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martes, mayo 27

La fiesta de la centella

(La columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 4 de diciembre de 2022)

En los diccionarios y en la tradición popular los 'rayos' y las 'centellas' tienden a confundirse, aunque en el acervo aragonés parece claro que son fenómenos atmosféricos parientes, pero diferentes. Por ejemplo, en 1727 el jesuita zaragozano García y Vera distingue claramente tres conceptos al escribir: «Cuando la región media del aire forja rayos, centellas y truenos, que amenazan ruina y destrucción...».

En cuanto a fenómenos atmosféricos -cuya explicación científica no está del todo fijada-, se interpretaron como castigo celestial: «Las centellas las envía San Pedro. Por eso mataron...», refiere el escritor Barberán Sigüenza en un cuentecillo sobre tesoros publicado en la prensa de Teruel en 1881. También es cierto que su asociación con tempestades y su capacidad destructora justifica que, en la mente de nuestros ancestros, se trenzaran relaciones con el diablo y las brujas, vinculación con el inframundo no es exclusiva de nuestra tierra. Cunqueiro, mi admirado gallego, firmó: «Se ha sostenido siempre que la artillería la usaron antes los demonios que los hombres, y que no necesitaban pólvora para sus cañones, ya que utilizaban los rayos y centellas de las grandes tormentas».

En ello pienso cuando admiro la torre de la iglesia zaragozana de la Magdalena. El 2 de junio de 1743 se estrelló contra ella una centella que «bajó hasta el coro», según recogió del erudito La Sala-Valdés, quien en un libro de 1933 añade: «Causó grandes sustos y no pequeños estragos, pero no mató a ninguno de los capitulares, hecho que se consideró como verdadero milagro». Sí dañó un magnífico retablo de Damián Forment, según anotó en uno de sus reportajes de mediados del XX el periodista Blasco Ijazo (lo que quedó del retablo, bastante y muy bello, se reubicó; actualmente luce restaurando por iniciativa del párroco Juan Espallargas).

La feligresía de la Magdalena celebraba anualmente la fiesta de la Centella, en la que se recordaba el suceso. Se supone que el 2 de junio, aunque en los años treinta del siglo XX ya se había trasladado al 4 de diciembre, o sea, a tal día como hoy, que es el de santa Bárbara, protectora contra tormentas. La costumbre se perdió después de la Guerra Civil, ignoro cuándo.

No hay que confundir este centellazo del XVIII con un impacto anterior, me refiero al de un rayo que hizo diana en la torre en la primera mitad de 1670 y que perjudicó de tal modo la estructura que propició una reforma barroca de mucha consideración, quizá demasiada.

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