John Steinbeck, el cronista de la Depresión I
(Un artículo de Manuel Hidalgo en El Mundo del 20 de abril, en el apartado "Galería de imprescindibles")
"Los mejores planes de ratones y hombres/ a menudo se frustran/ y no nos dejan más que sufrimiento y dolor/ por el gozo prometido". La lectura de estos versos del poeta dieciochesco escocés Robert Burns determinó que John Steinbeck titulara finalmente, en 1937, su novela corta De ratones y hombres, escrita en tres actos e íntegramente en forma de diálogos, esto es, pensada para su adaptación al teatro, cosa que ocurrió de inmediato. Hoy, sin provenir de un dramaturgo, es uno de los clásicos teatrales del siglo XX, varias veces llevado al cine.
Después de varios tanteos notables -en
especial, Tortilla Flat (1935), su mejor obra para algunos-, John
Steinbeck abordó con De ratones y hombres los contenidos, el estilo y el
punto de vista que identificarían para siempre lo fundamental de su
producción novelística: la aproximación al mundo de los trabajadores y
desfavorecidos con una mirada humanista de implícita denuncia y bajo los
cánones de un cierto naturalismo entendido a su modo. Sus antagonistas
dirán que Steinbeck pecó de verbosidad y de una utilización excesiva del
lirismo y la sentimentalidad.
Esta veta de su creación
literaria alcanzó su culminación con Las uvas de la ira (1939), la
triste historia de unos emigrantes de Oklahoma -okies, se les llamaba-
que cruzan el país para tratar de encontrar una tierra prometida -nueva
decepción- en California. La novela, basada en artículos periodísticos
del propio Steinbeck, obtuvo el Premio Pulitzer y fue rápidamente
llevada al cine por John Ford. De Tortilla Flat a Las uvas de la ira y
otras, el viaje y la carretera, Steinbeck de puente entre los pioneros
de la conquista del Oeste y la literatura beat de Jack Kerouac.
La década de los 30 estuvo
marcada en EEUU por las consecuencias de la Depresión y también por las
sucesivas presidencias del demócrata Franklin D. Roosevelt y su New
Deal, o sea, por el intento de reconstruir el país sobre políticas
sociales y progresistas, de las que Steinbeck fue partidario.
El éxito le reportó a Steinbeck
un aluvión de rechazo y problemas. Las fuerzas conservadoras
-terratenientes y banqueros- rechazaron sus libros, que también fueron
prohibidos en algunos estados -sobre todo, en bibliotecas y colegios
públicos- bajo la acusación de contener un lenguaje soez y, en el caso
de De ratones y hombres, con el pretexto de apología de la eutanasia,
delirante interpretación del desenlace de la obra. El FBI de Hoover lo
puso bajo seguimiento con la falsa suposición de pertenencia al Partido
Comunista.
Además, la conexión de Steinbeck
con el periodismo y con el cine provocó una rebaja de sus méritos por
parte de ciertos críticos literarios puristas. Fue el caso de Edmund
Wilson -véase su Obra selecta, en Lumen-, que lo alabó con muchas
reticencias y pegas y tardó mucho en admitir su grandeza. Wilson, a
propósito de Las uvas de la ira -que calificó como «novela de
propaganda»-, llegó a decir que Steinbeck «ha aprendido de la pantalla»
-¡lo peor!- y, todavía más grave, que escribía pensando en Hollywood.
Eso no pareció afectar a los académicos suecos, que le concedieron el
Premio Nobel de Literatura en 1962.
(Mañana sigo)
(Mañana sigo)
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