Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

jueves, agosto 17

El hundimiento del poderío inglés



(Un artículo de Luis Reyes en la revista Tiempo del 9 de diciembre de 2016)

Mar de China, 10 de diciembre de 1941. La aviación japonesa hunde el mejor navío de la Royal Navy.
“Fue el impacto más terrible que recibí en toda la guerra”, dice Churchill del hundimiento del Prince of Wales. Como primer ministro ya había vivido la paliza que el Ejército alemán propinó al inglés en 1940, la rendición de Francia, el abrasamiento de Londres por la Luftwaffe, en fin, la soledad frente a un enemigo todopoderoso, el “polvo, sudor y lágrimas”, pero nada le conmovió tanto como la pérdida de ese acorazado, por lo que tenía de simbólica.

El Prince of Wales era el orgullo de la Royal Navy, su acorazado más moderno, la apodaban el Unsinkable (no hundible). Inglaterra en los peores momentos siempre confió en la muralla de su marina, cuando Felipe II envió la Armada Invencible o cuando Napoleón amenazaba con la invasión. La facilidad con que unos avioncitos japoneses hundieron al Prince of Wales y al Repulse (un formidable crucero de batalla) no solo señalaba el fin de la era de los acorazados, sino también el del dominio incontestable de los mares que Inglaterra había gozado desde tiempos de Nelson. Tras la catástrofe no quedaron navíos británicos en el Pacífico ni el Indico, algo que no sucedía desde hacía 150 años.

El caso es que la concatenación de hechos que culminaron con la pérdida de la supremacía naval inglesa había comenzado con una magnífica noticia tres días antes. Churchill pasaba la noche del domingo 7 de diciembre en su mansión rural de Chequers cuando el mayordomo le comunicó que, según habían oído los criados por la radio, los japoneses habían atacado a Estados Unidos.

Inmediatamente telefoneó a Roosevelt y mantuvieron un escueto diálogo: “Señor presidente, ¿qué pasa con Japón?”. “Nos han atacado en Pearl Harbor. Ahora estamos todos en el mismo barco”. Churchill tuvo que morderse la lengua para no gritar de alegría, estaba exultante y pensó, según recogen sus Memorias: “Habíamos ganado la guerra... El destino de Hitler estaba escrito... los japoneses quedarían reducidos a polvo”. La formidable potencia americana aseguraba, en efecto, el triunfo final, pero la alegría se tornó en llanto en solo 48 horas.

El Estado Mayor naval japonés era altamente profesional y había señalado tres “elementos disuasorios” de sus planes de conquista: la Flota del Pacífico con base en Pearl Harbor, la Fuerza Aérea de Extremo Oriente con base en Filipinas, ambas americanas, y la Fuerza Z británica, con base en Singapur. En su ataque sorpresa, sin declarar la guerra, del 7 de diciembre de 1941 (“el día de la infamia”, como lo bautizó Roosevelt), los aviones nipones eliminaron las dos primeras amenazas; solamente les faltaba liquidar a los británicos.

Curiosamente el Almirantazgo había enviado a Singapur a la Fuerza Z (el Prince of Wales, el Repulse y 4 destructores) precisamente para que sirviese de “disuasión” a los japoneses. Se pensaba que la mera presencia de los poderosos buques británicos enfriaría las ambiciones expansivas de Tokio. Es decir, los ingleses querían ganar el partido sin jugarlo. Este planteamiento resultaría fatal porque la Fuerza Z no tenía un plan estratégico de combate, solamente iba a pavonearse.

Conscientes del fallo, Churchill y el Almirantazgo se reunieron para resolverlo al día siguiente de Pearl Harbor, pero no se pusieron de acuerdo porque Churchill quería que la Fuerza Z se uniera a lo que quedaba de la Flota americana y el Almirantazgo se resistía a esa pérdida de autonomía. “Decidimos consultarlo con la almohada y resolver a la mañana siguiente lo que haríamos con el Prince of Wales y el Repulse –cuenta Churchill– Al cabo de un par de horas estaban en el fondo del mar”.

Fuerza Z

El Prince of Wales estaba en construcción cuando empezó la Segunda Guerra Mundial. Se iba a llamar Rey Eduardo VIII, pero el escándalo de las relaciones del monarca que llevaron a su abdicación hizo que se cambiara el nombre. En 1940, estando en el astillero casi acabado, un bombardeo alemán le hizo una brecha y retrasó su botadura. Eran señales nefastas para el nonato acorazado.

Tampoco tuvo un nacimiento como dios manda, no estaba terminado cuando lo botaron para la cacería del acorazado Bismark, la mayor amenaza alemana en el Mar del Norte. Dos tercios de su poderosa artillería no estaba operativa cuando recibió el bautismo de fuego en la batalla del Estrecho de Dinamarca, en mayo de 1941. Pese a ello se enfrentó al Bismark en un intercambio de golpes brutal, del que ambos salieron malparados, aparentemente peor el inglés. Un proyectil del Bismark había atravesado de lado a lado su cámara de derrota matando a 14 hombres, aunque no le funcionó la espoleta y no estalló. Si lo hubiera hecho habría destruido el centro neurálgico del Prince of Wales. El buque inglés le causó al Bismark una brecha por la que perdía aceite, lo que serviría para seguir su rastro hasta que lo hundió la aviación naval británica.

Tras reparar sus heridas de batalla, le asignaron al Prince of Wales una misión vital: llevar al primer ministro Churchill a una entrevista secreta con Roosevelt en medio del Atlántico, en agosto del 41. EEUU no había entrado todavía en guerra, pero de hecho el americano y el inglés sellaron un pacto, la Carta del Atlántico, que adelantaba el compromiso bélico de Washington. El encuentro en aguas de Terranova culminó con una misa en el Prince of Wales, “un momento espléndido, aunque la mitad de los que estaban allí morirían muy pronto”, en palabras de Churchill.

El 25 de octubre el Prince of Wales marchó a Singapur, la gran base en la Península Malaya que cerraba la puerta entre el Indico y el Pacífico, para integrar la Fuerza Z, pero su poder disuasorio fue cero. Al día siguiente de Pearl Harbor los japoneses invadieron Malasia, una finca inglesa de enorme valor estratégico, pues era el mayor productor mundial de caucho, la materia prima de los neumáticos. La Fuerza Z zarpó de Singapur para interceptar los convoyes de desembarco japoneses, aunque no los encontró. Por el contrario un submarino nipón la encontró a ella.

El jefe de la Fuerza Z, el almirante Philips, llamado por su baja estatura almirante Thumb (Pulgarcito), no llevaba cobertura aérea porque despreciaba la baja calidad de los aviadores japoneses. Se ve que aún no sabía el destrozo que habían hecho los pilotos nipones en Pearl Harbor. Lo pagaría con su vida, porque a las 11.00 del 10 de diciembre comenzaron a llegar oleadas de aviones japoneses que alcanzaron al Prince of Wales y al Repulse con bombas y torpedos. El Repulse fue hundido a las 12.33 y el Prince of Wales a las 13.20, arrastrando entre ambos a 840 marineros al fondo del mar, incluido Pulgarcito. Era el final de la supremacía británica sobre los mares.

Etiquetas: