Wanjohi, el valle demasiado feliz
(Artículo escrito por Francisco Apaolaza en el Heraldo de Aragón del 9 de agosto de 2015)
Cuando en los años 20 el granjero Geoffrey Buxton se asomó a las colinas keniatas de tierra roja cerca de Naivasha, cuando a orillas del Wanjohi en sus primeros amaneceres sintió la niebla fría venirse desde la cordillera de los Aberdares como un bálsamo, decidió que ese sitio tocado por la mano de Dios se llamaría Happy Valley, el valle feliz. Y no sabía cuánto. Ese pedazo de tierra que hoy cultivan familias de kikuyus en pequeñísimas huertas por las que corren sus hijos descalzos fue un gigantesco 'putiferio', quizás el burdel más aristocrático y excéntrico de la historia de las fiestas.
Los colonos británicos le llamaban a ese lugar las Highlands africanas por su verde y por su frescura. Allí, entre el monte Kenia y el lago Victoria encontraron su lugar granjeros, hombres de aventura y un ramillete escogidísimo de nobles que hicieron de todo menos pasarlo mal. Todo es todo. Casi una generación entera de la crema y nata británica se quemó en aquellos fuegos de artificio en los que brillaron las drogas, el champán caro (600 botellas para 250 invitados, por ejemplo) y las orgías.
Pocos años después de la llegada de Buxton, el líder de la comunidad blanca en el país y tercer barón de Delamere, Hugh Cholmondeley (1870-1931), tenía por costumbre entrar en el comedor del hotel Norfolk en Nairobi a galope y saltar las mesas montado en su corcel como si en lugar de cenar, participara en el Gran National. También gustaba de colar bolas de golf en la azotea del exclusivo Muthaiga Country Club de Nairobi, donde este genuino grupo de golfos ocurrentes pasaba la temporada de carreras dilapidando montañas de dinero y dotando a los ingleses que sí trabajaban, la mayoría, de una mala fama injusta que aún hoy les persigue.
La casa está en ruinas, comida por las buganvillas, pero la fuente que el conde Josslyn Hay llenaba de champán francés sigue en pie. El 22 conde de Errol fue un notable filántropo que se casó con Idina Sackville en 1923 y al que apodaban 'el Rey de Happy Valley'. Ella era bella como una piedra preciosa y salvaje como un rinoceronte. Recibía a los invitados de sus fiestas desnuda dentro de una bañera de onyx verde y solo se levantaba, se secaba y se vestía delante de la audiencia cuando habían llegado todos. Idina dejó al conde en el 29 y entonces, Hay se encaprichó de Molly Ramsay. El marido de ésta le azotó la cara con una fusta en la estación de trenes de Nairobi. Molly murió años después por ingerir una combinación explosiva de alcohol, morfina y cocaína. En el vergel aparentemente inocente del Happy Valley morir de una resaca era una posibilidad real. Todo en ese paraíso envenenado resultaba de una curiosa cotidianidad. Nadie se extrañaba, por ejemplo, de ver cómo Kiki Preston se pinchaba en público. A esta socialité americana, íntima amiga de Hay, la conocían como 'la chica de la jeringa de plata'.
Cuernos y disparos
Comprenderán que dado el nivel de innovación amorosa, las relaciones sentimentales se complicaron mucho. Alice de Janzé era la heredera de un imperio norteamericano de armamento. Se había casado con un conde piloto de carreras en Le Mans, Frederick de Janzé. El matrimonio conoció al conde de Errol y a su esposa, y les invitaron a pasar unos días visitando Kenia. En mala hora aceptaron. Mientras Frederick cazaba leones, su mujer se encaprichó de otro de aquellos personajes, Raymond de Trafford, y le puso a su marido unos cuernos como los de un kudu en creativos encuentros sexuales. Para tapar el escándalo, la familia la mandó a París y ella pidió el divorcio. Cuando, una vez separada, Trafford la rechazó, Alice le pegó un tiro en la barriga y se disparó ella misma en un vagón de un tren parado en la Gare du Nord. La multaron con cuatro dólares y, unos años después, los protagonistas del tiroteo se casaron. El matrimonio duró unas semanas y Alice, que según su primer marido tenía los ojos calmados, el cuerpo del deseo y cierta sombra suicida, se quedó en Kenia entre los vapores de la morfina hasta que se pegó un tiro en 1941. Tenía un cachorro de león y tocaba el ukelele. Fue una de las sospechosas de la muerte de Josslyn Hay, que en 1938 apareció muerto de un disparo en su coche en un cruce del barrio de Karen, en Nairobi.
Nunca se resolvió su crimen, que se ha llevado al cine y se ha contado en numerosos libros. El principal sospechoso, no obstante, fue Delves Broughton, un amigo despechado. Se contaba que Alice entró en la sala donde velaban al conde, se manoseo los genitales y con la misma mano acarició el cadáver de Hay mientras susurraba: «Ahora ya eres mío». La fiesta terminó como se esperaba: mal.
De Isabel a Isabel II
Por la bondad de su clima, la fertilidad de sus tierras y sus bosques, Kenia fue conocida como el Valle Feliz. A los pies de los montes Aberdales, una larga cordillera en las tierras altas, al norte de Nairobi, la capital keniata, se asentaron numerosas colonias de británicos. Precisamente estando de vacaciones en los Abedares, la princesa Isabel de Inglaterra se convirtió en reina del Reino Unido tras recibir la noticia de la muerte de su padre, Jorge VI.
Etiquetas: Culturilla general
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