Corsarios de acero: así se libró la Segunda Guerra Mundial en el mar
(Un texto de Alberto Rojas en El Mundo del 12 de noviembre
de 2019)
El experto Craig L. Symonds publica en España su obra sobre
las batallas navales desde 1939 a 1945. 'La Segunda Guerra Mundial en el mar'
no sólo es precisa con los hechos. También es adictiva como una novela de
piratas y ágil como un torpedero.
Acaban de servir la cena a bordo. Chuletas de ternera y repollo,
un menú poco usual en un submarino. El capitán Günther Prien ordena profundidad
de periscopio y comprueba que no hay barcos aliados a su alrededor. Después el
sumergible sale a superficie y los motores eléctricos dejan su labor a los diésel, que comienzan a petardear
y a soltar su olor a humo por toda la nave. En la torre, Prien saca los
prismáticos y dirige una maniobra osada: entrar por uno de los vigiladísimos
canales de las islas Órcadas (Escocia) camino de la base británica de Scapa Flow,
la principal de la Royal Navy. Lo hacen por el llamado estrecho de Kirk, que
los británicos habían taponado con barcos hundidos. Por un pequeño hueco, en el
que llegan a arañar el casco del submarino, entran en la base.
Todos los tripulantes, por instinto, comienzan a hablar en
susurros, aunque no sirva de nada. Minutos después, el capitán alemán detecta
en sus prismáticos la silueta de su presa, el acorazado Royal Oak, que sólo
necesita una andanada de sus cañones más pequeños para mandar al U47 al fondo.
Pero el U47 no ha sido detectado. Lanza tres torpedos a 3.000 metros de
distancia a las 0:58. Ninguno impacta, pero los británicos siguen sin ver el
peligro. A la 1:13 vuelve a disparar otros tres torpedos y esta vez sí dan en el blanco, hundiendo uno
de los barcos más importantes del enemigo y del mundo en aquel momento.
No se puede empezar mejor un libro sobre guerra naval que con la
misión del U47 el 14 de octubre de 1939. El historiador estadounidense Craig L.
Symonds agarra al lector de las solapas y lo mete en el interior del agobiante submarino
para cumplir una de las misiones más audaces de la Segunda Guerra Mundial, atravesando
aguas heladas en la noche en busca de un enemigo superior pero confiado en su
guarida. Con esta narración se vencen también las reservas de empezar a leer un
volumen. de tamaño considerable, pero que atrapa desde la primera página a la
747. La Segunda Guerra Mundial en el mar (La Esfera de Los libros)
tiene la carga épica las novelas marítimas de Patrick O'Brian, la capacidad
adictiva de Veinte mil leguas de viaje submarino, el pulso narrativo de
Nicholas Montsarrat en Mar cruel y la precisión histórica de cualquier
libro de Max Hastings. Y lo más importante: pone en contexto las principales batallas
navales y explica lo cruciales que fueron casi todas ellas en el transcurso de
la guerra. «Salvando la invasión de la URSS, el mar tuvo una importancia capital
en el desarrollo del resto de la contienda», asegura el autor.
Craig L. Symonds cree que, más allá del ataque del U47 en Scapa
Flow, «la maniobra marítima más valiente y a la vez más estúpida de la guerra
fue la decisión japonesa de atacar a la flota estadounidense en Pearl Harbor»,
otra de las grandes batallas a la que le dedica páginas, mapas, detalles y
anécdotas en esta obra. «Decidido a obtener acceso sin restricciones a los
campos petroleros y otros recursos naturales del Pacífico Sur, Japón temía que
la posesión estadounidense de Filipinas interrumpiera las líneas de suministro.
Para evitar cualquier interferencia con esas líneas de suministro, trataron de
eliminar la flota de batalla de EEUU el primer día de la guerra. Nunca
esperaron ganar una guerra con los Estados Unidos en el sentido convencional,
pero creían que un año o dos después de tratar de regresar a Filipinas, los estadounidenses
se cansarían de sus pérdidas y aceptarían una negociación. Fue una suposición
desastrosa».
El libro revisa las grandes operaciones navales dentro de una guerra
terrible de seis años, donde cada batalla llenaba cementerios y causaba un enorme
impacto en la opinión pública, pegada a los noticieros previos a las películas
proyectadas en los cines. El mundo ardía, y también ardía el mar. Mar del
Plata, Atlántico Norte, Dunkerque, Pearl Harbor...
El autor también analiza las tácticas y sus protagonistas, pero
sobre todo como la posesión de varias armas determina en muchos casos quién
gana y quién pierde. El acorazado, que empieza siendo el fetiche de todas las armadas
en 1939, acaba en el baúl de la Historia en 1945. «Incluso antes de la guerra,
muchos oficiales navales vieron que el portaaviones probablemente superaría al acorazado
como el arma principal de la guerra naval. Pero la tradición de la supremacía
del acorazado era difícil de superar. Justo antes de la guerra, en 1939, los alemanes
construyeron los acorazados de gran tamaño Bismarck y Tirpitz y los japoneses
construyeron los enormes Yamato y Musashi con la creencia de que podrían
afectar el equilibrio naval del poder. Curiosamente, los cuatro barcos fueron
finalmente hundidos por aviones, la mayoría de ellos partiendo de portaaviones. Aunque los submarinos desempeñaron un
papel importante tanto en el Atlántico como en el Pacífico, en 1943 era evidente
para todos que el portaaviones se había convertido en el arma principal de la
guerra naval», asegura Symonds.
