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martes, junio 5

Daguerrotipos: las instantáneas del bisabuelo

(Un texto de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 5 de marzo de 2017)

Los daguerrotipos, impresos en placas de cobre y procesados con mercurio, fueron las primeras fotografías. En apenas dos décadas fueron sustituidos por el papel.

«No salgan a los balcones ni se asomen a las ventanas». La advertencia circulaba en diarios y octavillas en vísperas de tomar la primera fotografía que se hizo en España, el 10 de noviembre de 1839. Fue en Barcelona. Una mañana de cielo encapotado.

La falta de luz obligó a alargar el tiempo de exposición -¡22 minutos!– que hizo falta para impresionar la placa metálica donde se captó la imagen del Pla de Palau, la antigua plaza principal. Cualquier precaución era poca. No solo porque una persona en movimiento aparecería como una raya o una mancha fantasmal. También porque la fotografía, recién inventada, era algo asombroso. Casi arte de magia.

Apenas habían transcurrido tres meses desde que el decorador de teatros francés Louis Daguerre hiciese público su invento. Lo bautizó con su apellido. Daguerrotipo. Un invento que tampoco era suyo en exclusiva, aunque se llevó la fama. Primero camelándose a un huraño terrateniente de provincias, Nicéphore Niépce, científico aficionado, que tenía mal pulso para calcar en la cámara oscura, una caja con un agujerito en una de sus paredes a través del cual pasan los rayos de luz y forman una imagen invertida del exterior en la pared opuesta. Muchos artistas y científicos usaban el cachivache para dibujar del natural. Niépce se propuso impresionar esa imagen con productos químicos. Y lo consiguió con betún de Judea, aunque necesitaba 20 horas para que se plasmase. Y, además, muy borrosa. Cuando Niépce murió, Daguerre aprovechó su know-how para seguir investigando. Y embaucó al hijo de Niépce para ser reconocido como el único artífice.

Había mucha competencia por llevarse el gato al agua, incluyendo al pintor zaragozano José Ramos Zapetti, quien tenía un armario lleno de frasquitos con líquidos con los que experimentaba y que un día de 1837 citó a sus amigos y los dejó pasmados cuando les enseñó una lámina metálica en la que brotaba, como por ensalmo, una figura humana. Pero no se conserva.

Mientras tanto, Daguerre juega al despiste, ensaya con diversos productos y para evitar que lo plagien compra algunos que no necesita y cambia de droguería con frecuencia. Por fin consigue un método aceptable. Las primeras cámaras son cajas de madera con un agujero taponado. Se quita el tapón. Entra la luz e impresiona una plancha de cobre tan pulida que parece un espejo y que se ha remojado en yoduro de plata. Las sales de plata se ennegrecen al contacto con la luz y forman la imagen. Para revelarla, Daguerre utiliza vapor de mercurio, cuyas partículas se amalgaman con las de la plata. Y para fijarla y que no desaparezca, la lava con agua caliente y sal común. Et voilà! La eternidad.

Patente liberada

Presenta el daguerrotipo ante la Academia francesa en 1839. Y causa sensación. Daguerre tenía otros planes (hacerse rico), pero el Gobierno lo obliga a desvelar su secreto a cambio de una pensión; y libera la patente para que el mundo la disfrute. Llega a España enseguida. La Real Academia de las Ciencias de Barcelona compra una cámara. Y anuncia la primera sesión fotográfica. Cien personas se reúnen en un terrado. Se dispara una carga de fusilería para avisar al vecindario de que no salga a la calle. Una banda de música entretiene la espera. Y por fin aparece una imagen de la Lonja y la Casa Xifré, que es sorteada entre los asistentes. El portador del boleto 56 se la llevó a su casa. Y nunca más se supo de ella.

