(Un texto de la agencia EFE leído en El Mundo del 26 de agosto de 2008)
Pocas cosas hay más desagradable que no poder echar a un huésped que se había presentado con la intención de quedarse sólo unos días. Ocurre hasta en las mejores familias y en las personalidades más respetadas, como pudo comprobar el novelista inglés Charles Dickens con el escritor danés Hans Christian Andersen.
Dickens recibió en el verano de 1857 la visita de Andersen, autor de cuentos como 'El Patito Feo' o 'La sirenita' y admirador confeso del novelista victoriano. Antes del viaje, Andersen escribió a Dickens una carta en la que le aseguraba que no le molestaría demasiado, pero Dickens iba a lamentar haber invitado a su colega, según ha recogido el diario británico 'The Times'.
Andersen se quedó cinco semanas en casa de los Dickens pese a que, al cabo de algún tiempo, el autor de 'David Copperfield' le hizo signos de que se había extralimitado, tal vez demasiado sutiles para el autor de cuentos infantiles. La hija de Dickens, harta de la presencia del danés, le puso el apodo de "huesudo aburrido" en referencia a su extrema delgadez.
La amistad de los escritores comenzó durante la primera visita de Andersen al Reino Unido, en 1847. El escritor danés se alojó en la casa de la condesa de Blessington, que solía reunir a la flor y nata de la intelectualidad europea. En una de esas reuniones, Anderson y Dickens fueron presentado porque la admiración era mutua.
El novelista victoriano volvió al mes siguiente de su encuentro a la casa de Blessington para visitar a Anderson y, al descubrir que no estaba, le dejó un paquete con 12 ejemplares dedicados de sus libros. A raíz del regalo se desarrolló una cordial correspondencia que desembocaría 10 años más tarde en la invitación de Dickens a Andersen para que se quedara en su casa dos semanas.
Una de las obras que lleva la dedicatoria "A Hans Christian Andersen, de su amigo y admirador, Charles Dickens, Londres, julio de 1847", propiedad de un anticuario californiano, [se vendió] en la Feria de Libros Antiguos de Olympia, en Londres.
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Complementando lo anterior, un texto de Kiko Amat leído en El Periódico el 13 de septiembre de 2019:
Los dos autores se conocieron en el equivalente del premio Herralde de 1847. Uno era el autor más importante de Inglaterra, el otro era guionista pro-bono del futuro canon Disney. Andersen le babeó allí mismo a su ídolo que le consideraba "el mejor escritor de su tiempo". No sabemos qué contestó Dickens pero, como puede decirles cualquier escritor, es imposible sentir rechazo hacia un fan (es como cuando te enterabas de que le gustabas al adefesio de la clase, quien de golpe mutaba en irresistible Venus). Dickens fue solícito con el pelotillero danés, incluso le dedicó libros.
Ese gesto acabó de decantar el fanatismo de HCA hacia la obsesión sicótica, que se iría agravando en nueve años de correspondencia. Para cuando Dickens le invitó a pasar unos días en su casa de Kent, en 1857, HCA estaba de lleno en modo Ann Wilkes, la fan chalupa de 'Misery', solo que sin las intenciones homicidas.
Decir que la visita fue mal sería quedarse corto. HCA decidió, la primera mañana, espetarle al anfitrión que en su país era tradición ser afeitado a diario por uno de los hijos de la casa. Dickens, contrariado, le apañó una visita al barbero local. A los pocos días uno de los librillos de cisnes de Andersen recibió una mala crítica, y el autor se derrumbó llorando, literalmente, en el jardín. Delante de toda la familia. También se quejó de que su habitación era "fría" y escribió en su diario que la Reina Victoria le hacía más caso a Dickens que a él (pues nuestro Iznogud danés anhelaba ser Dickens en lugar de Dickens). [...]
[...] contra toda lógica (y decoro), Andersen se enquistó allí cinco semanas.
Dickens esperó a que el "tedioso saco de huesos" (como le llamaría su hija Kate) se marchase (lloró al despedirse, por cierto). Entonces escribió en el espejo de la habitación de invitados: "Hans Andersen durmió en esta habitación durante cinco semanas, ¡a la familia nos parecieron SIGLOS!". Fue diciendo por ahí que Andersen "hablaba inglés como un alumno sordomudo" y que "cada vez que íbamos a Londres se hacía un lío terrible con los taxis y el jerez, y [ya en casa] se ponía a recortar papel en patrones y confeccionaba pequeños ramilletes en el bosque".
HCA recibió una última carta de Dickens. En ella su ídolo se despedía para siempre de él con la calidez de un casquete polar. Dickens, a su vez, no desaprovechó la visita del 'guest from hell' y le utilizó de modelo para el pelotillero Uriah Heep, de 'David Copperfield'. Todos contentos. Excepto Andersen.
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