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sábado, septiembre 6

Por los cuernos



(Un texto de Alberto Serrano Dolader en el suplemento dominical del Heraldo de Aragón del 6 de julio de 2014)

De entre todos los fueros locales del Aragón medieval, el otorgado a Teruel después de su reconquista es el que mayor atención dedica a asuntos sexuales, especialmente al adulterio. María del Mar Agudo Romero, que estudió hace algún tiempo tan peliaguda cuestión, observó que en uno de sus epígrafes se condena a morir en la hoguera al hombre casado y a la mujer casada que lo cometan. En otro punto se especifica lo que de este modo resume la investigadora: «El marido que sorprende a la esposa en adulterio puede dar muerte a ésta y matar o herir al que comete con ella adulterio sin pagar ninguna multa»; curiosamente, el engañado sí será castigado cuando se limite a matar al adúltero y deje viva a su esposa. ¿Machismo?, evidente, el de la época. 

El mismo corpus normativo turolense dedica unos párrafos a preservar la fidelidad que los criados deben a sus señores, sobre todo en este tipo de negocios, desprendiéndose como resumen que al siervo se le caerá el pelo si osa tocar uno solo de cualquiera de las féminas relacionadas con su amo, aunque «las penas establecidas son diferentes según la categoría de la mujer con la que el criado tenga acceso carnal; si se trata de la mujer del dueño, al criado se le considera traidor y el marido puede matar a ambos o públicamente al hombre, según su voluntad». 

¿Cómo se recogía toda esta materia en otros fueros aragoneses? Pues también de una forma que nos escandaliza hoy, cuando somos capaces de entender que, tras lo que vulgarmente llamamos 'cuernos', ha latido muchas veces la única manera de que el verdadero amor se impusiera al 'ordeno y mando'. La primitiva versión latina del fuero de Jaca (1077) se limitaba a silbar al analizar la relación sexual con una mujer que la admitiera... ¡a no ser que estuviese casada!; en redacciones posteriores del texto, ya en romance, al hombre adultero se le impone una multa y «la pérdida de sus vestidos», lo que no sé si querrá decir que pasaban a ser propiedad de un tercero o que lo dejaban en pelotas. El fuero jaqués creó escuela, derivándose de él algunos de notorios burgos peninsulares, por ejemplo el de Estella. 

Todo esto se legislaba en una época en la que, según circula, las brujas se reconocían entre sí al componer con su mano el famosísimo símbolo del cornudo, enfocando dos dedos hacia arriba, práctica que no he podido documentar actualmente en Aragón (si bien es cierto que no frecuento aquelarres). Dirigir los cuernos manuales hacia el suelo equivaldría a intentar enterrar alguna amenaza negativa, según tratados a los que soy poco aficionado. 

Y como complemento, el Espasa: «La frase 'hacer o dar los cuernos' era ya conocida en la antigüedad y consistía en doblar los dedos medio y anular, sujetos por el pulgar, dejando extendidos el índice y el meñique. Este ademán se hacía en son de burla e injuria hacia una persona, y más generalmente como signo con el que creían contrarrestar el mal de ojo y otros maleficios a falta de un amuleto en forma de cuerno». 

Aclaración final: que nadie interprete que soy especialista en la materia. Por fortuna, desconozco si los cuernos duelen.