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jueves, febrero 25

Eton, escuela del poder cultivado

 (Un texto de Íñigo Gurruchaga en el Heraldo de Aragón del 30 de agosto de 2015)

Es el internado de la élite británica y acoge a más de mil alumnos de 13 a 18 años que comparten unas reglas, un vestuario y un argot únicos. Wellington, el príncipe Guillermo, Cameron... pasaron por sus aulas.

No hay muchachos con frac, cuello y pajarita blanca caminando por las calles de Eton entre las casas en las que se alojan los internos y el aula donde les impartirán la siguiente clase. En agosto apenas hay nadie, mientras las muchedumbres de turistas suben la cuesta que, al otro lado del puente, lleva a las puertas del castillo de Windsor.

La calle mayor está adornada con banderas británicas, de las fachadas de los comercios sastrerías dedicadas a los uniformes de los alumnos, buenos restaurantes, estudios de fotografía... cuelgan floreros con petunias azules y rojas. Pero el colegio, su iglesia del siglo XV, su biblioteca con una Biblia de Gutenberg,... están cerrados. Sus canchas para el juego de fives, vacías. Como sus campos de rugby o cricket.

Una guía ayuda a recorrer el singular centro. Y se vende en la tienda Eton Antique Bookshop, que ofrece grabados, mapas y libros antiguos en la calle mayor. El ejemplar más barato sobre la vida en el colegio, 14 euros, es 'The Importance of Being Eton' (La importancia de ser Eton), una memoria de Nick Fraser que toma prestado su título a Oscar Wilde. Será nuestra guía sobre un lugar que como ningún otro da forma al poder británico.

David Cameron es el último Old Etonian primer ministro. Walpole, Pitt, Gladstone, Macmillan o Douglas-Home le precedieron. Innumerables ministros, actores (Hugh Laurie, Eddy Redmayne), generales (Wellington, Rawlinson), príncipes (Guillermo, Enrique, Nirajan de Nepal), escritores (Ian Fleming, George Orwell), deportistas, banqueros,... han estudiado allí.

Hubo entre ellos traidores, como el espía para la Unión Soviética Guy Burgess, o delincuentes, como Darius Guppy, amigo escolar del alcalde de Londres y ministro sin cartera, Boris Johnson. Pero el lema colegial, Nobleza obliga, dicta a sus pupilos que deben tener éxito, pero que, además, han de ser buenos. Para lograrlo los equipa con maneras, conocimiento y el mutuo apoyo.

Enrique VI fundó Eton en el siglo XV, también su asociado en la Universidad de Cambridge, Kings College. Era una escuela para la formación de jóvenes pobres en tareas eclesiales y como coristas. A esos scholars becados se unieron los vástagos de la aristocracia y las grandes fortunas, los oppidans. Finalmente, las plazas de becados se dieron a estudiantes especialmente brillantes.

Reunir en torno a unas reglas, un vestuario y un argot únicos, en régimen de internado, a más de mil jóvenes varones entre los trece y los dieciocho años en el colegio de los scholars y en veinticinco residencias dispersas en el pequeño pueblo de Eton en las que se alojan los estudiantes de pago, conduce al establecimiento de una comunidad fuerte.

Dicen quienes han conocido Eton -como Ciryl Connolly, en su autobiográfica 'Enemigos de la promesa'- que la homosexualidad era para esa élite británica un último recurso. Los pupilos aprovecharon la mayor libertad de costumbres a partir de la década de los sesenta para abrirse a las mujeres, pero es frecuente que contraigan matrimonios con hermanas de sus amigos colegiales.

Pero es importante que todo se viva sin gravedad y sin muestra de esfuerzo, con encanto. La convivencia de estudiantes brillantes y aristocracia marca el estilo. Nada peor que un pelmazo o un arribista. La saga de Danza con la Música del Tiempo, del etoniano Anthony Powell, creó el perfecto antihéroe de la élite, Widmerpool, mal vestido, hombre de ambición evidente y ruidosa.

El segundo atributo de los estudiantes de Eton es su formación. Hay quienes como el príncipe Enrique obtienen las notas raspadas necesarias para entrar en la academia militar -y con ayuda de profesores, según se aireó en un pleito-, pero la biografía de John Maynard Keynes, por Robert Skidelsky, ilustra el nivel de aprendizaje que puede alcanzar un estudiante dotado.

Keynes, uno de los economistas más influyentes del siglo XX, fue un scholar becado por sus cualificaciones, no porque su familia fuese pobre. Era el mejor matemático entre los alumnos, pero no quiso especializarse en lo suyo porque le había cautivado la poesía medieval en latín. El más brillante abogado y juez inglés de hoy, Jonathan Sumption, formado en Eton, es un destacado historiador medieval.

La tercera característica de los 'etonianos' es que lo serán de por vida. Algunos, como Nick Fraser, no podrán zafarse de la idea de fracaso, de que nada será en la vida como aquella vida colegial privilegiada y repleta de expectativas no cumplidas. Pero Orwell, que no fue un buen estudiante en ese colegio y escribió que allí no había aprendido gran cosa, es un ejemplo de la fuerza de la comunidad.

No cumplió las prescripciones estilísticas e hizo de su vida y de su escritura una incesante búsqueda de la verdad. En los últimos días de su breve vida (murió a los 46), le acompañaron sus dos mejores amigos Connolly y Powell, ambos de Eton. Esa trama insoluble de afectos, guiados por una manera de actuar, forjan también la camaradería en el campo de batalla o en la cima del Gobierno.

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