Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

sábado, abril 24

Un rey gordo

(Un artículo de Jesús Hernández, aunque no me acuerdo dónde lo leí)

Un rey a dieta, medida que, por lo visto, surtía más efecto que las hierbas, los potingues y las dietéticas varias. Ayuno y abstinencia. De todo. Su reino, el de León, bien valía ese duro sacrificio, aunque las tripas rugiesen como fieras. Sancho I "el Craso" (935-966), hijo de Ramiro II, monarca que gustaba de frecuentes estancias con la corte en Zamora, y de Urraca de Navarra, padecía una grave obesidad (¿hidropesía?), que le impedía dar un paso. Perdió la confianza de sus vasallos y el trono por su extrema gordura. Por consejo de su abuela Toda se confió a Abderramán III, el califa cordobés, y un médico árabe le hizo adelgazar de manera drástica. Recuperó las fuerzas propias, obtuvo otras ajenas -la cooperación de un ejército musulmán- y se dirigió a Zamora.

«La situación creada por la prematura muerte del rey Ordoño II en la ciudad de Zamora, en la que no sabemos si aquélla le sucede cuando preparaba alguna reacción contra los musulmanes o simplemente se encuentra residiendo en ella», escribe la profesora María Luisa Bueno en "Zamora en el siglo X", «abre un nuevo periodo de tensiones domésticas, o más bien políticas, que inciden de alguna manera en la ciudad del Duero». Sancho I accedió el trono con el apoyo de Navarra y Castilla. Su comienzo constituyó «un cúmulo de errores», puesto que rompió la tregua con los musulmanes «al negarse a llevar a cabo la entrega o desmantelamiento de las fortalezas exigidas a su hermano»: las situadas en la línea del Duero. Los cordobeses derrotaron al leonés y se acrecentó la inquietud de la nobleza del Viejo Reino, siempre tan suya, que menospreciaba al monarca por su adiposidad.

Sancho I "el Craso", que sucedió a su hermano Ordoño II -antes le había disputado el trono al excelente monarca-, fue coronado en el año 956. Su gordura no le permitía hacer empleo de las armas. Y sólo así, en aquellos días, se acreditaba el valor. No cabía suponerlo. Precisaba ayuda para casi todo. No podía ponerse al frente de su ejército. Porque no se sostenía firme en el caballo y porque movía a la (soterrada) burla su cómica y trágica situación.

La historiografía zamorana señala que Sancho I "el Craso" «tuvo que abandonar sus reinos y refugiarse en Pamplona, porque Ordoño, hijo de Alfonso el Monje, le disputaba la corona, como él se la había disputado a su antecesor, ayudado por el inquieto Fernán González», conde levantisco y conspirador. Leoneses y castellanos estaban de acuerdo en la inutilidad del monarca gordinflón. Era el año 958. Sólo le quedaba un refugio: Navarra, donde su abuela Toda, hábil reina, dirigía la vida y las existencias. Pronto salió a relucir su destreza. Así, ideó una trama para situar a su nieto otra vez en el trono. Miró al sur: Córdoba, el Califato, Abderramán III. Y solicitó su ayuda. Interés por interés. Interés con interés se paga. Así se establecen las alianzas políticas. Y, a veces, las otras.

Toda, viuda del rey Sancho Garcés, mujer de notable talento -lo demostró durante el largo periodo de regencia- y energía, se propuso reivindicar a su nieto y, con eso, recuperar el trono perdido. Y comenzó -la imagen ya contaba mucho- por el aspecto: había que corregir la traza, la presencia, el porte?, porque la pinta no era de empaque, de alcurnia. Recio en su interior y, también, en su exterior. Pensó en Córdoba, donde la ciencia prosperaba a mediados del siglo X. El Califato era un foco cultural. La anciana reina envió sus correos, quienes expusieron sus propósitos. Abderramán III vio la posibilidad de intervenir directamente en la política de los reinos cristianos de la península? y despachó a Hasday Ibn Shaprut, médico y diplomático, judío de amplia fama. Su diagnóstico: la cura debía realizarse en Córdoba. A cambio, el Califa respaldaría militarmente a Sancho I y éste daría el control de las diez plazas fuertes situadas en la frontera del Duero. No era poco lo que se pedía, pero se concedió.

Del norte al sur, de Pamplona a Córdoba. Había que ponerse en camino. Los años no arredraban a la reina navarra, que se acompañaba de un amplio séquito: caballeros, damas, sirvientes? Dos fines: tratar la obesidad de Sancho I -¿cómo realizó el viaje?, ¿acaso lo hizo a pie?- y sellar el pacto. El régimen impuesto al rey sin corona fue severísimo: cuarenta días de infusiones, a base de no se sabe qué hierbas. Sólo líquidos, que debía tomar siete veces cada jornada. El monarca depuesto no podía ni con el alma. Los vómitos y las diarreas, que se sucedían continuamente, le hicieron bajar de peso. Le dejaron, al fin, sin fuerzas pero magro. Curado.

Ya no era aquel hombre fofo. La dieta había hecho maravillas. Quedaba cumplir, sin embargo, con la segunda parte del acuerdo. A sus órdenes, un aguerrido ejército cordobés. El objetivo: conquistar Zamora. Después de «obtenida su curación y de serle devueltos por el saber de los médicos árabes la agilidad y energía de los primeros años, el Califa puso a su disposición» una tropa disciplinada, con la cual, y «colocado a su cabeza, recuperó el trono? Zamora y tras ella las más importantes ciudades le abrieron sus puertas, volviendo a la gobernación», escribe Ursicino Alvarez en su "Historia General, Civil y Eclesiástica de Zamora".

Ibn Jaldún, historiador y filósofo árabe, de origen andalusí, señala: «Sancho llegó a Córdoba en busca de ayuda, y, habiéndola conseguido, se apoderó de Zamora». Y prosigue: «hizo ocupar esta ciudad por sus auxiliares musulmanes». Sancho "I el Craso", que se olvidó de lo acordado con Abderramán, falleció en el 967, tal vez envenenado -tan frugal, pero mordió una manzana y?-, en Galicia. En Zamora, había contado con apoyos y partidarios. Aquí asentó la corona en su testa. Ahora lo cuenta "El legado de Al-Andalus en Castilla y León". Hace mucho lo habían relatado cronistas e historiadores.

Zamora se constituye «en residencia de los reyes leoneses durante buena parte del siglo X, en ella pasan temporadas largas, desde ella proyectan sus correrías hacia el sur, a ella vuelven como retaguardia segura tras las incursiones y las batallas en territorio islámico y en ella enferman y mueren varios de ellos. Zamora se hace corte a la par que comienza a presentar rasgos de ciudad», según ha estudiado Salustiano de Dios. Se encontraban a gusto. Residencia: para el descanso acogidos a la fortaleza que daba seguridad, para la cura de la enfermedad y la espera de la muerte. También para el nacimiento regio, que alumbra alegría y fiesta. Y algunos monarcas no lo olvidaron. Su origen o su prolongada estancia en la urbe les movió a las concesiones.

Sancho I "el Craso" no fue de aquellos. Tampoco dispuso de mucho tiempo. Su reinado, dividido en dos etapas, duró ocho años: de 956 a 958 y, después, de 960 a 966... Para este rey, la comida siempre fue como un veneno.

Etiquetas: