Absurdos modernos y ‘buenistas’
(La columna de Carmen Posadas en el XLSemanal del 12 de
febrero de 2017 -publicada con el título de "No me eches una mano que me la echas al cuello-. Ejemplos de cómo se extiende la epidemia de estupidez por todo
el mundo.)
Dicen que una de las razones más paradójicas de por qué
Trump ha llegado a la Casa Blanca es por ser el adalid, el paladín, el
archicampeón de la incorrección política. Sostienen los sociólogos que son
muchas las personas que aprecian -aunque posiblemente no se lo confiesen ni a
sí mismas- que alguien diga lo que ellas piensan sobre temas espinosos como la
inmigración o el conflicto racial, por ejemplo. Pero también sobre otro largo
etcétera de temas declarados tabú por esa sociedad biempensante que hace que
uno camine pisando huevos para no ofender a nadie, no sea que lo tachen de
xenófobo, homófobo, sexista, machista, antisionista, antianimalista, de anti…
(rellénense los puntos suspensivos con el laico pecado de turno, sea cual
fuere). El año no ha hecho más que empezar y ya tenemos nuevas aportaciones a
la mentalidad buenista que nos infesta. En la Universidad de Londres, por
ejemplo, el Sindicato de Estudiantes de la Escuela de Estudios Orientales y
Africanos (SOAS) ha exigido que desaparezcan del programa de estudios Kant,
Descartes y Platón, por ser filósofos racistas y colonialistas. En cuanto a los
pensadores de la Ilustración, el Sindicato exige que se estudien solo si el
alumno así lo solicita, pero dejando bien claro que fueron intelectuales colonialistas.
Los estudiantes de Teología -y nótese que digo ‘Teología’- de la universidad de
Glasgow, por su parte, han ido un paso más allá exigiendo a los profesores que
se abstengan de mencionar a los alumnos contenidos que puedan resultar
ofensivos o desagradables, como por ejemplo imágenes o referencias a la
crucifixión. Mientras tanto en el mundo digital, Microsoft, después de recibir
multitud de peticiones al respecto, decidió hace meses modificar sus emoticonos
y emojis para «no herir
sensibilidades». Ahora es posible, por tanto, elegirlos de colores que reflejen
todos los tonos de piel existentes en el mundo, desde blanco casi albino hasta
marrón muy oscuro, nunca negro, faltaría más, porque esa palabra no existe
cuando se habla de razas. «¡Ostras!», comentaba el otro día un internauta en
Twitter: «Me acabo de enterar de que he usado irresponsablemente emoticonos
chinos amarillos durante años sin darme cuenta. Seguro que me cuelgan por los
pulgares o me meten mondadientes bajo las uñas en justo castigo». Meses atrás,
y a instancias de asociaciones pacifistas, Apple también decidió sustituir el emoji del revólver por el de una
pistolita de agua. ¡Menos bang, bang y más fluss, fluss!, seguro que eso ayuda
a acabar con la violencia en el mundo; mientras que para luchar contra la
discriminación sexual, el usuario ahora puede utilizar un emoji en el que aparece una mujer
practicando la halterofilia o vestida de bombera, también el de una familia
formada por dos mamás y sus hijos. Pero, por favor, que nadie se ofenda,
también existe el emoji de dos papás y sus criaturas.
Mi noticia policorrecta favorita, sin embargo, tiene que ver con la Universidad
de Granada. Ahí han inventado el calendario, o mejor dicho la ‘calendaria’, por
la igualdad, feminizando los meses para que enero sea ‘enera’; febrero,
‘febrera’ y así hasta diciembre, donde no sé cómo han perdido la ocasión de
llamarlo ‘dicihembra’, que hubiera quedado mucho más superguay. «Estamos
luchando contra la desigualdad que engendra la violencia machista», explicó su
responsable, y yo me pregunto: ¿que mayo sea ‘maya’ disuadirá a los
maltratadores? ¿Sustituir el emoji de un revólver por el de una pistolita de
agua acabará con la violencia? ¿Evitar que los alumnos se ‘contaminen’ con las
teorías colonialistas de Kant y Platón los hará más inteligentes o sabios? Hay
quien encuentra la corrección política irritante; yo la encuentro agotadora.
Agotadora y absolutamente contraria a los intereses que intenta defender,
porque lo único que se consigue con esta perversión grotesca de una idea
inicialmente buena es que la gente se la tome a chufla. Peor aún, que genere
una corriente contraria en la sociedad como, lamentablemente, ha sabido
detectar Trump en su camino a la Casa Blanca. Por eso, muchas gracias a los
defensores de tan nobles causas, pero, en lo que a mí respecta, como mujer
supuestamente discriminada, sometida, etcétera, por favor, no me echéis una
mano, que me la echáis al cuello.
Etiquetas: Pensamientos varios
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