El duelo que costó un trono
(Extraído de un texto de Luis Reyes en la revista Tiempo del
16 de abril de 2010)
DEHESA DE CARABANCHEL, MADRID, 12 DE MARZO DE 1870 • El
duque de Montpensier mata en desafío al infante Enrique de Borbón y pierde la
posibilidad de ser rey de España.
Los dos duques llegaron a la escuela
de tiro de la Dehesa de Carabanchel vestidos con la reglamentaria levita negra.
Sus padrinos habían discutido las condiciones del duelo con el ritual
acostumbrado en aquellos lances de honor, esclavos de una etiqueta
caballeresca. Se estableció que dispararían alternativamente, sorteándose el
orden y la colocación; se fijó la distancia, 9 metros, marcada por dos
piquetes.
El día de antes habían comprado dos
pistolas de duelo en Ormaechea, el armero vizcaíno, se comprobó que no habían
sido usadas, que estaban en buenas condiciones y se permitió probarlas a los
duelistas. El duque de Sevilla no se había molestado en practicar el tiro,
parece que el de Montpensier sí lo había hecho las dos tardes de antes. Como
tenía defectos de visión, se le autorizó a usar gafas, según recoge el acta.
Le tocó disparar primero al duque de
Montpensier, que erró el tiro; también falló el de Sevilla. El honor ya estaba
a salvo, pero al contrario que en otros duelos que se consideraban así
resueltos, habían establecido que seguirían disparando hasta que se hiciera
sangre. Montpensier hizo pues el tercer disparó de la mañana, con la fatalidad
de que impactó justo en la frente de su adversario. El duque de Sevilla cayó
por tierra, muerto.
El ganador del desafío fue por tanto
Antonio de Orleans, hijo pequeño del ex rey Luis Felipe de Francia, infante de
España por su matrimonio con doña Luisa Fernanda, hermana de la reina Isabel
II... y desde hacía 24 años pretendiente por diversos medios al trono español.
Pero esa victoria sería en realidad
la mayor derrota de su vida, por la identidad del muerto. El duque de Sevilla
era don Enrique de Borbón, infante de España por nacimiento y no por matrimonio,
nieto de Fernando VII y hermano del rey Francisco de Asís, el marido de Isabel
II. Montpensier había derramado sangre real española y eso le despojaría de
todas las posibilidades de reinar en la Corte de Madrid.
El duque de Montpensier había nacido
en Neully, cerca de París, en 1824 y era el quinto hijo de Luis Felipe de
Orleans, que se convertiría en el rey burgués de los franceses tras la
Revolución de 1830. Dedicado a la milicia desde muy joven, había combatido
valientemente en la conquista de Argelia, siendo incluso herido en combate.
Cuando tenía 22 años, su padre intentó casarlo con Isabel II, lo que le hubiera
convertido en rey de España, pero Inglaterra no podía permitir que Francia y
España formasen un bloque continental y amenazó con una guerra.
El candidato de Galdós.
Como premio de consolación, el duque
de Montpensier se casó con la hermana pequeña de Isabel II, Luisa Fernanda. Fue
una desgracia histórica, pues la política española habría sido muy distinta si
Isabel II, en vez de casarse con un pusilánime clerical y reaccionario como
Francisco de Asís, a quien despreciaba porque era incapaz de darle satisfacción
sexual, lo hubiera hecho con un hombre de valor, carácter y virtudes cívicas
como Antonio de Orleans. Pérez Galdós lo dice muy claro:
“Todos los males de la patria
provenían del matrimonio de la reina. Habría sido muy acertado casarla con
Montpensier, que era gran príncipe, un político de talento y el hombre más
ordenado y administrativo que teníamos en las Españas [...] Si viniera una revolución
gorda y hubiera que cambiar la monarquía, ninguno como ése para hacernos andar
derechos y ajustarnos las cuentas; créanlo, ninguno como ese Montpensier”.
Todavía le quedaron esperanzas a
Montpensier de ser, si no rey, al menos regente, de manejar la monarquía
española, pues pronto estuvo claro que Francisco de Asís era incapaz de hacerle
un hijo a Isabel II. La corona pasaría por tanto a la hermana de la reina o a
los hijos que tenía con Montpensier. Sin embargo, Isabel II remedió las
carencias maritales teniendo, con varios amantes, hijos oficialmente legítimos.
Perdida pues esta segunda
oportunidad, a Montpensier no le quedaba otra que conspirar contra Isabel II,
hacerla caer del trono y postularse como sustituto. Le pillaron financiando lo
que sería la Revolución Gloriosa de 1868 y hubo de exiliarse en Portugal hasta
la caída efectiva de Isabel II. Entonces regresó y empezó la campaña por su
candidatura al trono vacante.
No tenía malas opciones: con él
sería reina de España la otra hija de Fernando VII, Luisa Fernanda, y tenía el
apoyo del general Serrano, uno de los hombres fuertes de la Revolución del 68,
el vencedor de Alcolea y jefe del primer Gobierno provisional.
Desgraciadamente, un simple artículo de prensa se cruzó en su camino. Lo había
publicado en La Época el infante don Enrique, hermano del ex rey Francisco de
Asís, denunciando las maniobras para ocupar el trono español de “el duque
francés”.
No parece objetivamente un grave
insulto, pero Montpensier se lo tomó como tal por el tono y las intenciones y
sintió la necesidad de reivindicar su honor ultrajado. En la época los
caballeros resolvían esas cuestiones en duelo.
Un mes de arresto.
La desgraciada muerte de don Enrique
conmocionó a España y a toda Europa. Dado el carácter de militar de Montpensier
–Isabel II le había nombrado capitán general- se le formó consejo de guerra.
Como solía hacer la Justicia en los casos de duelo, se determinó que la muerte
del infante había sido “accidental”, y a Montpensier le impusieron un mes de
arresto.
Pero el auténtico juicio tuvo lugar
en las Cortes a finales de año. Cuando el 16 de noviembre de 1870 las Cortes
Constituyentes votaron quién debía ocupar el trono español, el “duque francés”
sólo obtuvo 27 votos, frente a los 191 del candidato del general Prim, el
príncipe italiano Amadeo de Saboya.
El berrinche del duque de
Montpensier fue tal que se negó a reconocer al nuevo rey, perdió su grado de
capitán general y fue desterrado a Baleares, aunque volvería a Madrid al ser
elegido diputado por San Fernando (Cádiz). Aquí volvió a conspirar contra
Amadeo, como había hecho contra Isabel II, y algunos señalaron su mano como la
que pagó a los asesinos del general Prim. El más probable ejecutor del
magnicidio, el republicano Paúl y Angulo, acusaba a Montpensier de haberlo
orquestado, aunque es muy posible que mintiese interesadamente.
Todavía se acercó, aunque
indirectamente, al trono de España cuando el joven Alfonso XII, nuevo soberano
repuesto después de los fracasos de Amadeo y la I República, sintió un flechazo
de amor por la hija de Montpensier, María de las Mercedes. Pero tampoco tuvo
suerte. La desgraciada Mercedes solamente vivió seis meses y un día tras la
boda. Y aunque Montpensier lo intentó, Alfonso XII no quiso casarse con otra de
las hijas del “duque francés”.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia
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