Una tormenta perfecta
(Un artículo de Pablo Pardo en el suplemento económico de El Mundo del 8 de marzo. Me ha recordado un artículo de Javier Sala de enero de 2008 -se puede leer en http://www.columbia.edu/~xs23/catala/articles/2008/Tormenta_Perfecta/Tormenta_Perfecta.htm-)
Es la tormenta perfecta. Los activos de los bancos se devalúan cada día hasta dejar a las entidades sin valor. Eso hunde a las acciones. El Estado reacciona inyectando liquidez de forma masiva.Pero la crisis es tal que eso no funciona. Después, los poderes públicos entran en el capital de los bancos, con acciones preferentes sin derecho de voto. Los títulos entran en caída libre. Eso agrava los temores sobre la liquidez de los bancos. Y el Gobierno empieza a transformar esas acciones preferentes en títulos normales, para reforzar el capital de los bancos.
Pero esa medida supone aumentar de forma brutal el número de títulos, con lo que el valor de cada acción se diluye. Los inversores, que cada día se fían menos, dejan de utilizar los ratios comúnmente aceptados para determinar la solvencia de los bancos en favor de otros más conservadores. Con los nuevos criterios, ninguna entidad se salva. Y las acciones vuelven a hundirse. La única opción es la nacionalización. Pero, a su vez, eso supondría eliminar la mayor parte del valor en manos de los inversores.
Esa es la situación que viven los bancos de Estados Unidos desde el pasado mes de noviembre. La crisis es tan grande que ni siquiera el que hasta ahora era la joya de la banca estadounidense, JP Morgan Chase, se está salvando. El jueves, la agencia de calificación de riesgos Moody's anunció que ha puesto en revisión a la baja su deuda, junto con la de Wells Fargo- el cuarto mayor banco de EEUU- y el propio Bank of America.
Así, los grandes bancos de EEUU están atrapados en una tijera.Por un lado, sus minusvalías les amenazan con ponerlos en quiebra.Por otro, las acciones del Gobierno para evitar esa quiebra suponen una dilución del capital de las entidades. El mejor ejemplo de ello es el acuerdo, alcanzado el viernes de la semana pasada, de que el Tesoro de EEUU y una serie de inversores institucionales iban a convertir 52.500 millones de dólares (casi 42.000 millones de euros) en acciones preferentes de Citigroup en títulos normales.Era una medida destinada a salvar a la entidad de la suspensión de pagos. Pero el mercado reaccionó con un alucinante desplome del 36% de la cotización del banco. Desde entonces, los títulos de Citigroup han perdido casi otro 40%.
¿Por qué? Es cierto que a los inversores les preocupa cuál será el papel del Estado en el consejo de administración de Citigroup, qué impacto tendrá la nacionalización parcial para la entidad (por ejemplo, en México, donde Citigroup está presente, ningún banco puede tener más del 10% de su capital en manos públicas) y las cuentas del banco.
Pero la principal preocupación es la dilución de las acciones.Un ejemplo: según la revista financiera Barron's, si todas las acciones preferentes de Citigroup se convierten en ordinarias, al ratio pactado el viernes de la semana pasada entre el banco y el Tesoro, el número de acciones de la entidad se multiplicará por cuatro. Y los accionistas que compraron títulos ordinarios verán, de pronto, reducido su porcentaje de la entidad a un patético 26%. Citigroup pasaría a quedar en manos de los tenedores de acciones preferentes.
Pero las consecuencias de la entrada del capital en los bancos explican sólo una parte de la crisis. El resto viene del temor del mercado a la solvencia de las entidades. Un inversor explica una especie de regla de andar por casa a la hora de valorar activos: «Cuando se analiza el precio de las cosas, hay que asumir lo siguiente: por un lado, un recorte del 80%, que es lo que antes procedía del apalancamiento. Por otro, una caída de más del 10% que procede del sentimiento del mercado. Así que, en definitiva, los activos están al 7% de lo que valían antes de la crisis».
Evidentemente, con esos criterios no hay banco que se salve.Y ésa es una de las razones que explican el actual hundimiento.Porque, si se siguen los criterios del Banco de Pagos Internacionales (BIS, según sus siglas en ingles) de Basilea, los bancos de EEUU están bien capitalizados. El ratio de capital Tier 1 de Citigroup, por ejemplo, rozaba el 12 -el doble de lo deseable según el BIS-cuando el Tesoro tuvo que acudir en su rescate el viernes de la semana pasada.
Pero, en la situación actual, los inversores siguen más el ratio de capital tangible en relación a sus activos. Es una medida mucho más restrictiva que el Tier-1, y que en realidad es consecuencia de una situación en la que «todos los covenants y las garantías habituales de la deuda han saltado por los aires». De hecho, de los cuatro grandes bancos de EEUU, sólo JP Morgan Chase se acerca al 4%, que es considerada la medida mínima para garantizar la solvencia de las entidades.
Así que los inversores se han vuelto muy desconfiados. Desconfiados de todo. De la solvencia de los bancos. Y de la utilidad de las intervenciones del Estado. El resultado es una catarata de caídas de las cotizaciones. Y una creciente desesperación de los tenedores de acciones. Como dijo hace unos meses Kirk Kerkorian, que a sus 91 años es la cuadragésimo primera persona más rica del mundo según la revista Forbes, con un patrimonio de unos 14.000 millones de euros en 2008: «He vivido un año más de la cuenta». Kerkorian ha invertido sobre todo en automoción y casinos. Pero seguro que muchos de los que han puesto su dinero en renta variable del sector financiero comparten su punto de vista.
Etiquetas: Economía para curiosos
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