Sobre el Bismarck, el autor recuerda el enorme pánico que se
instaló entre los aliados cuando este acorazado alemán hizo su aparición en el
Mar del Norte: «Este barco demostró lo peligroso que era hundiendo el crucero
de batalla británico Hood en el estrecho de Dinamarca en 1941. Sin embargo, su misión
-y la de los acorazados de bolsillo alemanes como Deutschland y Graf Spee- no era
atacar a los buques de guerra británicos, sino hundir a los cargueros aliados,
que era la misma misión asignada a los submarinos. Hay pocas dudas de que si un
avión no lo descubre desde el
aire, el Bismarck podría haber hecho un gran daño a los convoyes
transatlánticos, pero gran parte de la preocupación de Churchill se basó en la
percepción. Gran Bretaña gobernaba las olas. La existencia misma de un
acorazado gigante como el Bismarck en el Atlántico Norte socavaba esa
afirmación. Por eso dirigió tantos recursos para encontrarlo y hundirlo».
¿Fue relevante para la guerra en el mar el papel de los
descifradores de códigos? «Durante 30 años después de la guerra, el papel de
los descifradores de códigos en Bletchley Park, cerca de Londres y en Station
Hypo, en Hawai, permaneció bajo secreto. Cuando finalmente se reveló en la
década de 1970 hubo una tendencia a exagerar su importancia. Romper el código
naval alemán Enigma fue un elemento clave de la victoria aliada, especialmente
en la Batalla del Atlántico, pero no fue la razón por la que los aliados
ganaron la guerra. Después de todo, los alemanes también estaban leyendo gran
parte de las comunicaciones secretas británicas. El descifrado de código es
parte de la Historia, pero no cuenta toda la Historia».
El agua se vuelve sangre en Normandía, hay que mojarse para
embarcar en Dunkerque, tragas humo en Guadalcanal, saltas de una isla a otra
hasta Iwo Jima y Okinawa. Para Symonds,
hay victorias que se convirtieron a la larga en terribles derrotas, y derrotas que
enseñaron tanto sobre el enemigo que al final condujeron a la victoria: «Como
sugerí, la decisión japonesa de atacar Pearl Harbor fue una estúpida locura. De
hecho, fue tan audaz y tan estúpida que los estadounidenses descartaron una
operación así por la misma razón.
EEUU estaba en alerta la primera semana de diciembre de 1941, pero
esperaba un ataque japonés a sus bases de Filipinas, no a Hawai. En ese
momento, EEUU no había decodificado el código operativo japonés; y en cualquier
caso los japoneses usaron una estricta disciplina de radio en su camino a
Hawai. El ataque sorpresa fue tanto un éxito japonés como un fracaso
estadounidense. Pero hago una reflexión sobre ello: si la flota japonesa
hubiera sido descubierta mientras cruzaba el Pacífico, y si EEUU hubiera
enviado su propia flota para enfrentarla, los japoneses habrían vencido casi
con toda seguridad (tenían seis portaaviones frente a los dos estadounidenses)
y los barcos de EEUU podrían haberse hundido en alta mar, donde habrían sido
irrecuperables. En ese sentido, puede haber sido un golpe de suerte para EEUU
que los japoneses obtuvieran su victoria sorpresa el 7 de diciembre de 1941».
La gran mayoría de barcos atacados en Pearl Harbor por los
japoneses fueron reflotados en poco tiempo y devueltos al combate. Tan sólo
quedó bajo las aguas el acorazado Missouri, otro ejemplo de barco insignia
hundido por un avión, igual que el Bismarck alemán, el Royal Oak británico y el
Yamato japonés.
Sobre la importancia de la guerra
en el mar en el teatro de operaciones europeo, ¿era tan superior la armada
británica sobre el Tercer Reich? «Cuando comenzó la guerra, el comandante de la
Kriegsmarine era el almirante Erich Raeder. Estaba decidido a construir una
armada de superficie alemana que pudiera desafiar a la Royal Navy en el mar. En
cambio, las prisas de Hitler por comenzar cuanto antes su conquista de Europa
hizo que esos esfuerzos estuvieran en fase de diseño cuando comenzó la guerra
en 1939. En consecuencia, aunque la armada alemana demostró ser bastante
eficiente, nunca fue lo suficientemente grande como para desafiar a los
británicos. En 1943, Hitler ordenó desmantelar los barcos y puso la Marina de
Guerra alemana en manos de Karl Donitz, experto en submarinos. Si lo hubiera
hecho en 1939, podría haber funcionado; pero en 1943 ya era tarde».
Otro de los momentos decisivos es Midway. Symonds habla de la
importancia real de esta batalla en el desarrollo de la guerra: «Es el punto de
inflexión en el Pacífico. El 4 de junio de 1942, los aviones estadounidenses
hundieron a cuatro portaaviones japoneses en un solo día. No aseguró la
victoria estadounidense, pero ahí ya se intuía el ganador final».
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, s.XX
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