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domingo, mayo 6

Los "bastardos" de Namibia

(Un artículo de Bettina Sengling en la revista XLSemanal del 18 de diciembre de 2016)

Demasiado negros para los blancos, demasiado blancos para los negros. Los basters de Namibia son descendientes de colonos europeos y mujeres nativas. Desde el siglo XIX luchan contra la marginación y por conservar sus tradiciones.

Wilhem Theron tiene una granja de 1500 hectáreas en las montañas de Namibia, accesible solo por pistas polvorientas llenas de baches. No hay cobertura telefónica. La electricidad procede de un generador.

En esta finca remota, Wilhem cría vacas y cabras. No es tarea fácil en una región azotada por una constante sequía. Pero Wilhem ama este lugar. Creció aquí. Estas montañas difíciles, sembradas de pedregales, son su hogar. Es la tierra de los basters, una tribu formada por 35.000 mestizos.

Baster es el nombre que se dieron a sí mismos, y viene de bastaard (‘bastardo’ en holandés), un insulto que hicieron suyo. Su historia está unida a la marginación que sufrieron por su condición de mestizos. demasiado negros para los blancos, demasiado blancos para los negros. Pero ese estigma, lejos de arredrarlos, los ha hecho más fuertes, más orgullosos.

Ciudadanos de segunda
Los antepasados masculinos de los basters de Namibia eran blancos. colonos, soldados o comerciantes procedentes de Holanda, Escocia o Inglaterra. Rehicieron sus vidas junto con mujeres negras; la mayoría de ellas, del pueblo nama.

Los primeros basters emprendieron su viaje hasta la actual Namibia, procedentes de Sudáfrica, hace apenas 150 años. En 1869 una treintena de familias tuvieron que emigrar hacia el norte porque en la región de El Cabo a la gente de color no se les permitía tener tierras. Emigraron y encontraron su ‘paraíso’ en Rehoboth, una pequeña y polvorienta localidad en una región montañosa a 70 kilómetros de Windkoek, la capital namibia.

En 1872 vivían allí 333 basters. ahora son unos 35.000. Ocupan unas 15.000 hectáreas. Son una minoría en un país de dos millones de habitantes.

Durante más de un siglo, los basters protegieron Rehoboth y su entorno como si fuera una isla. Negociaron con los nama, en cuyo territorio vivían. Luego, cuando los alemanes conquistaron la región y la colonizaron en 1840 lucharon con ellos contra los rebeldes de la etnia bantú de los hereros.

Pero su historia, como la de Namibia, no ha sido fácil. Cuando Alemania perdió la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones decidió pasar temporalmente la administración de Namibia (que había sido colonia alemana) a Sudáfrica. Este mandato lo transformó Sudáfrica en una ocupación. Convirtió Namibia en una provincia suya y la situación se prolongó hasta 1990, cuando por fin Namibia obtuvo la independencia. Los basters se encontraron en una situación curiosa. habían huido de El Cabo a Namibia en el siglo XIX y en el XX volvieron a estar bajo mando sudafricano.

Marginación racista
Sudáfrica impuso en Namibia el apartheid. Los basters recibían el mismo trato que los negros y los mulatos. los consideraban ciudadanos de segunda. Estaban excluidos de la vida privilegiada de los blancos. No se les permitía entrar en los barrios de los blancos, ni comprar en sus tiendas ni asistir a sus escuelas. Los blancos eran ricos, y todavía siguen siendo dueños de las mayores granjas, fincas y casas. Granjeros negros solo había en los lugares donde podían explotar tierras comunales.

Y, sin embargo, los basters supieron bandearse dentro de la asfixia que el apartheid suponía para los no blancos. Negociaron y llegaron a un acuerdo con las autoridades que regían Namibia. la región en torno a Rehoboth, la tierra de los basters, sería una especie de isla, seguiría disfrutando de una legislación especial, tal y como había venido haciendo desde que ellos se instalaron allí. El ‘capitán’, una especie de alcalde, era quien se encargaba de gobernar la comunidad junto con un consejo. Rehoboth tenía un gobierno propio.

Cuando Namibia alcanzó la independencia, en 1990, esta autonomía de los basters se terminó. A partir de entonces fueron las tribus negras las que empezaron a disfrutar de ciertos privilegios. Y eso ha hecho que no sean fáciles las relaciones entre los owambos -la mayoría étnica que controla Namibia desde que es independiente- y los basters. Todavía hoy impera el recelo mutuo.

Tierra reservada
Algunos basters añoran el apartheid, aunque ellos mismos sean mulatos. Creen que los negros están resentidos con ellos. «El Gobierno nos ha quitado nuestra independencia», se lamenta John McNab, ‘capitán’ de los basters. Si hay hectáreas en venta, cualquiera puede instalarse en Rehoboth. Sin embargo, en otras zonas de Namibia la tierra está reservada a miembros de grupos étnicos concretos.
Da la sensación de que pudiera producirse una división entre los basters porque unos añoran su antiguo estatus especial y otros abogan por la integración total en Namibia y, además, unos se sienten blancos y otros se sienten negros.

Lo que es común en todos es el apego a la tierra. Wilhelm Theron, por ejemplo, ha tenido que trabajar duro -en una agencia de seguros, primero, y como director de una funeraria, después- para poder permitirse la granja que le compró a su padre. Le cuesta trabajo y dinero sostenerla. Pero es su tierra. Tierra baster.

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