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miércoles, abril 29

A propósito de Keynes

(Extraído de un artículo de Carlos Salas en el suplemento económico de El Mundo del 19 de abril)

El próximo 21 abril se conmemora el aniversario de la muerte de John Maynard Keynes. Ha sido el economista más conspicuo de los últimos dos siglos y su principal aportación a esta ciencia es que el Estado tenía que regular la economía. Murió en 1946 y sus teorías económicas pervivieron hasta los años 70, cuando empezó el reino de los mercados libres y los productos financieros agresivos que condujeron a esta crisis. Pero el maestro ha vuelto.Los economistas han rescatado los volúmenes escondidos en la parte más oscura de sus bibliotecas para encontrar las claves que nos ayuden a salir de este laberinto tan crítico.

[...] Keynes conoció dos guerras mundiales, vio tambalearse el patrón oro, ganó dinero en el crack de 1929, vislumbró el fin del imperio británico, anunció el surgimiento de Estados Unidos como hiperpotencia y aportó ideas para combatir las largas colas de desempleados que se formaron a una y otra orilla del Atlántico. Esa fue su principal obsesión: mantener el empleo.

[...]

Keynes nació en Cambridge en 1872, un año en el que la palabra «paro» ni siquiera aparecía en el diccionario de inglés de Oxford. Fue una década prodigiosa en nacimientos, porque también vieron la luz James Joyce, Einstein, Virginia Woolf, Wittgenstein y Bertrand Russell.

Educado en Eton y Cambridge, heredó de sus padres predicadores un fino instinto para la oratoria a lo que se añadía lo que Bertrand Russell denominaba «el intelecto más agudo y claro que he conocido; cuando discutía con él, sentía que estaba en juego mi vida y rara vez terminaba
sin sentirme algo tonto».

Pero más que intelecto, lo que realmente tenía Keynes era intuición.Por eso lo definen como «el más intuitivo de los economistas». Skidelsky afirma en otra biografía que escribió hace muchos años (Keynes, Alianza editorial, 1996) que Keynes era «intuitivo en el sentido en que la gente
suele referirse a la intuición femenina: una sensación de certidumbre alejada de la racionalidad». Añade que otro biógrafo decía que la creatividad de Keynes era «una síntesis de intuición femenina y lógica masculina». Es lo que hoy en el siglo XXI se denomina inteligencia emocional. Quizá eso le vendría de sus inclinaciones homosexuales, pues a pesar de haberse casado con una bailarina rusa, Keynes sentía una gran atracción por las personas de su mismo sexo.

Como economista, volcó sus intuiciones en artículos y libros que tuvieron mucha influencia en su tiempo porque alertó de males que luego azotaron a su país y al mundo. Criticó duramente las multas impuestas a Alemania después de la Primera Guerra Mundial porque eso no solamente
humillaría a una potencia europea, sino que produciría un colapso de su economía y el fin de la paz, tal y como sucedió. Y también denunció que la intervención de EEUU en la Primera Guerra Mundial cambiaría las reglas del juego y al final Gran Bretaña «quedará hipotecada con Estados
Unidos».

Su libro más famoso se titula Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (Fondo de Cultura Económica). Se había dado cuenta de que gran parte del crack de la Bolsa de Nueva York se había debido a la especulación, y por eso propuso la «eutanasia del rentista». Rescató las
leyes medievales contra la usura y defendió el poder del Estado para intervenir en la economía porque era mejor un buen gobierno que el autogobierno.

Esto daba pie a que se pensara que Keynes era un socialista. Entonces, ser socialista era defender la lucha de clases, a lo cual Keynes respondió en varias ocasiones: «La lucha de clases me encontrará en el bando de la burguesía educada». Keynes era un «igualitario que aspiraba a igualar hacia arriba, no hacia abajo», porque deseaba estimular cualquier esfuerzo, capacidad, coraje y personalidad que fueran excepcionales. «No deseo el antagonismo con los que tienen éxito, con los que sobresalen».

¿Cuál es la base de la revolución keynesiana? Los expertos creen que está resumido en el capítulo 12 de su gran libro. Es un ataque a los excesos del capitalismo. «Cuando el desarrollo del capital en un país se convierte en subproducto de las actividades propias de un casino, es probable que aquél se realice mal» (Justo lo que nos ha sucedido). Decía que cuando un empresario se lanza a la aventura hace cálculos matemáticos exactos de sus beneficios, pero luego entran en funcionamiento los animal spirits, la fogosidad, que es lo que beneficia a la comunidad. El problema es que los mercados libres son impredecibles y pueden golpear el optimismo empresarial.

¿Quién puede garantizarle cierta estabilidad? El Estado. Porque lo importante era mantener el pleno empleo. No era el capital sino el trabajo lo más importante de un sistema, y si el capital no estimulaba la economía, entonces se podría recurrir a «to dig holes in the ground», es decir, «cavar agujeros en el suelo, pagados con los ahorros, lo cual incrementará no solo el empleo sino la rentabilidad nacional de bienes útiles y servicios» (Capítulo 16).

Quizá con Keynes la economía sea más aburrida y menos innovadora, pero es preferible un empleado aburrido que un parado divertido, ¿no?

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