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miércoles, enero 27

1542, cuando la universidad en Zaragoza no era tan deseada

 (Extraído de un texto de I.C.I. en el Heraldo de Aragón del 8 de abril de 2017)

El catedrático de Historia Antigua Guillermo Fatás rememoró los difíciles comienzos de la institución, cuando algunos la veían como un peligro para Zaragoza.

[…]

El 10 de septiembre del año 1542, el rey Carlos I le concedió, a petición de la ciudad de Zaragoza, la capacidad de otorgar todos los títulos en las facultades existentes y en las futuras, con las mismas prerrogativas que las universidades principales. Pero la llegada de la institución tuvo sus detractores.

Varias décadas después, en 1581, el virrey Artal de Alagón, conde de Sástago, escribió al rey transmitiéndole su preocupación por el incremento de los delitos que se producirían al congregarse en la ciudad "semejante gente" y lo complicado que sería su castigo pues, como explicó el catedrático, en ese tiempo "el que entraba en la Universidad, gozaba de fuero". El virrey lamentaba que "la Universidad será un refugio de todos los delincuentes".

También alertaba don Artal de los riesgos de que todos quisieran que sus hijos estudiasen: "No solo faltarían personas para los servicios bajos, sino también para los oficios de sastres, calceteros y otros de esta calidad y menor". Recordaba Fatás que, mientras en cualquier otra labor era fácil saber si se trabajaba y se avanzaba, en los oficios universitarios, no. Además, reflexionaba el virrey, la llegada de estudiantes a la Universidad incrementaría el coste de la vida en la ciudad. "Como si fuera el enemigo número uno", resumió el catedrático.

Pero no el único. Un año después, un notario del séquito de Felipe II auguraba -–y se equivocaba–- corta vida a la Universidad: "En el año de 1583 se instituyó una Academia, pero no sé si será duradera, por los pequeños salarios que cada año pagan a los maestros". Pero esto, comentó Fatás, despertando las risas del público, "tampoco es un cambio revolucionario".

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