¿Por qué se están muriendo las abejas?
(Un texto de David Pérez en El Confidencial del 13 de enero de 2014. Aunque es un texto antiguo, desgraciadamente sigue teniendo vigencia -y no sé si han encontrado más causas-)
La población global de abejas está desapareciendo a marchas forzadas. Existen al menos tres causas objetivas que explican este gravísimo fenómeno.
Sin las abejas, encargadas de la polinización del cultivo, el almendro no florece; y en la última década, por la sinergia de varios factores catastróficos, tanto climáticos como sanitarios, se está produciendo una mutilación progresiva de la especie. Como en el principio de la novela de Pynchon, ha ocurrido otras veces pero ahora no hay nada con qué compararlo.
La ONU está preocupada. Teniendo en cuenta que un
75% de los cultivos del mundo dependen de la polinización de las
abejas y otros insectos, no es de extrañar que el organismo
encargado de la supervisión de la biodiversidad del planeta, el
IPCC, fundado en 2012, instase hace pocas semanas a los expertos a
documentar las causas científicas que las están matando. Los
índices de mortandad de hasta el 15% se consideran normales, pero
la media actual es del 30 por ciento llegando en las poblaciones
más críticas al 80%.
Viene de lejos, pero la noticia no salió del armario hasta que el
lobby de la industria de las almendras en Estados Unidos empezó a
airear el asunto. Estaban perdiendo millones de dólares y
necesitaban a las abejas. Por eso ahora se paga el alquiler de una
colmena a 150 dólares para la época de polinización, el doble de
su valor. En España, el precio ronda los 80 euros de media.
En ocasiones, el fenómeno se ha tratado como un misterio. Comenzó
a registrarse en 1999 y se conoce como síndrome de despoblación de
colonias (CCD, Colony Collapse Disorder), pero nada tiene que ver
con la abducción.
Además de factores locales, como las especies invasoras, existen
al menos tres causas globales objetivas que explican el fenómeno:
la varroa, un parásito que se extendió desde Asia en la segunda
mitad del siglo XX; el cambio climático, con máxima incidencia en
2004; y los neonicotinoides, una familia de insecticidas
comercializados de forma masiva por las multinacionales.
PRIMERA CAUSA: UN PARÁSITO DE NOMBRE 'VARROA'
En los 50, la Unión Soviética desarrolló un plan de expansión de
su agricultura. Entre otras medidas, los comunistas apostaron
decididamente por la apicultura. Tomaron una raza de abeja europea
y la llevaron a Asia para explotar la producción de miel en sus
zonas de influencia. Hasta 1964 no comprendieron que mediante ese
sencillo movimiento habían iniciado un efecto dominó.
Las abejas asiáticas estaban infectadas por la varroa. Ellas eran
inmunes, pero la raza europea no podía defenderse y fueron pasto
del parásito. "Cuando se dieron cuenta de la que habían armado ya
habían iniciado un comercio importante de reinas. Los rusos habían
introducido las abejas infectadas en los países de su órbita, como
Bulgaria a Rumanía", relata a Teknautas el biólogo Antonio Gómez
Pajuelo, miembro de la Asociación de Fomento de Congresos Apícolas
(AFCA). Precisamente en Rumanía comenzó a explotarse una especie
de abeja que inmediatamente obtuvo un gran éxito comercial.
Comenzaron a exportarse de forma masiva. En 1975, se detectó en
África una población de abejas con varroa. En los 80 el parásito
entró en Francia y Alemania; en España, lo hizo hacia el año 1985.
Pronto cruzó el Atlántico hasta Latinoamérica.
Es un parásito que chupa la sangre de las abejas. Debilita su
organismo y daña su sistema inmunitario; pueden desarrollar
cualquier enfermedad colateral. "La varroa es el mayor problema de
la agricultura en todo el mundo", agrega el experto.
SEGUNDA CAUSA: EL CAMBIO CLIMÁTICO
Su vínculo es tangenical, pero influyente. Tiene que ver con su
incidencia sobre las lluvias y, en consecuencia, sobre los
procesos de floración de que dependen las abejas para sobrevivir.
La esperanza de vida de una abeja es de cuarenta días. Les da
tiempo a volar una media de 800 kilómetros y para que puedan
hacerlo la temperatura idónea debe rondar los catorce grados
centígrados. Por eso en invierno no deberían volar, aunque lo
hacen porque en otoño no han podido acumular suficientes reservas.
