(Artículo escrito por Patricio Pron en el El País del 30 de julio de 2016)
El autor
de 'Impresiones de África' [...] nunca usó en sus libros las experiencias
de sus viajes [...].
Quizás el autor de Impresiones de África descubriese tardíamente la famosa frase
de Blaise Pascal acerca de que “la mayoría de los males le vienen a los
hombres por no quedarse en casa”; tal vez la conociese pero no pudiera o
no deseara desoír los cantos de sirena de las tierras exóticas y la
industria del turismo. En cualquier caso, Raymond Roussel viajó mucho;
sólo entre 1920 y 1921 visitó con su madre (quien transportaba entre sus
pertenencias un ataúd en la previsión de que muriera durante el
trayecto) India, Australia, Nueva Zelanda, Polinesia, China, Japón y
Estados Unidos, aunque es improbable que haya visto algo de todo ello:
como recordaba Enrique Vila-Matas en este periódico hace algunos años,
cuando un amigo le escribió diciéndole que lo envidiaba por las puestas
de sol de las que debía estar disfrutando durante sus viajes, Roussel le
confesó que no había visto ninguna. Estaba demasiado ocupado
escribiendo en su camarote, de donde no había salido ni una sola vez en
todo el viaje. Roussel siempre había sido un raro; de hecho, buena parte
de su vida y su obra continúan siendo profundamente enigmáticas, esta
última debido al peculiar método de escritura que el autor desarrolló
basándose en las homofonías del francés: en su relato ‘Chiquenade’, por
ejemplo, la primera frase del texto reza: “Les vers de la doublure dans
la pièce du Forban talon rouge” (los versos del suplente en la pieza
Forban del talón rojo), y la última: “Les vers de la doublure dans la
pièce du fort pantalon rouge” (los gusanos en la tela del fuerte
pantalón rojo), dos frases que suenan relativamente similares; en el
relato, Roussel se las arregla para unir de manera lógica ambas
instancias, lo que significa explicar quién es el suplente, qué pieza es
ésa, quién la escribió, de dónde salieron los gusanos, etcétera.
Nadie había escrito así nunca ni iba a volver a hacerlo: el método sólo
le servía a su creador y no era su única particularidad. Según el
escritor surrealista Michel Leiris (quien lo conoció tanto como el
impenetrable Roussel podía ser conocido), el autor de
Locus Solus
nunca usaba las camisas y las corbatas más de tres veces, las chaquetas
y abrigos únicamente dos semanas y los cuellos de camisa sólo un día;
tenía terror a los túneles y los evitaba; sometía a sus interlocutores a
preguntas inocuas que preparaba con antelación por temor a verse
envuelto en una conversación incómoda o provocarla; le gustaba imitar a
las personas y solía trabajar hasta siete años en sus imitaciones hasta
llevarlas a la perfección; convencido como estaba de que la comida
afectaba a la “serenidad” que necesitaba para escribir,
solía ayunar por días y a continuación someterse a comilonas de cinco horas de duración
en las que se hacía servir, consecutivamente, el desayuno, el almuerzo,
la merienda y la cena. Una de las ingestas de octubre de 1926 fue
documentada, e incluyó frambuesas en azúcar, sopa de chocolate, ostras,
golosinas de mazapán con queso
brie, pescadilla, callos con
foie-gras, compota de uvas, sorbete de champaña, un filete, suflé de patatas, café, sopa, suprema de perdiz, piña a la oriental, etcétera.
A pesar de ello, su mayor singularidad consistió en viajar por el
mundo sin desear ver absolutamente nada, o muy poco. En 1925, Roussel
(quien había nacido en 1877 y publicado su primer libro a los veinte
años de edad) se hizo construir una caravana o casa rodante cuya radical
novedad hizo que fuese exhibida en el Salón del Automóvil de París de
ese año y que Benito Mussolini y el papa Pío XI pidieran visitarla
durante una visita del escritor a Roma. La caravana tenía nueve metros
de largo y algo más de dos metros de ancho y había sido diseñada por
Roussel para trabajar durante sus viajes sin ser molestado por el
paisaje y/o las vistas: el vehículo no tenía ventanas. En él, visitó
Suiza, Alsacia e Italia, pero continuó trabajando como si estuviese en
París.
En consonancia con su idea de que la obra artística no debía contener nada “real” sino puras combinaciones imaginarias, Roussel no utilizó en su literatura ninguna de las experiencias vividas durante sus viajes.
De hecho, hizo lo posible por no tener experiencia ninguna: ya tenía
suficiente con las que sucedían en sus libros, donde los cabellos bailan
sobre la cabeza de los calvos, las máquinas construyen mosaicos con
dientes humanos, un gato sin pelo se transforma en una batería eléctrica
y el mundo es hecho una y otra vez de nuevo, no con la fuerza de la
experiencia sino con las potencias de la imaginación y de los sueños.
Frente a ellas (pensaba Raymond Roussel), ningún viaje valía la pena,
excepto que se hiciera con los ojos cerrados.
1. Raymond Roussel nació en París en 1877 y murió
en Palermo (Italia) en 1933; puede que se suicidara, aunque también es
posible que la sobredosis de barbitúricos que lo mató fuese accidental:
aunque Leonardo Sciascia investigó su muerte en un libro extraordinario,
esta sigue siendo motivo de controversia.
2. Los temas de su obra son (según Michel Leiris) la
omnipotencia de la ciencia, la estrecha correspondencia entre micro y
macrocosmos, el éxtasis, el edén, el tesoro por descubrir o el enigma
por descifrar, la inmortalidad artificial, las máscaras y los disfraces.
3. Entre sus libros traducidos al español se encuentran Impresiones de África (Siruela, 2004), Locus Solus (Capitán Swing, 2012) y el fundamental Cómo escribí algunos libros míos (Tusquets, 1973). Turner publicó en colaboración con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía el catálogo de la exhibición Locus Solus: impresiones de Raymond Roussel (2011).
Etiquetas: libros y escritores
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