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miércoles, septiembre 30

El tamaño de Saraqusta


(La columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 20 de octubre de 2019)

En tiempos de moros, circuló la hablilla de que las murallas de Zaragoza fueron levantadas con bloques de alguna suerte de mármol, lo que poco menos las convirtió en mágicas: emanaban una luminosidad blanca, continua y deslumbrante, que protegía Saraqusta de algunos maleficios y que impedía el acceso a la medina de serpientes y escorpiones. El tema me maravilla y, aunque ya me he ocupado de él en varias ocasiones, insisto desde nuevos ángulos.

Pocos discuten el origen tardorromano de los muros que protegieron las 44 hectáreas en las que convivieron nuestros antepasados (las ciudades importantes de la Hispania romana, pujantes e influyentes, no fueron necesariamente grandes). Cuando, en el 714, los musulmanes llegaron a nuestro solar, heredaron lo que quedaba de aquellas defensas en las que ¿se había utilizado mármol para levantarlas? Parece que medio sí, que en algunos tramos y sobre las primeras hiladas de sillares de arenisca se anclaron otros de alabastro, material que debió confundirse con texturas más nobles. Incluso hasta pudo ocurrir que algunas de esas moles se machihembraran con apoyo interior de plomo, tal como apuntan algunos geógrafos del al-Andalus del siglo Xll (al-Rusati, por ejemplo).

Les recordaba hace unas semanas que un prestigioso arqueólogo -Juan Paz- ha cuestionado, desde el rigor académico, una premisa mayor, concluyendo que gran parte de lo que hoy consideramos obra romana es muralla realmente levantada en tiempos de la Saraqusta islámica. El tamaño de aquella Saraqusta también arrastra controversia. En 1971, Torres Balbás calculó que la Zaragoza andalusí acogería a no más de 17.000 persas, lo que se ha venido considerando hasta ahora como hipótesis correcta. Pero, en los últimos años, una corriente de investigadores ha llamado la atención en tomo a que esos cálculos solo tenían en cuenta la superficie de la medina, la ciudad protegida por la muralla 'romana', y que los arrabales de Saraqusta -defendidos o no con otro muro de tapial- desplegaban una urbe mucho más amplia, capaz de soportar un censo de más de 50.000 personas (el arquitecto Javier Peña ha llegado a escribir que «Saraqusta toma un nuevo impulso y se convierte en una gran ciudad, en una de las mayores -si no la mayor- de Al-andalus y consecuentemente de Europa Occidental»).

Si nuestra legendaria muralla zaragozana desprendía continuos destellos de luz blanca, toda aquella gente, ¿cómo lo soportaba sin volverse loca? Los viajeros andalusíes del arranque de la Baja Edad Media que escribieron sobre el resplandor, ¿se lo inventaron?

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