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sábado, agosto 18

Tolkien en Mordor

(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 6 de agosto de 2017)

Sus traumáticas experiencias en la Primera Guerra Mundial marcaron la vida de Tolkien. No solo le desencadenaron una profunda depresión, también le inspiraron los pasajes más oscuros de ‘El señor de los anillos’.

Cuando oyó el silbato, el teniente John Ronald Reuel Tolkien salió de la trinchera junto con sus compañeros de la Compañía B del 11.º batallón de los Lancashire Fusiliers. El joven oficial británico se enfrentaba por primera vez a la lucha en los embarrados campos del Somme (Francia), donde los árboles parecían esqueletos irreales, ennegrecidos por la pólvora y la metralla. Pero lo peor eran los cadáveres espantosamente mutilados, el zumbido de las balas, las explosiones y los gritos de dolor de los que caían heridos mientras avanzaban hacia el enemigo.

Aunque muchos de sus compañeros murieron ese 14 de julio de 1916, Tolkien regresó a la retaguardia sin un rasguño. Allí le entregaron una carta de su amigo G. B. Smith, en la que le comunicaba la muerte de Robert Quinter Gilson (R. Q.) en el campo de batalla. Cinco años antes los tres, con Christopher Wiseman, habían formado el grupo The Club and Barrovian Society (TCBS) en la biblioteca de la escuela King Edward de Birmingham, donde se divertían y hablaban de poesía. El sentido del humor de todos ellos era chispeante y sofisticado.

Rara vez sentían la necesidad de admitir a un miembro nuevo en ese grupo tan cerrado y extravagante. Eran días felices. Nadie había previsto la matanza hacia la que se iba a encaminar esa generación poco después. En las trincheras francesas, destrozado por la noticia que acababa de recibir, Tolkien respondió a su amigo. «Siento que la TCBS se ha terminado». G. B. Smtih le contestó que su querido grupo seguiría en pie. Pensaba que la guerra no iba a cambiar su mundo. Se equivocaba.

Abatido y sin apenas fuerzas, Tolkien se hundió en una profunda depresión. Había visto cómo su batallón era diezmado por las ametralladoras alemanas en la matanza del Somme. El primer día de lucha causó heridas a 38.000 soldados británicos y se cobró la vida de otros 19.000. Luego vendrían miles y miles de bajas más. Muchos de sus compañeros no regresarían jamás al Reino Unido. El autor de El hobbit no sufrió ninguna herida, pero sucumbió a la fiebre de trincheras, una enfermedad transmitida por los piojos.

Fue trasladado a un hospital de Birmingham, donde recibió otra carta de su compañero Christopher Wiseman en la que le comunicaba la muerte de su entrañable amigo G. B. Smith en el campo de batalla. Aquellas pérdidas y la lucha en Francia, que describió como «un horror animal», influyeron profundamente en Tolkien, que poco después empezó a imaginar lo que acabaría siendo la Tierra Media y El señor de los anillos.

Huérfano sudafricano

Este año [2017] se cumple el 125.º aniversario de su nacimiento, que tuvo lugar el 3 de enero de 1892 en Bloemfontein (actual Sudáfrica). Con tres años, Tolkien se trasladó con su madre a Inglaterra. La muerte de su padre poco después dejó a su familia en una precaria situación económica. Pese a todo, el pequeño asistió a la King Edward’s School de Birmingham. Su madre murió cuando él tenía doce años. Desde entonces fue educado por Francis Xavier Morgan, un sacerdote galés de origen andaluz que le enseñó las bases del español. Tolkien aprovecharía esas nociones de castellano para crear el naffarin, una lengua que se sumó a otras que ya había inventado.

En 1908 conoció a Edith Mary Bratt, con la que se casaría años después, y en 1911 ingresó en el Exeter College de Oxford, situado junto al Fellow’s Garden, donde el joven Tolkien podía pasear entre enormes y plateados abedules, algo que le fascinaba, ya que siempre le habían gustado los árboles. Dos años después, su amigo G. B. Smith llegó a Oxford para estudiar inglés en el Corpus Christi College.

