encuentran las Canarias; y Olaus Rudbeck (1679-1702), rector de la Universidad de Uppsala, la situó en Suecia, adonde se habría trasladado Atlas, nieto de Noé. Rudbeck inauguraba así la celebración de los hiperbóreos como pueblo elegido, que más tarde dio lugar a numerosos mitos del poder ario.

En el siglo pasado se buscaron las ruinas de la Atlántida en Tartesos (ciudad ibérica desaparecida de la que hablan la Biblia y Heródoto) y en el Sáhara. Se creía que los bereberes del Atlas, de piel blanca, ojos azules y cabellos rubios, eran los supervivientes de la Atlántida. Lo único seguro es que, si existió alguna vez, el mar se la tragó sin dejar rastro.

AVALÓN: En busca del grial y Camelot

¿Qué era el grial? Al parecer, era un vaso, un cáliz o un plato (en varios textos se lo llama gradale, un plato o escudilla para contener alimentos refinados). Este plato o escudilla podía haber contenido la sangre derramada por Jesucristo en la cruz, o bien ser la copa que utilizó el Señor en la última cena. Otras veces se ha sugerido que el grial fue la lanza con la que Longinos hirió al Señor en el costado mientras estaba colgado en la cruz. En cualquiera de los casos, a partir del siglo XIII y de los escritos del poeta francés Robert de Boron, el grial estaría en la legendaria Ávalon. Y los caballeros de la tabla redonda, como Perceval, Lancelot, Galaad y otros, emprenderán su búsqueda.

¿Pero dónde está la legendaria ciudad de Ávalon? La tradición la identifica con Glastonbury, en Somerset (Inglaterra). Una de las razones para ello es que en 1191, en las cercanías de la vieja iglesia, los monjes encontraron una piedra con la siguiente inscripción: «Aquí yace el famoso rey Arturo, con su segunda mujer, Ginebra, en la isla de Ávalon». Como reza una lápida que todavía se puede ver en el lugar, en 1278 los restos mortales de Arturo y Ginebra fueron enterrados en el interior de la abadía, en presencia del rey Eduardo I, y desaparecieron con la destrucción del templo en 1539. En efecto, en el siglo XII Robert de Boron escribe que Arturo, profundamente abatido por la traición de su mujer Ginebra y la muerte del amado Galván, cae herido de muerte en su último combate, pero que no muere, sino que manda que lo lleven a Ávalon para que su hermanastra Morgana le cure las heridas. Prometió volver, pero ya no se supo más de él. En cualquier caso, si se retiró a Glastonbury, nadie podrá rezar ya sobre su tumba.

¿Y dónde estaba el palacio de Camelot? Ausente en los primeros textos del ciclo artúrico, el nombre aparece en las novelas francesas del siglo XII (lo cita por primera vez Chrétien de Troyes en El caballero de la carreta). Robert de Boron habla de que el reino artúrico está en Logres, pero en galés ‘Lloegr’ es un nombre de origen incierto que significa Inglaterra en general. Luego, poco a poco, va apareciendo el nombre de Camelot, y por ejemplo Thomas Malory lo cita repetidas veces en La muerte de Arturo. Un pasaje de este texto hace pensar en Winchester, y, efectivamente, en Winchester se expone en el Grand Hall una tabla redonda que, según una reciente datación hecha con carbono 14, fue construida con árboles cortados en el siglo XIII (y que en su forma actual fue pintada de nuevo entre los siglos XV-XVI). Sin embargo, Caxton, el editor de La muerte de Arturo, se inclinaba por situar Camelot en Gales.

Su ubicación real, incluso para los devotos del grial, es más imprecisa que la de Ávalon, pero en la imaginación popular ha arraigado la imagen de un Camelot fabuloso difundida por la industria cinematográfica y televisiva, que ha creado infinitas historias sobre el palacio de Arturo, desde el Parsifal, de 1904, al musical Camelot, de 1960, y hasta hoy mismo.

