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domingo, abril 3

Ponche reconstituyente

(La columna de Martfin Ferrand en el XLSemanal del 25 de noviembre del 2007) Emilia Pardo Bazán –de La Coruña, naturalmente–, a quien las feministas debieran honrar debidamente, supo simultanear con brillantez su trabajo como escritora, su dedicación a la mejora de la situación de la mujer y su condición de gran y apasionada amante. ¿Hay quien dé más? Su relación con Benito Pérez Galdós echa fuego cuando se revive en sus testimonios y les enriqueció a los dos, y sus amores con Lázaro Galdeano fueron tan tórridos que para sí los quisieran los horripilantes programas del corazón que sirven a granel nuestras televisiones. En 1895 cuando, ya instalada en el pazo de Meirás, había cumplido los 44 años, vivió un apasionado romance con un jovencito de 23 tiernos años, Joaquín Vaamonde, un pintor también coruñés que volvió fracasado de América y que llegó a tener cierto éxito como retratista al pastel. El retrato que le hizo a ella es, por cierto, el mejor que se guarda de tan ilustre gallega. Se ha hablado mucho de la gastronomía erótica, que es cosa de poca consistencia; pero debe considerarse, por su mayor enjundia, la gastronomía reconstituyente. La Pardo Bazán, para reconstituir las fuerzas de su amante pintor, le suministraba un ponche cuya receta se incluye en uno de sus afamados libros de cocina. Para preparar un ponche a la romana, «batir juntamente, y un cuarto de hora, cuatro yemas (de huevo) y diez gramos de azúcar en polvo, y ciento veinticinco de manteca fina. Añadir luego cinco cucharadas cafeteras de ron, un poco de vainilla y un cuarto de litro de nata batida». Servir frío. Habrá que probar, Vaamonde se ponía como una moto con el brebaje.

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