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miércoles, agosto 9

Las siete ciudades que salvaron la cultura

(Un texto de Luis Alemany en El Mundo del 20 de septiembre de 2019)

La historiadora Violet Moller reconstruye en 'La ruta del conocimiento' la tradición vagabunda que permitió conservar el conocimiento grecolatino a través de sus refugios en la época más oscura de la Edad Media: Alejandría, Bagdad, Córdoba, Toledo, Salerno, Palermo y Venecia.

Imaginemos que vivimos en el siglo XI y que somos los reyes de un territorio europeo no demasiado extenso. Podemos ser los reyes árabes de Zaragoza o los franceses que rigen algún territorio en el sur de Italia... ¿Cuál sería el motivo para que invirtamos nuestro tiempo y nuestra riqueza en ciencia y cultura? ¿Para que llenemos nuestra corte de matemáticos, traductores, astrónomos y músicos? ¿Será un capricho, un deseo de mostrar nuestra sofisticación? ¿O la certeza de que el conocimiento es bueno para nuestros intereses y los de nuestros súbditos?

"Una mezcla de las dos cosas. En el siglo XI ya existía la idea de que la información era necesaria para gobernar, pero también existía un sentido del prestigio a través de la cultura. Es una idea que ha durado hasta nuestro tiempo pero que puede que se esté perdiendo... Piense en la dinastía de los Hauteville en Sicilia. Eran normandos, habían llegado a Italia porque en Francia no había oportunidades para ellos. Las Cruzadas habían sido la oportunidad que se les abrió para ganarse una nueva vida, pero se quedaron atascados en Sicilia. Como eran grandes guerreros, conquistaron el poder en la isla y expulsaron a los musulmanes. Pero, en las primeras generaciones, no supieron hacer otra cosa más que guerrear entre ellos. Era su modo de vida. Luego, cuando ya se sintieron más estables en el poder, los Hauteville creyeron que debían justificarse y empezaron a hacer suya la cultura de Sicilia.En muy poco tiempo, pasaron de ser poco más que unos saqueadores de ganado a ser los reyes de la corte más sabia de Europa".

Quien habla es Violet Moller, historiadora y periodista inglesa, autora de La ruta del conocimiento (Taurus). Su libro enhebra el hilo de la supervivencia de la cultura grecolatina a lo largo de la Edad Media, de refugio en refugio. De Alejandría a Bagdad, de Bagdad a Córdoba y Toledo, de Toledo a Salerno y Palermo en Sicilia y de Sicilia a Venecia, así hasta llegar a 1500, la época en la que la Europa cristiana se llenó de universidades y el conocimiento se convirtió en el centro de nuestra sociedad.

La ruta del conocimiento se puede explicar de una manera sencilla. Cada capítulo se refiere a uno de esos refugios: explica que condiciones políticas y económicas permitieron su esplendor y excepcionalidad intelectual y enumera quién acudió a cada ciudad, qué saberes trajo y cuáles recibió. Galeno aparece por Alejandría, Gerardo de Crémona, por Toledo, Ishaq ibn Hunayn, por Bagdad, Leoniceno, por Venecia...

¿Cuál es el común denominador entre los siete casos expuestos? En primer lugar, el comercio. "El conocimiento siempre va detrás del comercio, aprovecha las vías mercantiles. De hecho, muchos de los escolares que transmiten el conocimiento son comerciantes, las mismas personas. Y, aunque no tengan esa vocación intelectual, son cosmopolitas, curiosos, tolerantes...", explica Moller. "¿Sabe por qué se produce el empequeñecimiento de la cultura en la Edad Media? Porque, al caer el Imperio, el Estado ya no puede garantizar la seguridad del comercio y, sin comercio, se acaba el intercambio cultural".

El comercio es también la razón por la que el mapa de La ruta del conocimiento sea el de la Ruta de la Seda y el Mediterráneo, el mar navegable por el que siempre sobrevivió un canal de mercancías entre Oriente y Occidente. Sedas, especias, papel, acero, aceite, conservas...

Un dato: la biblioteca mejor dotada del mundo cristiano en la plena Edad Media era la de la Abadía de Chartres. Guardaba 400 libros. La de Bagdad tenía 400.000.

El otro factor que une a las siete ciudades retratadas por Moller es la tolerancia a la diversidad, una excepción en el tiempo en el que el monoteísmo se hizo fuerte en Europa y Oriente Próximo.

¿Por qué aquella tolerancia religiosa? ¿Fue una extravagancia maravillosa que resultó funcionar inesperadamente bien o había una lógica histórica detrás? "La tolerancia religiosa fue una solución pragmática. Por lo menos, para los árabes", explica Moller. "El imperio de los árabes creció tan rápido y alcanzó una extensión tan inmensa (desde el Himalaya hasta el Atlántico) que sus dirigentes comprendieron que era imposible imponer una cultura y una religión a todos sus habitantes. De modo que se conformaron con poner un pequeño impuesto a la población no musulmana y beneficiarse de su cultura".

Por cierto: los conquistadores árabes que llegaron a Mesopotamia se sentían más toscos, menos sabios que sus colonizados. Algo parecido se puede decir de los normandos en Sicilia respecto a sus súbditos isleños, musulmanes o educados entre musulmanes. Y, cuando los Omeya se establecieron en Córdoba, también se nutrieron de la cultura de la población mozárabe y judía. Así, en las páginas de La ruta del conocimiento se cuenta la historia de Paulo Álvaro Cordubense, un erudito cristiano cordobés que se quejaba de que los intelectuales de su comunidad prefiriesen escribir en árabe.

El capítulo de Córdoba es el más atractivo para un lector español. Para empezar, porque su circunstancia política parece sacada de un cuento. Año 750: Abderramán, nieto del califa omeya de Bagdad Hisham ibn Abd alMálik, se ve atrapado en una lucha dinástica. Su bando es el perdedor y todos sus primos son ejecutados. Él huye milagrosamente, cruza a nado el Éufrates y vagabundea por todo el norte de África hasta llegar a Marruecos, donde se informa de la situación al otro lado del estrecho. Los árabes han conquistado la antigua Hispania pero su dominio del territorio aún es anárquico. Abderramán arma un ejército, lo lleva a la costa europea, vence en todas las batallas y unifica alAndalus. A partir de ese momento, su propósito consistirá en crear un nuevo califato cuya capital compitiera con Bagdad en poder político, sofisticación y prestigio intelectual: Córdoba.

"Diría que los logros científicos de Bagdad fueron algo superiores a los de Córdoba, pero no mucho. Y la rivalidad no significó que las dos ciudades se dieran la espalda. Para los jóvenes cordobeses cultos era habitual planear una especie de año sabático que consistía en viajar a Bagdad. Y tuvo mucho impacto la llegada a Córdoba de Ziryab, un cantante persa que se llegó a alAndalus para enseñar refinamientos a los cordobeses. Trajo la pasta de dientes, enseñó cómo usar los cubiertos, cómo tener buenos modales, cómo seducir a las mujeres...".

Hay otro patrón que se repite a menudo: los momentos de esplendor cultural de estas siete ciudades fueron efímeros: acabaron de pronto, de una manera traumática.

"En el caso de Alejandría no ocurrió así. Tenemos en la cabeza la idea un poco dramática del incendio de la Biblioteca de Alejandría y la derrota del conocimiento ante sus enemigos... Bueno, los incendios fueron reales, pero no fueron la causa de la desaparición de la Biblioteca", cuenta Moller. "En realidad, estoy segura de que la Biblioteca desapareció por negligencia y abandono".

En cambio, Bagdad, Córdoba y Sicilia perdieron su momento de un momento para otro. Un día caía un rey y su sucesor ya no era tan amigo del conocimiento. "El problema, casi siempre, era político. Hay que pensar que la estabilidad política actual no existía en la Edad Media", termina Moller.

Alejandría (400 d.C.):

La ciudad egipcia fue la capital intelectual del mundo durante mil años. No sólo fue refugio sino que funcionó como foco de creatividad, por lo que se impuso a su rival, Constantinopla.

Bagdag (750 d.C.):

Cuando los árabes llegaron a Oriente Próximo, hicieron suya la cultura mesopotámica y la potenciaron con una riqueza material nunca vista hasta entonces en toda la historia.

Córdoba (770 d.C.):

El afán de Abderramán de rivalizar con Bagdag en AlAndalus lo llevó a Córdoba. Parte de su éxito se debió a su capacidad de integrar a judíos y mozárabes en su proyecto.

Toledo (1050 d.C.):

El carácter de ciudad fronteriza entre alAndalus y los reinos cristianos permitió que Toledo fuera una ciudad bilingüe primero y la capital mundial de la traducción después.

Salerno (1100 d.C.):

Aún es un misterio saber por qué la ciudad siciliana se convirtió en el gran foco de investigación médica durante la Edad Media. La tradición griega, el buen clima y la posición geográfica ayudaron.

Palermo (1100 d.C.):

Los reyes normandos de la isla abrazaron la tradición griega y árabe de sus súbditos y aprovecharon su emplazamiento, en medio de las rutas comerciales del Mediterráneo.

Venecia (1204 d.C.):

La Segunda Cruzada otorgó a la comunidad veneciana un papel protagonista en la cristiandad. Las conquistas en el Adriático enriquecieron a la república y permitieron su esplendor cultural.

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