Hotel Zenobia (Palmira, Siria)
(Un texto de Alfredo Taján publicado el 17 de julio de 2011 en el Diario Sur. Yo estuve en ese hotel hace un montón de años, y no sé si la guerra o los elementos que pululan por ahí lo habrán dejado en pie, pero me apetecía recordarlo).
El Hotel Zenobia, situado en la ciudad siria de Palmira, abrió sus puertas en 1930. Sus propietarios fueron Marga y Pierre D'Andurain, una extraña pareja. Al principio todo marchó a las mil maravillas. Y es que hacía falta un hotel en condiciones para que los nómadas de lujo que llegaban a la ciudad siria de Palmira pudieran admirar la capital que se enfrentó al Imperio Romano. El hotel se llamó Zenobia, en honor a la reina-regente que comandó aquella rebelión contra las legiones del emperador Aureliano en el lejano siglo III. Pero la Zenobia que nos interesa es su sucesora, la propietaria del hotel, la condesa Marga D'Andurain (1893-1948).
Nada más llegar a Palmira los DAndurain reafirmaron su condición de 'raros', acercándose con una doble moral a los beduinos, y ellos les respondieron con una confianza que causó escándalo. Quien siempre llevaba la iniciativa era Marga, de origen vasco, con un pasado azabache que velaban sus corteses y distantes modales. La biografía de la 'empresaria' no tenía desperdicio: a los siete años su familia la hizo exorcizar en la catedral de Bayona a causa de los ataques de ansiedad que sufría la niña. Muy pronto Marga prefirió Francia y allí empezó su existencia oscilante: sus contactos con la alta sociedad la llevaron a dominios ultrasensibles y perversos. Quienes la conocieron en aquella época afirman que su posterior desequilibrio se constituyó en esas noches perpetuas de la Francia de entreguerras.
En 1919 Marga había contraído matrimonio con su primo Pierre D'Andurain, narcisista y profundamente ambiguo. No tenían título, pero ellos lo inventaron y se auto titularon Condes D'Andurain ante la estupefacción del almanaque Gotha europeo. No tuvo la menor importancia porque era tal la presencia del matrimonio que nadie objetó nada. Pero volvamos al Palmira: muy poco después de su inauguración el Hotel Zenobia se hizo famoso entre la alta sociedad europea, y entre algunos escritores y artistas exóticos. Véase Ágatha Christie que con su esposo Max Mallowan pasaron largas temporadas en la habitación número ciento dos. La leyenda cuenta que Ágatha escribía con una fina capa de arena sobre el rodillo de su máquina de escribir que la acompañaba a todos los sitios, y que no le causó ningún problema acabar allí su relato Asesinato en Mesopotamia, sino todo lo contrario, le inspiraban los granos de arena caídos en sus hojas vírgenes.
También otros personajes importantes sucumbieron a la magia del hotel, primoroso vestíbulo de las ruinas doradas de Palmira; de la realeza acudieron María de Rumanía y Alfonso XIII, de la dramaturgia, Jean Giradoux, la viajera Anne Marie Scharzenbach aseguró que era su hotel predilecto, del cine, Walt Disney, que llenó allí bolsas de arena para copiar en sus carpetas de dibujos el color más parecido «a ese amarillo que se escapa a la mente».
El negocio hubiera ido sobre ruedas si una mezcla de maldición y mala suerte no se hubiera cebado con Marga D'Andurain. Ya arrastraba pésima fama cuando llegó a Damasco en 1926. Se contaba que el salón de belleza que había abierto en El Cairo, años atrás, llamado Mary Stuart, no era más que una tapadera del espionaje británico y que la condesa D'Andurain ejercía allí el espionaje para los ingleses, además, se le añadió un amante harto improbable, el coronel Thomas Stern Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia; en realidad ya había empezado a aflorar una parte oscura en torno a ella: su notoriedad como envenenadora fue jaleada por las cancillería francesa en Damasco. Ese aura, cierta o no, la persiguió hasta su muerte. No lo creerán, pero hacia 1930 ya se le computaban a la condesa veinticinco cadáveres.
En 1937 su marido Pierre fue brutalmente asesinado en las cercanías del Hotel Zenobia. Ella se había divorciado en 1933, pero se había vuelto a casar con Pierre meses antes de su asesinato. La razón del divorcio se basó en que Marga deseaba contraer matrimonio con un beduino que iba a viajar a la Meca. Se cumplieron sus deseos: acompañó al beduino, se vistió de hombre y fue la primera mujer que pisó el interior de aquel templo sagrado. Lo consiguió, pero fue capturada y sufrió cautiverio en un harén durante tres años. Rescatada "in extremis", recompuesta su relación con su marido, la muerte de este la dejó sin aliento, y lo que es peor, sin cómplice.
La Condesa decidió volver a Europa, el Hotel Zenobia quedó en manos de un gerente armenio mientras ella, establecida en París, vendía opio a los nazis invasores de la capital y se dedicaba al tráfico y a los crímenes: está probado que dejó morir a su sobrino después de haberle propinado una buena dosis de un tóxico letal. La decadencia de Marga D'Andurain fue terrible: como una orquídea feroz, resplandeciente, apestosa, resurge en 1947, vende el Hotel Zenobia a una conocida familia de Palmira, los Assad, cuyos descendientes son aún hoy los propietarios. El actual hotel funciona todavía con el nombre de Hotel Zenobia Cham de Palmira, y ofrece muy buenos servicios.
Y ustedes se preguntarán cómo acabó su fundadora. Escondida en los escondrijos de una vida atroz, la condesa D'Andurain, que emanaba una dulzura cadavérica y a la que ya nadie requería, fue asfixiada en un yate en el puerto de Tánger por otra extraña pareja con la que se dirigía a alta mar para adquirir unos lingotes de oro provenientes del Congo, con los que traficar con la jet tangerina, tan internacional como putrefacta.
No dirán que con Marga DAndurain no se cumple la máxima de que «la realidad supera la ficción», construir para destruir, y viceversa.
Etiquetas: Sitios donde perderse
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home