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jueves, enero 5

La integración racial de los Reyes Magos



(Un artículo de Luis Reyes en la revista Tiempo del 8 de enero de 2013)

Praga, entre 1360 y 1370. Por primera vez se representa a uno de los Reyes Magos con las facciones de un africano.

Los Reyes Magos están presentes en el arte desde los primeros tiempos del cristianismo, cuando todavía era una secta perseguida por los emperadores romanos que se reunía en lugares ocultos y secretos, las catacumbas. En la catacumba de Priscila, en Roma, hay frescos del siglo II-III en los que por primera vez aparecen los tres “magos de Oriente” de los que habla San Mateo en su Evangelio.

San Mateo no dice en realidad que sean tres, da muy pocos detalles de estos altos dignatarios venidos de lejanos países a adorar al Niño a Belén, aunque sí especifica que le trajeron presentes de oro, incienso y mirra. Estos tres regalos inducen a creer que fueron tres los personajes, y así se han representado casi siempre en Occidente. En las iglesias orientales, sin embargo, se prefería pensar que eran doce, un número altamente simbólico, pues era el de las tribus de Israel o el que Cristo quiso para los Apóstoles.

Los Reyes Magos de la catacumba de Priscila eran de aspecto bastante distinto al que ha quedado como convencional en el arte posmedieval. Más allá de las fronteras asiáticas del Imperio Romano, la principal cultura era la persa, cuyos astrólogos o magos gozaban de fama, y por eso, durante los primeros siglos, los Reyes fueron representados como personajes distinguidos persas, con pantalones ajustados y gorros frigios; no portaban coronas porque en realidad todavía no se les consideraba reyes, eso fue quizá un invento de Tertuliano, del siglo III. Así aparecen en el mejor ejemplo de la antigua iconografía que ha llegado a nuestros días, los soberbios mosaicos bizantinos de San Apolinar de Rávena, del siglo VI.

En San Apolinar se personaliza a los tres magos y cada una de las figuras lleva su nombre: Gaspar es un anciano de blancos cabellos; Melchor, un joven imberbe; Baltasar, un hombre maduro de negra barba. En el Evangelio hay un afán de dar universalidad a la adoración del Niño en Belén, y si los pastores que acudieron los primeros al Portal representaban al pueblo judío –el pueblo elegido- y a la gente humilde, los magos encarnaban a los poderosos y a los gentiles de todo el mundo, que también entrarían en el cristianismo. Con la representación de las tres edades del hombre se complementaba esa simbología universal.

Lo que no hay todavía es diversidad racial, los tres son blancos, arios puros como correspondía a los persas, pues al fin y al cabo, como indica su nombre, la raza aria tiene su origen en Irán, que es el otro nombre de Persia.

La corte imperial.

El precedente del rey negro puede rastrearse en la torre de la abadía de San Zenón de Verona, donde se han descubierto unos frescos muy deteriorados del siglo XIII en los que aparece el emperador Federico II Hohenstauffen con negros en su séquito. Federico, pese a su apellido, era italiano de nacimiento y estuvo muy vinculado a Sicilia, corona que heredó de su madre a los 4 años. Sicilia, como España, había estado bajo dominación de los moros hasta su reconquista por los cristianos normandos. Quedaba por tanto en la sociedad y la cultura de Sicilia una importante huella árabe, incluida la presencia de esclavos, o descendientes de esclavos africanos.

Además, Federico II había estado en Oriente al frente de la VIII Cruzada y había recuperado Jerusalén mediante la diplomacia, lo que le dio nueva ocasión de contactos con la cultura musulmana, donde la presencia de esclavos negros era habitual. No era por tanto raro que llevase africanos en su séquito, aunque su presencia en San Zenón no responde solo a una representación realista, también tiene un carácter simbólico. Federico era llamado por sus exégetas Stupor Mundi, el Estupor del Mundo, reinaba sobre Alemania, el Mediterráneo y Oriente Medio, y el incluir negros en su séquito indicaba su soberanía universal. Otra vez aparece, por tanto, el afán de universalidad que es lo que llevará a introducir un africano entre los Reyes Magos.

El círculo imperial de Federico llevaría a Alemania la familiaridad con la gente de raza subsahariana, no resulta extraño por tanto que la primera pintura de los Reyes Magos en la que aparece el negro surgiera en la capital del imperio. Un sucesor de Federico II, el emperador Carlos IV, que previamente era rey de Bohemia, instaló la corte imperial en Praga a mediados del siglo XIV. Allí se dio durante medio siglo un espléndido desarrollo de las artes, considerado como una prefiguración del Renacimiento.
Fue en la ciudad bohemia, entre 1360 y 1370, cuando en el claustro de la abadía de Emmaus se pintó al fresco un amplio programa iconográfico de la vida de Jesús y numerosas escenas bíblicas, que incluían una Adoración de los magos con un rey negro.

La nueva moda pasó de Praga a Flandes, donde el arte de la pintura iniciaba el camino de la madurez con la invención del óleo, el medio fundamental para la representación de la imagen hasta el siglo XX. Allí, a partir de mediados del siglo XV, los maestros primitivos flamencos Van der Weyden, Derik Bouts, Memling o Van der Goes comienzan a introducir reyes negros en sus adoraciones, a veces más bien mulatos, aunque todavía no es algo obligado, y el más importante de los citados, Van der Weyden, tiene cuadros con y sin rey negro.

La raza de Cam.

No es casual que esta moda iconográfica coincida con la introducción en Europa de esclavos negros por los portugueses a partir de 1444. Portugal se había lanzado a la conquista de los mares en busca de la ruta de las Indias, a donde pretendía llegar contorneando África. Fueron descubriendo así tierras al sur del Sáhara desconocidas para los europeos de la Edad Media, llegando hasta la misma punta meridional del continente y doblando el Cabo de Buena Esperanza en 1487. Los navegantes portugueses atravesaron luego el Índico y alcanzaron la India en 1498, y Portugal se convirtió en una potencia mercantil que importaba a Europa artículos exóticos, incluyendo animales que jamás se habían visto –como el rinoceronte- y personas de raza negra, que aunque se conocían no eran corrientes.

La incorporación de un rey mago negro tenía un doble significado simbólico, siempre en la idea de que el cristianismo era la religión universal. Por una parte representaba a las tres partes del mundo, Europa, Asia y África –recuérdese que América no se descubriría hasta 1492–. Pero también aludía al conjunto del género humano, pues los únicos supervivientes del Diluvio Universal habían sido Noé y sus tres hijos (Sem, Cam y Jafet), de los que descenderían las distintas razas. Concretamente de Cam vendría la raza camita, que según la Biblia vive en África y es de piel negra.

Era en realidad una idea antigua que ya se había plasmado en la literatura –en los escritos de Beda el Venerable, del siglo VIII, se describe a Baltasar como “de tez morena”–, pero que tardó más en imponerse en la pintura. En Italia, la primera Adoración con rey mago africano la pintó Mantegna para la capilla del castillo de los Gonzaga de Mantua, entre 1462 y 1470. Pero en fechas muy posteriores, a finales de siglo, en un centro clave del arte como era Florencia, no aparecen negros. En la famosa Adoración de Boticelli que está en la Galeria degli Uffizi, los tres Reyes Magos son miembros de la familia Medici que, a diferencia de modas algo posteriores, no se codean con esclavos africanos.

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