Tortugas laúd
(Este artículo, de Fernando González Sitges en el XLSemanal del 6 de septiembre de 2009, me recuerda a mi viaje a Costa Rica. ¿¿Cómo olvidar la noche en que las tortugas nos dieron esquinazo??)
Son gigantes acorazados –alcanzan los dos metros de largo y los 900 kilos de peso– y un paradigma de la supervivencia: convivieron con los saurios. Sin embargo, hoy han sido declaradas especie en peligro crítico. ¿Logrará el hombre acabar con lo que no pudieron ni los
meteoritos ni las glaciaciones?
El miedo amenazaba con paralizar sus músculos. El mar salvador quedaba a escasos metros a su espalda; una distancia enorme para una madre tortuga. En el agua era ágil y rápida, pero allí, en la arena de aquella playa remota, era débil y lenta; una presa fácil para los terribles `asesinos´ de la superficie. Espoleada por el temor a sus enemigos, comenzó a excavar en la arena. Nada la haría volver a salir del mar; nada, excepto la necesidad de traer al mundo a sus hijos, la misma
fuerza ineludible que la obligaba ahora a depositar los huevos en la playa. El instinto de reproducción no mitigaba su miedo. A pesar de ser una tortuga laúd, especie destinada a convertirse en la mayor de todas las tortugas de la Tierra, sus enemigos de entonces la hacían parecer pequeña. En aquella playa dominaban los reptiles más grandes que la evolución haya creado jamás: los dinosaurios.
Lo que nuestra tortuga no podía imaginar es que aquellos terribles colosos desaparecerían de la Tierra mientras que su especie, lenta y frágil sobre las playas, superaría impactos de meteoritos, glaciaciones, saurios gigantes y, tal vez, la acción de la más devastadora especie surgida en la historia de nuestro planeta: el hombre.
Hoy las laúd son las mayores tortugas del mundo. Sus dos metros de longitud y un peso que puede sobrepasar los 900 kilos las hacen gigantes entre las demás especies de tortugas. Pero aunque ya no existen los enormes y peligrosos animales que las vieron nacer hace cien millones de años, las laúd están en grave peligro de extinción. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) las ha clasificado como especie en peligro crítico, el grado previo al de especie extinguida. Hablar de las causas empieza a sonar monótono; son las mismas que amenazan a tantas otras especies: contaminación, sobrepesca, cambios ambientales, recogida de las puestas…
Los científicos que las estudian han empezado a comprender por qué han sobrevivido los últimos cien millones de años mientras millares de otras especies desaparecieron para siempre.
Los datos recogidos gracias a tortugas marcadas con transmisores las descubren como animales con una increíble capacidad de adaptación. Su cuerpo en forma de gota –o de laúd, si se le pone un poco de imaginación– cuenta con un diseño hidrodinámico que las convierte en extraordinarias nadadoras.
Su caparazón está formado por placas óseas del tamaño de una moneda que lo hacen suave y flexible –de ahí su nombre en inglés: leatherback, tortuga de caparazón de cuero–, a diferencia de los pesados y rígidos caparazones del resto de las tortugas marinas.
Una mancha clara en su cabeza permite que la luz active la glándula pineal, con lo que, probablemente, puedan controlar los cambios de luz estacionales y saber así cuándo comenzar sus migraciones… Son sólo parte de los rasgos anatómicos que permiten a estas tortugas gigantes tener una biología diferente a la del resto de los quelonios.
Mientras todas las tortugas marinas viven en mares cálidos y soportan unos cambios de temperatura del agua muy pequeños, las laúd sorprendieron a los científicos cuando, a mediados de los años 60, éstos descubrieron que ellas vivían unos meses al año en aguas del Atlántico
Norte, unas aguas que rondan los 15º C.
Así se descubrió que las tortugas laúd tienen un ciclo anual similar al de muchas ballenas. En la época de cría viven en las aguas cálidas de la franja ecuatorial, depositando sus huevos en las soleadas playas. Acabada la reproducción, llega el momento de alimentarse y recuperar fuerzas, para lo que nadan enormes distancias –se tienen registros de travesías de más de 10.000 kilómetros, desde Nueva Guinea hasta la costa oeste norteamericana– para encontrar allí, en las frías aguas de los dos hemisferios, su principal fuente de alimentación: las medusas.
Para los científicos, éste es otro de los enigmas de las laúd: ¿cómo pueden sobrevivir animales cuyo calor corporal depende de su entorno en unas aguas tan frías? ¿Y cómo lo hacen teniendo un alimento tan poco energético como las medusas?
Las respuestas definitivas aún tardarán en llegar, pero ya hay algunas hipótesis. Probablemente, el enorme tamaño de estos animales ayude a conservar el calor corporal gracias al llamado fenómeno de gigantotermia (el riego sanguíneo de las áreas periféricas se reduce o cierra a
intervalos mientras el calor corporal se conserva en el interior del cuerpo, ayudado por la grasa aislante que lo recubre).
Y en cuanto a la capacidad alimenticia de las medusas, sólo tuvieron que ver a las laúd comiendo para comprender de dónde sacan la energía. Observando la grabación de una cámara instalada en el caparazón de una de ellas, científicos canadienses pudieron ver la voracidad de las laúd.
En el intervalo de una hora, la tortuga devoró 69 medusas `crin de león´, unos animales que llegan a pesar 4,5 kilos. Con esta capacidad de alimentación, se entiende que las tortugas adquieran la energía y el peso necesarios para su supervivencia.
Desde mediados del siglo pasado, la población de esta especie sufrió un alarmante descenso. Pero por paradojas del destino, como si una suerte milenaria acompañara a las laúd, parte de las causas que provocaron el declive de otras especies han venido a echar una mano a nuestras
protagonistas.
La sobrepesca en las aguas frías del Atlántico Norte ha tenido como consecuencia la proliferación de las medusas, convirtiendo sus aguas en una gigantesca despensa para las tortugas. Esto ha producido una cierta paradoja en las poblaciones de tortugas laúd: mientras las del Atlántico
aumentan poco a poco, las del Pacífico disminuyen de forma alarmante. Muchos investigadores, agencias medioambientales y organizaciones privadas trabajan para salvar las puestas que las tortugas laúd dejan anualmente en las playas. Es el momento más crítico de sus vidas; el periodo del que dependerá la supervivencia de la especie. Hace 25 años, la población del Pacífico Oriental era la más numerosa de la Tierra. Algunas playas mexicanas recibían a más de 75.000 tortugas cada año. Hoy en las mismas playas apenas se las ve. Los hombres y sus animales domésticos son los responsables. De los hombres también, justamente de ellos, depende encontrar una salvación.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home