JAUJA: El reino de la abundancia

En ciertas leyendas, el paraíso terrenal adopta una forma totalmente materialista: el País de Jauja. El nombre aparece por primera vez en un poemilla del siglo X, pero la composición más antigua que ha llegado hasta hoy es del siglo XIII, en el que el autor dice haber viajado, por encargo del Papa, al País de Jauja, donde aparecen todas las maravillas que luego se repiten. En El perro de Diógenes, de Francesco Fulvio Frugoni (1687), la isla de Jauja está situada en el mar del Calducho, «envuelta en una niebla blanca que parecía cuajada. [...] Corren ríos de leche y manan fuentes de moscatel, malvasía y vino dulce. Los montes son de queso y los valles, de mascarpone. De los árboles cuelgan marzolinos y mortadelas».

La tradición es imprecisa respecto a la ubicación. La tierra de Bengodi, la Jauja que se describe en El decamerón, donde se atan los perros con longanizas, está situada en «el país de los vascos». En un drama religioso germano, el Schlaraffenland -nombre alemán de este país feliz- se encuentra entre Viena y Praga. En un poemilla inglés aparece en medio del mar, al oeste de España. Ahí se dice, además, que Jauja es mejor que el Paraíso, donde para comer solo hay fruta y para beber, solamente agua. Y es que la leyenda de Jauja no nace en ambientes místicos, sino entre las masas populares que padecen un hambre secular.

EL INTERIOR DEL PLANETA: El territorio de los muertos

¿Qué ocurre en el corazón de la Tierra? Las tradiciones antiguas imaginan que, si se penetra en él, se entra en el reino de los muertos. Así era el Hades en Homero o Virgilio, el Infierno de Dante y el de muchas visiones del más allá anteriores.

Penetrar en el corazón del planeta, bajo la corteza terrestre, es algo que siempre ha atraído a los humanos, y hay quien ha querido ver en esta pasión un deseo de regresar al útero materno.

La primera hipótesis de una Tierra hueca la formuló el científico Edmund Halley, el que dio nombre al cometa. Este astrónomo inglés del XVIII creía que el planeta estaba constituido por tres esferas concéntricas, que no se comunicaban entre sí, y por un núcleo caliente, también esférico, situado en el centro del sistema. En adelante y tomando en más de un caso sus teorías, se escribieron muchas, demasiadas, novelas en torno a lo que había en las entrañas del planeta, desde Edgar Rice Burroughs a Julio Verne, que la imaginó hueca y llena de animales prehistóricos. Pero ni el concepto de una Tierra llena de agujeros como una manzana podrida ni el de una Tierra hueca se sostienen. En efecto, unos pocos kilómetros por debajo de la superficie terrestre se entra en una zona donde el calor y la presión hacen que la roca sea maleable, de modo que cualquier agujero se cerraría como los orificios en un bloque de plastilina cuando se aplasta.

Además, ya Isaac Newton demostró que en el interior de una esfera hueca la fuerza de gravedad es equivalente en todas las direcciones, de modo que cualquier objeto libre -agua, tierra, rocas, hombres- se tambalearía sin peso en una caótica confusión mientras que la fuerza centrífuga o las mareas provocarían el colapso de la esfera. Pese a ello, más tarde, en los ambientes nazis se tomó muy en serio la novela La raza futura, de Bulwer-Lytton (1870), en la que una extensa comunidad de supervivientes de la Atlántida vive en las entrañas de la Tierra, dotada de poderes extraordinarios gracias a que poseen el Vril, una especie de energía cósmica.
De las profundidades de la Tierra descrita por Bulwer-Lytton se esperaba el resurgimiento de la raza futura, formada por seres superiores de extraordinaria potencia y belleza. La idea de una Tierra hueca reapareció a su vez en 1983 en la obra de un matemático, Mostafa Abdelkader, que, con cálculos muy complejos, intentó conciliar la geometría de un mundo cóncavo con los fenómenos de la salida y la puesta del Sol. Por fortuna, él mismo señala que si bien sus suposiciones son aceptables en un sistema matemático, no lo serían en el físico.