La historia del daguerrotipo en España fue corta. No llegó a dos décadas, las de 1840 y 1850, hasta que fue sustituido por otros procedimientos que permitían hacer copias en papel. Y en nuestro país queda mucho por indagar. Por eso, la exposición El triunfo de la imagen, que organiza la Universidad de Valencia, es oportuna. «Nuestro propósito es contextualizar el nacimiento de un invento tan singular», explica Miguel García Cárceles, comisario de la exposición, que nace en el seno del proyecto Daguerreobase, que recoge y preserva los daguerrotipos existentes en Europa.

Un trabajo peligroso

La exposición ayuda a meterse en la piel de los que vieron por primera vez aquellas imágenes. El desconcierto de los fotografiados y el ingenio de los primeros fotógrafos comerciales -con algo de charlatanes y algo de alquimistas- que se ganaban la vida haciendo retratos. La clientela era selecta. Solo aristócratas y burgueses podían permitírselo. Eran caros, de 2000 a 3000 euros al cambio (entonces circulaban los reales de vellón). Y tenían serios inconvenientes. No se podían hacer copias y se estropeaban al contacto con el aire o la luz.

«Los señores retratistas al daguerrotipo», como se anunciaban, le echaban valor. Los vapores mercuriales del revelado son muy venenosos. Pero no era el único riesgo. Refiere la prensa de la época un suceso en la Plaza Mayor de Madrid en 1845. «Parece que un retratista al daguerrotipo había puesto en el balcón un bote de fulminante, y que habiéndose calentado al sol se inflamó, causando una explosión atronadora. El retratista salió herido. El ruido alarmó a las personas que había en la plaza y a la tropa que estaba en formación».

El tamaño importa

Cuanto más grandes, más valiosos. El problema era que las cámaras debían ser tan grandes como la placa utilizada. Por eso, los formatos pequeños son los más comunes.

Caras de susto

Hacerse un daguerrotipo era una ocasión solemne. Pero era difícil que los niños no salieran ‘movidos’ debido al largo tiempo de exposición. Con todo, los fotógrafos ambulantes perfeccionaron la técnica y en 1841 el tiempo de exposición bajaba del minuto.

Barcelona, pionera

El primer daguerrotipo que se hizo en España, en 1839, fue una vista de la plaza del Palau de Barcelona, pero se ha perdido. Esta foto de 1848 de la Casa Vidal Quadras es la primera que se conserva de la ciudad.

La primera cámara

Daguerre se asoció con su cuñado Alphonse Giroux para fabricar las primeras cámaras. Estaban numeradas y firmadas. Solo quedan diez. Una se expone en Valencia.

Vista aérea de Madrid




Esta vista de tejados en las cercanías de la Puerta del Sol es la primera foto de Madrid, en torno a 1840-1850. Se desconoce el autor, que debía de estar probando el equipo, porque la toma es insulsa. Se subastó por 32.000 euros.


¿TENGO UN TESORO EN CASA?

En estuche

«El daguerrotipo seguía la tradición de las pinturas en miniatura. Es un objeto metálico que se guarda en un estuche. Era algo privado y valioso», explica el coleccionista César Díaz-Aguado. Tanta protección se explica por ‘supervivencia’. «Se cubre con un cristal porque el oxígeno se lo ‘come’; oscurece la plata. Y no se pueden restaurar».

Diferente ángulo

El daguerrotipo es una impresión simultánea de la imagen en positivo y negativo. Para saber si se trata de un daguerrotipo y no de una foto de papel antigua, hay que mirarlo desde distintos ángulos, como las marcas de agua de los billetes. La foto se aprecia en su totalidad desde un determinado ángulo.

Cuánto valen

Los daguerrotipos son difíciles de valorar, aunque el tamaño, el estado de conservación y lo que muestran son elementos a tener en cuenta. De especial valor son las vistas exteriores, de las que solo se conservan unas decenas en el mundo. Eran muy difíciles de tomar. El equipo era pesado y había que montar un tenderete para revelar sobre el terreno. Lo más aconsejable, si se posee un daguerrotipo o una foto antigua en papel, es pedir asesoramiento al Instituto del Patrimonio Cultural de España.

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