Hospitalidad beduina
(Cuento sobre la hospitalidad extraido de un artículo de Claudio Coelho en el XL Semanal)
Dos hombres estaban cruzando el desierto cuando avistaron la tienda de un beduino y se aproximaron para pedir abrigo. Aunque eran unos desconocidos, fueron recibidos según manda el código de conducta de los nómadas: se sacrificó un camello y se sirvió su carne en una espléndida cena.
Al día siguiente, puesto que los huéspedes continuaban allí, el beduino ordenó que se sacrificase otro camello. Los dos hombres, asombrados, dijeron que aún sobraba muchísima carne del día anterior.
–Sería vergonzoso ofrecer comida vieja a mis huéspedes –se limitó a responder. Al tercer día, los dos extranjeros despertaron temprano y decidieron continuar su viaje. Como el beduino no estaba en casa, le dieron cien dinares a su mujer, sin dejar de pedir disculpas por no poder esperar, puesto que si se entretuviesen mucho allí, el sol terminaría quemando demasiado.
Ya llevaban caminando unas cuatro horas cuando escucharon una voz que los llamaba a sus espaldas. Se dieron la vuelta y vieron que era el beduino, que los venía siguiendo, y en cuanto los alcanzó, arrojó el dinero en el suelo frente a ellos.
–¡Con lo bien que yo os recibí! ¿Es que no tenéis vergüenza?
Los extranjeros, sorprendidos, dijeron que sin duda los camellos debían de valer mucho más que eso, pero que no tenían mucho dinero.
–No me refiero a la cantidad –respondió–. El desierto acoge a los beduinos allá donde vayan, y nunca nos pide nada a cambio. Si tuviéramos que pagar por ello, ¿cómo podríamos vivir? Recibiros en mi tienda es devolver apenas una pequeña parte de lo que la vida nos ha regalado.
Etiquetas: Cuentos y leyendas
1 Comments:
La gratitud no tiene precio.
No hace falta ser sabio para ser agradecido.
Es una anécdota beduina muy sabia,como tantas otras.
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