SABA: Entre la reina y los Magos

Cuenta la biblia que la reina de Saba fue a conocer a Salomón atraída por su sabiduría y la suntuosidad de su palacio. «Sabemos dónde estaba Salomón -escribe Eco-: en Jerusalén. ¿Pero de dónde provenía la reina?». Según la tradición, de Etiopía, pero Saba se hallaba en el punto en que se cruzaban las caravanas que transportaban incienso en dirección al mar Rojo; es decir, en lo que hoy sería el Yemen. Esto indica que la noción de Etiopía en aquella época era confusa. Y en el Segundo Libro de las Crónicas, al hablar de los regalos que la reina le hizo a Salomón, se menciona el «oro de Ofir». Ofir es varias veces citado en la Biblia y era, sin duda, un puerto. El historiador Flavio Josefo, nacido en el 37 después de Cristo, lo sitúa en Afganistán. Tomé Lopes, compañero de Vasco da Gama, plantea que era el antiguo nombre de Zimbabue. Y otras fuentes lo ubican en Mozambique, Pakistán, Egipto...

El país de la reina de Saba se desvanece, así, en la confusa geografía del mito. Pero su misterio viene a unirse a otro mucho más 'cercano': los Reyes Magos. Su leyenda es tan popular que nadie se pregunta ya si existieron o no. Pero su fugaz aparición en la historia se sitúa entre dos lugares legendarios: los de su origen y sepultura. Respecto al primero, las fuentes son numerosas, empezando por el Evangelio de San Mateo, que solo dice que venían «de Oriente». Las demás fuentes hablan de Azerbaiyán, Persia, la India, Nubia... Lo que es una constante en la tradición es que eran un blanco, un árabe y un negro, y la historia de su sepultura. Marco Polo dice que visitó sus tumbas en Saba. Esto encajaría con la teoría de que su primer túmulo estuvo en Persia, cuando este imperio había anexionado el Yemen, hacia el 226. De allí fueron trasladados a la basílica de Santa Sofía, en Constantinopla.
De allí, a su vez, el obispo Eustorgio, que deseaba ser enterrado con los Magos, los trasladó en el siglo IV a la basílica que lleva su nombre en Milán. Y de allí, y esta es la única parte documentada, se mandó trasladarlos a la catedral de Colonia, Alemania, donde hoy se puede ver el arca de los Magos.

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lunes, diciembre 28

Hidratación



(Un texto de S. Vivas en la revista Mujer de Hoy del 16 de agosto de 2014)

1. Solo el agua sirve para hidratar: falso
En realidad, a efectos de hidratación, el zumo de naranja del desayuno, el café de la sobremesa, el poleo de después de cenar y la fruta y la verdura que ingieras al cabo del día también cuentan para llegar a esos 2-2,5 litros que necesitamos. De hecho, se recomienda que un 75-80% del líquido que aportamos al organismo provenga de bebidas y un 20-25% de los alimentos. ¿Y todas las bebidas hidratan igual? Pues no. El agua es, obviamente, la bebida que más contenido hídrico posee, el 100%.Del resto, las bebidas refrescantes sin azúcar contienen un 99%, seguidas por las infusiones (98%), el veraniego gazpacho (95%), las bebidas isotónicas (94%), la leche desnatada (91%) y los zumos de fruta (88%). Todas las bebidas con un contenido hídrico superior al 80%, hidratan, siempre y cuando no contengan alcohol.

2. La sed nos vuelve lentos: verdadero
Tener sed es un síntoma de deshidratación. Basta una deshidratación leve, en la que perdamos del 1-2% del agua del organismo, para que el cerebro funcione un 14% más lento. Por encima de ese 2%, la deshidratación ya se considera moderada. ¿Sus efectos en nuestro organismo más fáciles de reconocer? Disminuye la memoria a corto plazo, repercute en el rendimiento físico, afecta a nuestra capacidad motora y psicomotriz, y puede causar dolor de cabeza.

