Supersticiones en La Scala
(Un artículo de El Mundo, del pasado 7 de diciembre, que copio tal cual)
La mayoría de los teatros del mundo hacen conjuros e invocaciones cuando tienen que llevar a escena La fuerza del destino, de Giuseppe Verdi, universalmente considerada como una ópera que desencadena la mala suerte. En la Scala de Milán, sin embargo, la obra a la que se achaca ese oscuro poder de provocar desgracias y adversidades varias es el Don Carlo, también de Verdi, y ambientada en la España de 1568. Pues bien: hoy, el teatro milanés desafiará a las terribles fuerzas del mal y abrirá la nueva temporada lírica con esa obra maldita.
¿Qué desventura sucederá está vez?, se preguntan los agoreros. Hasta hace sólo unos días todo parecía indicar que el infortunio se materializaría esta vez a través de una huelga convocada por un sindicato minoritario de la Scala y que impediría que el teatro levantara hoy su telón para presentar el Don Carlo bajo la dirección del maestro Danielle Gatti, de 48 años, y con escenografía minimalista de Stéphane Braunshweig, de 44.
Sin embargo, el lunes la dirección del teatro llegó a un acuerdo con los trabajadores rebeldes y la huelga fue desconvocada. Lo que permitirá que esta noche las famélicas arcas de la Scala se vean engordadas con una inyección extra de 2,5 millones de euros que, de no recaudarse, habrían llevado al teatro a cerrar el año con números rojos.
Pero el que la huelga haya sido desconvocada no ha calmado a los supersticiosos, que esperan nerviosos que se produzca la fatalidad de turno. Sobre todo después de conocerse que, desafiando los peores presagios, el montaje ideado por el francés Braunshweig incluye un vestuario dominado por el blanco y el negro con toques -¡maldición!- de morado, un color considerado irremediablemente gafe en los teatros italianos.
Lo cierto es que, tras la II Guerra Mundial, todas y cada una de las tres veces con las que la Scala ha inaugurado la temporada de ópera con el Don Carlo ha habido una catástrofe. En el 68, muy con el espíritu de la época, las elegantes señoras que acudían a la representación envueltas en abrigos de pieles fueron recibidas con el lanzamiento de huevos y con gritos contra el poder establecido. En el 92, por ejemplo, el gran Luciano Pavarotti tuvo una actuación lamentable que provocó la ira del loggione. En el 78, la escenografía ideada por Luca Ronconi desató un alud de encendidas protestas por parte del respetable. Así que, si se mantiene la tradición, hoy puede consumarse otro monumental desastre. Aunque el jueves, cuando por primera vez en sus 230 años de historia la Scala se hizo una preinauguración de la estación lírica reservada a los jóvenes menores de 26 años, el Don Carlo fue acogido con entusiastas aplausos.
Pero será hoy cuando tenga lugar la prueba de oro. Lo que por descontado no faltará será el glamour y la mundanidad habituales todos los 7 de diciembre, día de San Ambrosio, el patrón de Milán, en las aperturas de estación de la Scala. Contra eso no hay conjuro que valga.
Etiquetas: Culturilla general, Pongámosle música
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