Lo fue. El Concilio de Aquisgrán –en el año 917– dictaminó que "la tortilla era carne, ya que se hacía con el embrión de un animal" y, por tanto, condenó su consumo durante el ayuno cuaresmal, recuerda Pancracio Celdrán en su Historia de las cosas. Pese al dictamen, "siguió siendo materia opinable". La disputa gastro-teológica no se zanjó hasta 1553, cuando el papa Julio III declaró al fin que la tortilla era una alimento válido para los días de vigilia e incluso para la Cuaresma. "Al parecer era una entusiasta de la tortilla de cebolla", añade Celdrán.