Hidrato de metano: el hielo que arde
(Un
texto de Joseba Vazquez en el Heraldo de Aragón del 4 de junio de 2017)
Ya se anuncia la extracción de grandes cantidades de un nuevo
gas: el hidrato de metano. Es la energía del futuro para algunas potencias,
pero su obtención es cara y presenta
serios riesgos medioambientales.
¿Puede arder el hielo? Rotundamente,
sí. Sucede con el hidrato de metano, un compuesto de agua sólida en
fragmentos de diverso tamaño y en cuyo interior se encuentran encapsuladas
moléculas de gas inflamable. Si se acerca una mecha a estas piezas el calor
libera el metano y forma una llama relativamente duradera. Científicamente
se le conoce también como clatrato y, más vulgarmente, como hielo combustible o
de fuego. Sería un elemento muy aprovechable en espectáculos de ilusionismo,
pero hay países pobres en recursos energéticos que ven en él la solución de
futuro a su escasez y a la evidencia de que los yacimientos de gas actualmente
explotados parecen condenados a agotarse este mismo siglo. Los estudios han
verificado la existencia de multitud de depósitos de este compuesto por todo el
globo y, sobre todo, que un metro cúbico del
mismo contiene unos 160 metros cúbicos de gas metano. Es decir, hay más energía
oculta en estos hidratos que en toda la suma de reservas fósiles de petróleo,
carbón y gas del mundo juntas. Hablamos, pues, de un potencial goloso,
tentador.
Así lo ven, entre otros, potencias como China, Japón,
Estados Unidos, Canadá, India o Corea del
Sur, lanzadas desde hace ya unas décadas a la carrera por ser las
primeras en desarrollar técnicas que permitan la extracción de lo que, en su opinión,
constituye la energía del futuro, la que pretenden que sustituya en su día a
los reservorios que ahora se exprimen. En este contexto, el Gobierno de Pekín acaba
de anunciar la obtención en el Mar Meridional de China de «cantidades considerables»
de esta sustancia en lo que divulgan como «un gran avance». Medios del gigante
asiático cifran la ex tracción en «un promedio diario de 16.000 metros cúbicos
de gas de elevada pureza». A falta de evidencias, habrá que creer su palabra,
aunque no falta quien lo hace con algún recelo. «Se sabe desde hace mucho que
la carga económica que conlleva este asunto es muy grande y las potencias que
no tienen fuentes convencionales se van preparando para cuando llegue el
reparto. Es difícil valorar la noticia todavía, pero sí parece que China dispone
de grandes agencias de publicidad», resume con cierta socarronería Francisco
Javier Peñas, profesor de Ingeniería Química en la Universidad de Navarra. Con
su anuncio, China se ha anotado
un importante punto en la pugna por alcanzar la meta en primer lugar.
Cruzar esa línea de llegada supone resolver el complicado
reto técnico y económico que plantea la explotación comercial del hidrato de
metano. Este se encuentra en dos hábitats: en el llamado permafrost (capas
superficiales de suelo permanentemente congeladas en las regiones polares) y en
lechos y subsuelos marinos, desde 500 a más de mil metros de profundidad.
Acceder hasta allí y extraer con seguridad el compuesto es una tarea
extremadamente difícil. En ello andan varios países desde que la Unión
Soviética abriera las investigaciones a finales de los sesenta.
«Es una extracción más cara y complicada que en los yacimientos
convencionales y ahora mismo no resulta rentable -detalla el profesor Peñas-.
Podrá compensar cuando se resuelvan los problemas técnicos». Ante este
panorama, se calcula que la comercialización del hidrato de metano no será
posible antes del año 2030 y la Agencia Internacional de Energía amplía esa
estimación en un lustro más. Tiempo suficiente para las administraciones y empresas
empeñadas en este objetivo, ya que
se considera que los finitos yacimientos actuales abastecerán dé energía de
origen fósil entre ocho o nueve décadas más. A las dificultades técnicas en la obtención
de los hidratos de metano se unen los serios riesgos ambientales que plantea su
extracción, un proceso en el que es muy
difícil evitar escapes de gas a la atmósfera. Y resulta que este compuesto tiene un potencial de efecto invernadero unas
veinte veces superior al dióxido de carbono (CO2). Por si fuera poco, Francisco
Rodríguez Somolinos, catedrático de Ingeniería Química de la Universidad
Complutense de Madrid, alerta de que los riesgos de esa actividad alcanzarían
«una magnitud muy superior a los generados por el 'fracking'. Es otro nivel
mucho mayor». En su opinión, las perforaciones y la instalación de tuberías desestabilizarían
los lechos marinos afectados. Ni siquiera quienes defienden la explotación futura de este hidrato niegan los
citados peligros.
Tatiana Nuño, experta en Energía de Greenpeace, recuerda que
el Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático establece que «las
emisiones de gases de efecto invernadero tienen que ser cero en la segunda
mitad de este siglo. Si invertimos en un nuevo combustible fósil estamos siendo
contrarios a nuestras propias convenciones internacionales». Para ella, «la
transición energética pasa por apostar por energías renovables, que cada vez
son más baratas. Para 2030 deberíamos tener un sistema eléctrico basado al cien
por cien en ellas». Kepa Fernández, profesor de Geología de la UPV/EHU, cuenta
que la Tierra ya vivió dos catástrofes por liberación repentina y masiva de
hidratos de metano a la atmósfera, hace unos 250 y 60 millones de años. «Se
sabe que hubo cambios drásticos. Algunas especies de seres vivos se extinguieron,
hubo movimientos de placas tectónicas, bajó el nivel del mar y algunos fondos
marinos salieron a la superficie ». Nada menos.
Etiquetas: Culturilla general
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