En general, existen colmenas con poblaciones desde 25.000 a 45.000
abejas. El número oscila a lo largo del año: crece en primavera y
otoño y disminuye en verano e invierno, en función de factores
como el clima, la calidad de la reina o los nutrientes a su
disposición en el entorno. En ese sentido, su alimentación depende
directamente de la floración, proceso que está siendo modificado
de forma radical.
"La renovación de las abejas es como la piel, las células nuevas
sustituyen a las muertas. Las abejas que nacen en otoño en
invierno no vuelan porque necesitan que caliente el sol. Una
colmena sobrevive bien al invierno cuando ha habido una buena
floración en otoño y obtienen el néctar suficiente. Si una colmena
ha gozado de una buena floración y entra en invierno con abejas
jóvenes puede aguantar, pero ahora en las floraciones de otoño no
llueve lo que tendría que llover, o llueve mal, con grandes
diluvios en septiembre, y eso no sirve", sostiene Gómez Pajuelo.
Según la NASA, el último gran despunte del calentamiento global se
produjo entre 2004 y 2005, con temperaturas históricas, etapa que
coincide con los máximos registros de muertes de abejas en el
mundo. Al no existir una floración adecuada, las colmenas entran
en el invierno con abejas demasiado viejas, incapaces de superar
la estación fría.
"Cuando llega el frío se hacen una pelota y permanecen quietas. Se
dejan preparadas en otoño, pero cuando el apicultor va a ver la
colmena pasado el invierno, se encuentra que no hay nada. No han
desaparecido por ciencia infusa. Obligadas a salir en invierno
para alimentarse, ante la ausencia de reservas, se mueren de
viejas o de frío. Las abejas no son elefantes y se pierden en el
campo", apunta el biólogo. La mortandad en una colmena por causas
relacionadas con el cambio climático puede ascender en los casos
más críticos al 80 por ciento.
TERCERA CAUSA: LOS NEONICOTINOIDES
Se trata de una familia de insecticidas introducidos en el mercado
en los 80. Reciben este nombre porque tienen un efecto similar al
de la nicotina, que actúa sobre el sistema nervioso. Existe una
política global para prohibir los neonicotinoides más peligrosos,
pero su uso ha sido tan masivo que se ha iniciado un efecto dominó
de residuos que ha afectado de forma dramática a las abejas.
"Afecta al sistema nervioso de las abejas. Su control térmico
disminuye, por ejemplo. No las mata directamente, pero las
desorienta y no saben regresar a su colmena", señala Gómez
Pajuelo.
Fueron dos multinacionales, Bayer y Syngenta, quienes comenzaron a
comercializar un tipo de semilla blindada, impregnada con
fertilizantes y neonicotinoides. Su función era prevenir las
plagas, pero ha terminado por convertirse en una arma de
destrucción masiva de las poblaciones de polinizadores. Durante
décadas se han vendido semillas de este tipo en todo el mundo,
sobre todo de maíz, soja y colza.
No se trata de cultivos que polinicen directamente las abejas,
pero se ha demostrado que pueden contaminar la tierra e
impregnarla durante años, de tal forma que cuando se renueva el
cultivo, como ocurrió en Francia con los girasoles, llega a las
nuevas generaciones de plantas. "Los agricultores franceses se
levantaron porque las poblaciones de abejas que polinizaban el
cultivo estaban desapareciendo. El ministerio de agricultura creó
un comité de sabios y en 1999 se prohibió un tipo de un
neonicotinoide, el Gaucho". En Europa, desde el 1 de diciembre de
2013, y durante un período de de dos años, la autoridad europea de
seguridad alimentaria (EFSA) ha prohibido la venta de este tipo de
semillas blindadas. "En Estados Unidos de momento no se ha
seguido. Aquí la restricción ha dañado a las multinacionales y
están trasladando sus oficinas a América. Creo que dos años no son
suficientes para recuperar la tierra".
"Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre
sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay
polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres", dijo Albert
Einstein. Además de un grave daño al sector de la agricultura a
nivel global, la desaparición masiva de abejas puede causar a
medio plazo la disminución y el encarecimiento de los alimentos en
el mundo.
Etiquetas: Sobre plantas y bichos
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