3. Se puede beber mucho de una vez: falso
“Los dos litros de líquido que necesitamos al día no se deben beber de una vez, sino que hay repartirlos a lo largo de la jornada. Beber un poco cada dos horas sería lo ideal. Cuando tomamos gran cantidad de líquido de golpe se elimina en la orina rápidamente. Si bebemos de forma paulatina es más difícil que tengamos déficit de hidratación”, explica el profesor Lluis Serra-Majem, miembro del Comité Científico Asesor del European Hydration Institute y catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Univ. de Las Palmas de Gran Canaria. Y otro apunte: el consejo de beber poco a poco es especialmente interesante si estás haciendo ejercicio, porque el cuerpo no absorbe más de 800 ml en un ambiente templado.

4. No hace falta si no sientes sed: falso
La sed ya es un síntoma de deshidratación. Además, con los años nuestro umbral de sed aumenta y se tarda más en sentirla, con el consiguiente peligro de deshidratación. De hecho, las personas mayores corren más peligro, porque con la edad el riñón pierde capacidad para retener agua y sal. Si además esa persona toma diuréticos (si sufre hipertensión), esta incapacidad se agudiza.

5. El vino deshidrata: verdadero
“El alcohol no favorece la hidratación porque es diurético”, explica el profesor. ¿Significa esto que tienes que renunciar al tinto de verano? Si te moderas, no tienes por qué. Recuerda que es conveniente beber un vaso de agua por cada copa devino y no superar la cantidad diaria recomendada: dos vasos de vino de 10 cl.

6. Si hace calor, mejor frío: falso
“Aunque lo que apetece es refrescarnos, el cuerpo calienta la bebida fría, para lo que genera calor. Lo ideal es que la temperatura sea lo más parecida a la del cuerpo”, afirma el experto.

7. Puedo tomar refrescos light, si estoy a dieta: verdadero
Aunque el agua es la bebida más sana, hay veces en que apetece un refresco. Ahora, un estudio indica que los refrescos light no solo no favorecen la obesidad, sino que pueden ayudar a controlarla. Publicado en la revista Obesity, el estudio observó que los voluntarios que tomaron refrescos light perdieron más peso que los que bebieron agua. Financiado por la American Beverage Association, pero realizado de forma independiente por expertos de las Univ. de Colorado y Temple, los 300 voluntarios, todos con exceso de peso, fueron divididos en dos grupos: uno debía tomar 700 ml de agua al día y el otro, 700 ml de un refresco light. Tres meses después, el grupo de los refrescos perdió seis kilos de media, frente a menos de cinco kilos en el grupo del agua.

8. Durante el ejercicio, bebidas isotónicas: depende
Si dura más de una hora, es mejor recurrir a ellas. Cuatro horas antes del ejercicio, hay que beber 5-7 ml/kg; si no se puede orinar o la orina es oscura, deberían añadirse 3-5 ml/kg más en las últimas dos horas. Durante la actividad, beber cada 15-20 minutos, de 150-250 ml de bebida isotónica, con un 6-8% de mezcla de azúcares. Y después, ingerir, al menos, el 150% de la pérdida de peso en las primeras seis horas. Las pérdidas hídricas tras un ejercicio intenso pueden llegar a los 2-4 l/h.

9. El té desmineraliza: verdadero
Si tienes anemia y tomas té tras ingerir hierro estás reduciendo la cantidad que tu cuerpo absorbe en más del 70%. El té rojo tiene mayor efecto inhibidor, hasta un 95%. Y no es el único: el café reduce la absorción de hierro un 40% y el cacao, más del 70%.

10. El agua con gas ayuda a la digestión
“El gas forma cámara en el estómago que reduce la posibilidad de reflujo y mejora el vaciado gástrico”, explica el experto.

