La integración racial de los Reyes Magos
(Un artículo de Luis Reyes en la revista Tiempo del 8 de
enero de 2013)
Praga, entre 1360 y 1370. Por primera vez se representa a
uno de los Reyes Magos con las facciones de un africano.
Los Reyes Magos están presentes en el arte desde los
primeros tiempos del cristianismo, cuando todavía era una secta perseguida por
los emperadores romanos que se reunía en lugares ocultos y secretos, las
catacumbas. En la catacumba de Priscila, en Roma, hay frescos del siglo II-III
en los que por primera vez aparecen los tres “magos de Oriente” de los que
habla San Mateo en su Evangelio.
San Mateo no dice en realidad que sean tres, da muy
pocos detalles de estos altos dignatarios venidos de lejanos países a adorar al
Niño a Belén, aunque sí especifica que le trajeron presentes de oro, incienso y
mirra. Estos tres regalos inducen a creer que fueron tres los personajes, y así
se han representado casi siempre en Occidente. En las iglesias orientales, sin
embargo, se prefería pensar que eran doce, un número altamente simbólico, pues
era el de las tribus de Israel o el que Cristo quiso para los Apóstoles.
Los Reyes Magos de la catacumba de Priscila eran de
aspecto bastante distinto al que ha quedado como convencional en el arte
posmedieval. Más allá de las fronteras asiáticas del Imperio Romano, la
principal cultura era la persa, cuyos astrólogos o magos gozaban de fama, y por
eso, durante los primeros siglos, los Reyes fueron representados como
personajes distinguidos persas, con pantalones ajustados y gorros frigios; no portaban
coronas porque en realidad todavía no se les consideraba reyes, eso fue quizá
un invento de Tertuliano, del siglo III. Así aparecen en el mejor ejemplo de la
antigua iconografía que ha llegado a nuestros días, los soberbios mosaicos
bizantinos de San Apolinar de Rávena, del siglo VI.
En San Apolinar se personaliza a los tres magos y cada
una de las figuras lleva su nombre: Gaspar es un anciano de blancos cabellos;
Melchor, un joven imberbe; Baltasar, un hombre maduro de negra barba. En el
Evangelio hay un afán de dar universalidad a la adoración del Niño en Belén, y
si los pastores que acudieron los primeros al Portal representaban al pueblo
judío –el pueblo elegido- y a la gente humilde, los magos encarnaban a los
poderosos y a los gentiles de todo el mundo, que también entrarían en el
cristianismo. Con la representación de las tres edades del hombre se
complementaba esa simbología universal.
Lo que no hay todavía es diversidad racial, los tres
son blancos, arios puros como correspondía a los persas, pues al fin y al cabo,
como indica su nombre, la raza aria tiene su origen en Irán, que es el otro
nombre de Persia.
La corte imperial.
El precedente del rey negro puede rastrearse en la
torre de la abadía de San Zenón de Verona, donde se han descubierto unos
frescos muy deteriorados del siglo XIII en los que aparece el emperador
Federico II Hohenstauffen con negros en su séquito. Federico, pese a su
apellido, era italiano de nacimiento y estuvo muy vinculado a Sicilia, corona
que heredó de su madre a los 4 años. Sicilia, como España, había estado bajo
dominación de los moros hasta su reconquista por los cristianos normandos.
Quedaba por tanto en la sociedad y la cultura de Sicilia una importante huella
árabe, incluida la presencia de esclavos, o descendientes de esclavos
africanos.
Además, Federico II había estado en Oriente al frente
de la VIII Cruzada y había recuperado Jerusalén mediante la diplomacia, lo que
le dio nueva ocasión de contactos con la cultura musulmana, donde la presencia
de esclavos negros era habitual. No era por tanto raro que llevase africanos en
su séquito, aunque su presencia en San Zenón no responde solo a una
representación realista, también tiene un carácter simbólico. Federico era
llamado por sus exégetas Stupor Mundi, el Estupor del Mundo, reinaba
sobre Alemania, el Mediterráneo y Oriente Medio, y el incluir negros en su
séquito indicaba su soberanía universal. Otra vez aparece, por tanto, el afán
de universalidad que es lo que llevará a introducir un africano entre los Reyes
Magos.
El círculo imperial de Federico llevaría a Alemania la
familiaridad con la gente de raza subsahariana, no resulta extraño por tanto
que la primera pintura de los Reyes Magos en la que aparece el negro surgiera
en la capital del imperio. Un sucesor de Federico II, el emperador Carlos IV,
que previamente era rey de Bohemia, instaló la corte imperial en Praga a
mediados del siglo XIV. Allí se dio durante medio siglo un espléndido
desarrollo de las artes, considerado como una prefiguración del Renacimiento.
Fue en la ciudad bohemia, entre 1360 y 1370, cuando en
el claustro de la abadía de Emmaus se pintó al fresco un amplio programa
iconográfico de la vida de Jesús y numerosas escenas bíblicas, que incluían una
Adoración de los magos con un rey negro.
La nueva moda pasó de Praga a Flandes, donde el arte
de la pintura iniciaba el camino de la madurez con la invención del óleo, el
medio fundamental para la representación de la imagen hasta el siglo XX. Allí,
a partir de mediados del siglo XV, los maestros primitivos flamencos Van der
Weyden, Derik Bouts, Memling o Van der Goes comienzan a introducir reyes negros
en sus adoraciones, a veces más bien mulatos, aunque todavía no es algo
obligado, y el más importante de los citados, Van der Weyden, tiene cuadros con
y sin rey negro.
La raza de Cam.
No es casual que esta moda iconográfica coincida con
la introducción en Europa de esclavos negros por los portugueses a partir de
1444. Portugal se había lanzado a la conquista de los mares en busca de la ruta
de las Indias, a donde pretendía llegar contorneando África. Fueron
descubriendo así tierras al sur del Sáhara desconocidas para los europeos de la
Edad Media, llegando hasta la misma punta meridional del continente y doblando
el Cabo de Buena Esperanza en 1487. Los navegantes portugueses atravesaron
luego el Índico y alcanzaron la India en 1498, y Portugal se convirtió en una
potencia mercantil que importaba a Europa artículos exóticos, incluyendo
animales que jamás se habían visto –como el rinoceronte- y personas de raza
negra, que aunque se conocían no eran corrientes.
La incorporación de un rey mago negro tenía un doble
significado simbólico, siempre en la idea de que el cristianismo era la
religión universal. Por una parte representaba a las tres partes del mundo, Europa,
Asia y África –recuérdese que América no se descubriría hasta 1492–. Pero
también aludía al conjunto del género humano, pues los únicos supervivientes
del Diluvio Universal habían sido Noé y sus tres hijos (Sem, Cam y Jafet), de
los que descenderían las distintas razas. Concretamente de Cam vendría la raza
camita, que según la Biblia vive en África y es de piel negra.
Era en realidad una idea antigua que ya se había
plasmado en la literatura –en los escritos de Beda el Venerable, del
siglo VIII, se describe a Baltasar como “de tez morena”–, pero que tardó más en
imponerse en la pintura. En Italia, la primera Adoración con rey
mago africano la pintó Mantegna para la capilla del castillo de los Gonzaga de
Mantua, entre 1462 y 1470. Pero en fechas muy posteriores, a finales de siglo,
en un centro clave del arte como era Florencia, no aparecen negros. En la
famosa Adoración de Boticelli que está en la Galeria degli Uffizi, los
tres Reyes Magos son miembros de la familia Medici que, a diferencia de modas
algo posteriores, no se codean con esclavos africanos.
Etiquetas: Culturilla general, Pequeñas historias de la Historia
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