Cuando escribió El viaje de Eärendil, en 1914, su país ya había declarado la guerra a Alemania. Tolkien se inscribió en un programa que le facilitaba entrenarse militarmente sin abandonar los estudios, lo que le permitió postergar el llamamiento a filas para después de la graduación. Durante aquel tiempo escribió poesía y trabajó en otro de los idiomas que se inventó, cuyas raíces se encuentran en el finlandés. Lo llamaba quenya, «mi disparatado lenguaje de hadas».

«Tolkien creó un segundo idioma, sindarin, hablado por distintos pueblos de elfos. Modeló su fonología sobre la del galés, la lengua que, después del finlandés, estaba más cerca de sus gustos personales», escribe Humphrey Carpenter, biógrafo de Tolkien. En 1915, el joven escritor obtuvo Honores de Primera Clase en el examen final de Lengua y Literatura Inglesas, lo que le permitió albergar esperanzas de conseguir un trabajo académico una vez que concluyera la guerra.

Después de su graduación, antes de unirse al Ejército británico, Tolkien contrajo matrimonio con Edith Bratt. Tras un corto viaje de boda se marchó con su batallón a Francia, donde todo comenzó a torcerse. Después de su bautismo de fuego, el drama se instaló en el alma del joven filólogo. La terrible experiencia de la batalla del Somme la plasmó en el relato La caída de Gondolin, donde la guerra entre gnomos y elfos cobraba singular virulencia.

Diccionario original

Los nombres de personas y lugares de ese mundo fantástico estaban construidos con los lenguajes que había inventado a lo largo de los años. Esa meticulosa creación de topónimos y nombres nuevos le ocupó tanto trabajo o más que la propia escritura del relato. Cuando regresó a Oxford, Tolkien trabajó en el New English Dictionary y se embarcó en el titánico proyecto literario de dar forma a un mundo y una mitología completamente nuevos.

Tolkien, cuya fe católica era inquebrantable, creía que en un tiempo había habido sobre la tierra un Edén y que el pecado original del ser humano había provocado los males del mundo. Los elfos que imaginó eran capaces del pecado, pero eran inmortales, además de grandes artistas. «Su voluntad les basta para el cumplimiento de sus deseos», subrayó el propio autor.

Su ansia por crear clubes exclusivos lo llevó a organizar uno nuevo llamado The Inklings, que empezó a funcionar poco después de 1930 y al que se sumó su nuevo amigo Clive Staples Lewis, quien se instaló en Oxford como tutor de Lengua y Literatura Inglesas en el Magdalen College. C. S. Lewis fue el autor de Las crónicas de Narnia, una saga de relatos juveniles que recientemente ha sido llevada al cine.

Como otros libros suyos, Tolkien concibió El hobbit con la intención de entretener a sus hijos. Este año se cumple el 80.º aniversario de su puesta en venta (septiembre de 1937). El libro tuvo críticas favorables y se vendió muy bien, razón por la que su editor le pidió que continuara la fantástica saga de hobbits.

Tolkien aceptó, pero pronto comprendió que quería escribir otro tipo de aventura, menos centrada en el público infantil y juvenil. Tras muchas indecisiones y continuas correcciones, el escritor publicó El señor de los anillos en tres partes entre 1954 y 1955. Su arrollador éxito le hizo millonario. Desde entonces, su obra se ha convertido en una de las más populares de la literatura del siglo XX. Fue adaptada a la radio, al teatro y al cine: la trilogía realizada por Peter Jackson ha ganado 17 Oscar.

Disputas económicas ricos herederos

Los familiares que disfrutan los pingües beneficios que producen los derechos de autor de Tolkien demandaron a Warner Bros por unos 62 millones de euros por abuso de licencia de la marca. Alegaron que la productora cinematográfica solo puede crear merchandising de los libros, no de otro tipo de material digital, como videojuegos o máquinas tragaperras. El pasado mes de julio, ambas partes llegaron a un acuerdo económico, aunque no trascendió la suma total de dinero que obtuvo la familia Tolkien.

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Tolkien plasmó sus terribles vivencias en la Primera Guerra Mundial en sus libros como la batalla en el abismo de Helm o la que tiene lugar frente a la Puerta Negra de Mordor en ‘El señor de los anillos’. 

Se casó con Edith Brath en plena Primera Guerra Mundial. Tuvieron cuatro hijos. Uno de ellos, Christopher, terminó de escribir en 2006 el relato ‘Los hijos de Hurin’, que Tolkien había dejado inconcluso en 1918.


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