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martes, junio 25

De propinas y costumbres por el mundo

(Extraído de un texto de Daniel Méndez en el XLSemanal del 5 de agosto de 2018)

‘Baksheesh’, ‘tip’, yapa o propina. En árabe, inglés o en español de Perú, Argentina o Chile, estas son algunas de las maneras de llamar a lo que la RAE define como «agasajo que, sobre el precio convenido y como muestra de satisfacción, se da por algún servicio». La palabra castellana viene del latín propinãre: ‘beber a la salud de otro’. Era habitual, al brindar por alguien, dejar algo en la copa para el homenajeado.

Hoy es una costumbre muy arraigada que puede poner en aprietos a un visitante si no conoce las reglas locales del lugar. En Japón, por ejemplo, la propina es ofensiva. En Hungría o Polonia, en cambio, hasta el médico o el dentista esperan recibir algo del paciente. [...]

En la Edad Media, los caballeros arrojaban monedas de oro desde sus caballos para garantizar fidelidad. En Estados Unidos hoy las propinas son parte fundamental de muchos sueldos. Sin el 20 por ciento del servicio, sencillamente, no se llega a fin de mes. Por eso es obligatoria. Aunque en algunos lugares las están prohibiendo: California, Oregón y Washington las han eliminado. El argumento: hacer de la propina la base del sueldo precariza la renta.

[...]

¿Y quién se lleva la propina?

Depende. «En la hostelería, históricamente, se ha autogestionado por parte de los colectivos afectados», cuenta Cristóbal García, socio del departamento laboral del despacho de abogados Garrigues. Antaño la propina era para los camareros, pero la costumbre actual es que se reparta entre todo el personal. En algún caso, el conflicto ha llegado a los tribunales. Cristóbal cita una sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco de 18 de julio de 2017:      «Concluye que, cuando no exista otra regulación aplicable por convenio colectivo, la propina debe repartirse por igual entre los profesionales que participan en el servicio. Además, la empresa tiene la responsabilidad de garantizar que sea así». Eso sí, el modo de hacerlo puede tener consecuencias fiscales. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero Cuadrado, recordaba hace poco que las propinas han de tributar a Hacienda. «Esto no es nuevo, ya existía -afirma García-. Aunque es muy difícil de controlar. Pero si es la empresa la que se encarga del reparto, esa obligación pasa al empresario». Si el dinero entra en caja, es el propietario del restaurante, bar u hotel quien tributa por él.

Así ocurre en casinos, bingos y salas de juego: las propinas se incluyen en los ingresos de las sociedades. Y su reparto está regulado. «Las propinas o gratificaciones que el cliente entregue serán inmediatamente depositadas en una caja hermética, dotada de ranura y cerrada con llave o candado, que se situará en lugar visible de la mesa junto al jefe de mesa. La llave se encontrará en poder del jefe de sala o persona que lo sustituya», dice la ley. El establecimiento se queda con un porcentaje previamente fijado. El resto se reparte. En bingos y casinos, esto puede suponer que un sueldo ‘raso’, de 800 euros, ascienda a 1200 y, en algunos casos, 1500. Aunque en los últimos años se ha visto muy reducida.

La vuelta al mundo de las propinas

España. Se habla de un 10 por ciento en restaurantes, aunque suele ser menos. En bares, taxis, mensajeros y repartidores, se suele dejar el cambio: 20 o 30 céntimos.

Francia o Inglaterra. Se incluye en el servicio: 10 o 15 por ciento. Se puede dejar más.

Estados Unidos. Es casi obligatorio el 15 o el 20 por ciento, que suele incluirse en la cuenta. Es habitual en hoteles, taxis y otros servicios. Las propinas allí pagan las nóminas.

Praga, Budapest, Viena… Se deja propina en restaurantes, el guardarropa, el hotel…

Cuba. Oficialmente prohibida, es habitual en zonas turísticas.

Marruecos, Egipto y Oriente Medio. La tradición del baksheesh va más allá. Es una muestra de hospitalidad y bienvenida. Hoy se traduce en propinas en zonas turísticas.

México. Los sueldos de los meseros son muy bajos. El 15 por ciento es habitual y casi obligatorio. En Cancún, los españoles tenemos fama de codos o amarrados.

Japón. Es ofensivo, aunque será rechazada amablemente. Basta con un cordial Gochisousama deshita. Es decir: «Muchas gracias por la comida, ¡estaba todo buenísimo!».

Singapur, Malasia o Tailandia. La tradición también dicta que no se debe dejar. Pero la afluencia de turistas está cambiando la costumbre, sobre todo en las zonas con muchos visitantes extranjeros.

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