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martes, agosto 21

Odios tras la gran pantalla (I): Olivia de Havilland y Joan Fontaine

(Un texto de Elena Castelló en la revista Mujer de Hoy del 19 de agosto de 2017)

Las hermanas Olivia de Havilland y Joan Fontaine vivieron toda su vida enfrentadas; los celos alentaron la enemistad de las divas Bette Davis y Joan Crawford ; y Shelley Duvall sufrió las torturas del director Stanley Kubrick, que acabaron hundiéndola. Y es que, en ocasiones, los rencores más enconados traspasan la frontera de la ficción.

Alcanzar la cima y mantenerse en ella nunca ha sido fácil, pero si hay un lugar donde brillar lo es todo ese es Hollywood. La rivalidad entre las actrices era especialmente dura y cruel en los años dorados y formaba parte, incluso, de la publicidad que buscaban los estudios para vender sus películas. La meca del cine siempre ha sido un lugar misógino: maltratar a las actrices, bien porque envejecen o bien porque se considera una forma de sacar lo mejor de ellas, siempre se consideró allí una forma de arte.

Olivia de Havilland y Joan Fontaine: la pelea más morbosa

En unas declaraciones a la revista People, en 1978, la actriz Joan Fontaine comentaba: "Olivia siempre dijo que yo era la primera en todo. Fui la primera en casarme, la primera en ganar un Oscar y en tener un hijo. Y si me muero, estará furiosa, porque habré sido la primera también". Olivia es Olivia de Havilland, la hermana mayor de Joan y, sobre todo, su enconada rival.

Joan murió en 2013, pero Olivia no se inmutó: ganó un puesto en el pódium de las actrices más longevas del mundo -cumplió 101 años el pasado mes de junio- y recibió el título de Dama del Imperio Británico por su dilatada contribución al séptimo arte. Hay decenas de fotografías publicitarias de los años 40 y 50 de Joan Fontaine y Olivia de Havilland. En ellas, ambas aparecen con aspecto dulce, sonriente, delicado. Las dos eran menudas: Olivia era morena y de mirada penetrante; Joan, rubia y de aire soñador.

Pero su relación en la vida real distaba mucho de esa cálida complicidad. Fue, al contrario, una dura competencia que se remonta a su infancia y que las llevó a no hablarse durante casi cuatro décadas. Se llevaban tan solo 15 meses y ya se peleaban cuando eran muy niñas. Olivia disfrutaba asustando a su hermana menor leyéndole en voz alta las escenas de la crucifixión en la Biblia. Joan se pasaba las horas repitiendo todo lo que decía Olivia, hasta sacarla de quicio. Se abofeteaban, se tiraban del pelo.

En una ocasión, Olivia le rompió la clavícula a Joan, cuando esta intentó arrastrarla a la piscina cogiéndola por un pie. Joan acabó con una escayola, pero ni siquiera coinciden en sus recuerdos: según Olivia, la pelea se produjo cuando estaban en la adolescencia. Según Joan, cuando tenían cinco y seis años. uestro gran problema era que teníamos que compartir habitación", explicaba Olivia en una entrevista. Ambas habían nacido en Tokio, de padres británicos, pero se instalaron en California cuando estos se divorciaron.

Su padre se casó con el ama de llaves. Su madre, una antigua actriz de teatro, rehízo su vida con George Fontaine, un hombre rígido y autoritario, que lo solucionaba todo azotando a sus hijastras con una percha. Al final de la adolescencia, Joan decidió marcharse un año a Tokio, con su padre, para estudiar en un selecto colegio. A su regreso, se encontró a su hermana Olivia convertida en la nueva promesa de Hollywood. Era 1934. Olivia había actuado en todas las obras del colegio y siempre tuvo muy clara su vocación.

Le ofreció a su hermana menor pagarle los estudios en una exclusiva universidad. Pero ella lo rechazó de plano: "Quiero hacer lo mismo que haces tú", respondió. Olivia intentó disuadirla, pensando que su camino no era el espectáculo, sino un marido de la alta sociedad. Pero a cada momento, Joan respondía lo mismo: "Quiero hacer lo mismo que haces tú". Al final Olivia aceptó, pero puso como condición que escogiera un nombre distinto. Tras rodar un par de películas, el productor David O.

Selznick reparó en Joan y le pidió permiso a Olivia -que estaba rodando Lo que el viento se llevó- para contratarla. La película se llamaba Rebeca y la dirigía Alfred Hitchcock. Olivia se tragó sus celos. "Ella era mejor para el papel que yo", diría años después con elegancia. Estuvieron varias veces nominadas al Oscar al mismo tiempo. Joan lo ganó primero por Sospecha, también de Hitchcock, aunque Olivia se llevó la estatuilla dos veces. Ambas se habían convertido en grandes estrellas de Hollywood.

"Cada vez que coincidíamos, regresaban a mi mente todos los enfrentamientos que habíamos tenido desde niñas", recordaba Joan en sus memorias. La prensa estaba pendiente de cualquier mínimo gesto de la una hacia la otra para lanzar un buen titular. En alguna entrevista, sin embargo, Olivia confesó que, de niña, había adorado a su hermana. Joan jamás se hizo eco de esta mano tendida. "No recuerdo ni un solo gesto de ternura de mi hermana", sentenció.

Con el tiempo, la rivalidad pareció aplacarse. Joan se instaló en Nueva York, Olivia en París. Pero la animosidad se reavivó cuando su madre enfermó de cáncer en 1975. Joan estaba de gira y no apareció. Fue Olivia quien se ocupó de todo, y no se lo perdonó. En su funeral no se dirigieron la palabra. "Fue la ruptura final", dijo Joan.

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