¿Por qué es mejor podar y trasplantar en enero y febrero?
(Un texto de David Navarro en el Heraldo de Aragón del 31 de
enero de 2015)
Para algunos jardineros, los trabajos se realizan en verano:
consideran que las bajas temperaturas y el exceso de humedad del invierno afectan
al delicado sistema radicular (en el caso de los trasplantes) o en las heridas
de la poda. Sin embargo, cada vez son más los que prefieren el mes de enero y los
primeros días de febrero para reorganizar el jardín o la terraza, y eso se debe
a que es ahora cuando la planta tiene un menor nivel de actividad.
Un trasplante es el momento más difícil para un vegetal,
cuya existencia se basa en nacer y crecer en el mismo sitio. Cambiar de lugar supone
la rotura de muchos pelos radicales (por donde absorbe los nutrientes) y
necesitará varias semanas para recuperarlos. Si se rompen [en enero o febrero],
tiene tiempo de sobra, porque no ha de llevar tanta agua y sales minerales a
las hojas. Lo mismo sucede al podar: en este estado de letargo, la actividad es
mucho menor y la planta no ha de realizar apenas la fotosíntesis. Si quitamos
una rama en verano, cuando necesita tanta energía para florecer o reproducirse,
la dejarnos sin parte del alimento y se puede resentir.
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