¿Qué hacemos con tanto líquido? El agua supone entre el 50 y 60% del peso corporal total del ser humano, y aproximadamente entre un 5% y un 10% es eliminada cada día a través de pérdidas obligatorias (respiración,sudoración, diuresis y heces).Se trata de un nutriente esencial para la vida y para el buen funcionamiento de numerosas funciones de nuestro organismo:
-Actúa como disolvente para las reacciones químicas.
-Es el medio para el transporte de materiales.
-Tiene la característica física única de absorber calor metabólico.
-Resulta esencial para mantener el volumen vascular.
-Sirve para aportar nutrientes a los tejidos.
-Se utiliza para eliminar sustancias de desecho del organismo.

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domingo, diciembre 27

La venta del tesoro



(Un texto de Alberto Serrano Dolader en el suplemento dominical del Heraldo de Aragón del 8 de marzo de 2015)

A mediados del siglo XIX, los paisanos de Mirambel comenzaron a llamar venta del Tesoro a la que quedaba extramuros de la población. Al menos, así lo indica Pío Baroja que, barajando su capacidad de creación literaria con presumibles toques de tradición popular, dedica una veintena de páginas de una de sus novelas de ambiente aragonés a explicarnos por qué se escondió en esa posada «un saco con monedas y varios objetos de oro y de plata», entre los que habría «algunas piezas artísticas de mucho valor» que alcanzarían precios muy altos en el mercado negro de antigüedades, en Valencia.

Los hechos -si realmente sucedieron- deben situarse en 1840. Cuando las tropas liberales tutelaban la comarca, una partida de cinco carlistas (y una rubia) huía con la pretensión de unirse, más allá del Ebro, a las fuerzas de Cabrera. Pasaron una noche en la venta de Mirambel, pretendiendo hacerlo de incógnito. Pero cayeron en una trampa y, tras ocultar el tesoro con el que viajaban, fueron denunciados. Los liberales apretaron el gatillo, matando a tres de ellos y capturando a dos, que fueron enviados a prisión. Entre ellos el que «hacía de jefe», un tal Navarrito, que «tendría ya de veinticinco a treinta años, era moreno, cetrino, curtido por el sol, con las cejas espesas y bajo ellas unos ojos negros, brillantes, como de animal salvaje».

El propietario de la venta (Pitarque le decían) y un hombre sin escrúpulos y exsecretario de pueblos de la zona (don Cayo), fueron los delatores. No les movió idea política alguna, sino la pura avaricia. Calladamente, ellos dos desenterraron el botín. Poco después -entre rumores nunca probados- comenzaron un meteórico ascenso social y económico. «De todo aquello se habló mucho y con gran misterio en el pueblo», apostilla Baroja.

Durante ocho años, el Navarrito tachó los días del calendario en el presidio de Ceuta. Poco antes de que mediara el XIX reapareció por Mirambel, «viejo, canoso y sombrío»... pero también con ganas de recuperar sus perras. Navarrito picó una y otra vez sin éxito en la antigua venta, que ya había cambiado de manos y «se había convertido en un almacén de paja y carros». Ató cabos y, tras enterarse de la muerte de don Cayo, centro todas sus sospechas y su ira en Pitarque.

Acertó Navarrito al intuir la jugarreta que le había gastado años atrás. Al final, no queda vivo ni el apuntador. Les recomiendo que lean la historia en las páginas centrales de 'La venta de Mirambel', la novela que dio a la imprenta Baroja en 1931.

Por cierto, entre Mirambel y la Cuba hay un alto del Oro, pero es otra historia que les contaré cuando logre enterarme del todo de lo que oculta el topónimo. En todo caso, no se hagan muchas ilusiones porque el franciscano aragonés José Antonio Hebrera y Esmir ya escribió al final del XVII que «en la tierra en que se cría oro, no nace yerba que aproveche, flor que divierta a los ojos, recree al olfato, ni fruta que arrebate el gusto».

O sea, que mejor no hacerse rico.

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