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domingo, marzo 7

Islandia. El dios de los impuestos

 (Un artículo de Francisco Apaolaza en el Heraldo de Aragón del 27 de diciembre de 2015)

Los islandeses se pasan al zuismo, una religión que en realidad pretende abolir los privilegios fiscales a los creyentes.

Islandia es ese país donde viven más del doble de ovejas que de personas, donde abre un banco genético con el ADN de todos sus habitantes y en el que no encontrarán ni una sola hormiga. Es un sitio tan original que a nadie le sorprende que allí haya nacido una nueva religión: el zuismo, una carambola metafísica de resultados inesperados, una religión para luchar por la libertad religiosa. Un caballo de Troya.

Resultan gentes extrañas, pero en esa isla, entre los volcanes y los geiser, uno se imagina cualquier cosa. En 2013 eran treinta personas y hoy, dos años después, ya hay 3.000 inscritos, lo que representa el 1% de la población. Su escalada es fulgurante y no tienen problema alguno de vocaciones. Oficialmente, los zuistas no adoran a un dios, es que tienen muchísimos. Los principales son An, Ki, Enlil y Enki, que se definen como las deidades que se encargan del cielo, la tierra, el viento y el agua. También honran a muchas otras divinidades menores que atienden asuntos varios. Según sus creencias, el universo está dominado por seres con forma humana que son inmortales y detentan superpoderes. Toda esta arquitectura está inspirada en la religión sumeria, que tuvo su predicamento en el actual Irak entre el 5.000 y el 2.000 antes de Cristo, en la parte sur de la antigua Mesopotamia, entre las planicies de los ríos Éufrates y Tigris.

Quién les iba a decir a los sumerios, que se consideran los primeros dueños de una civilización en la tierra, que cuatro mil años después sus sucesores quisieran construir un gran templo y abran un fondo para pagarlo. Les costará. Plantean un zigurat (torre piramidal y escalonada) con un gran auditorio para misas, pequeñas capillas para sacrificios de animales, un foso para cocodrilos y las dependencias de un dragón. En dos años solo han celebrado una misa con ritos muy sencillos en los que se recitó poesía sumeria antigua. En sus principios consta claramente que el bien supremo para los zuistas es la libertad de religión. Incluso la libertad a no tener ninguna religión.

Es de suponer que en este momento ya se haya dado cuenta de que algo huele a chamusquina en Reikiavik. Todo el zuismo es un monumento al embuste con más efectos en la tierra que en el cielo. En Islandia, la Ley obliga a todos los ciudadanos a inscribirse en un registro religioso en el que tienen que confesar su credo, el que sea, aunque no tengan ninguno. No es que puedan marcar la casilla de la Iglesia como sucede en la Declaración de la Renta en España, es que tienen que apostar por una confesión les guste o no. Tienen la obligación de pagar un impuesto que va dirigido a alguna de las 40 confesiones inscritas en el país la mayoritaria es la Iglesia Nacional Islandesa, que es luterana. Este año, la tasa ronda los 80 euros.

En 2013, un grupo de islandeses planteó que se trataba de una medida injusta y propuso reventar el sistema con la creación de su propia religión. «Devolveremos a nuestros creyentes los impuestos de Dios». De ahí el éxito de los zuistas, que ven cómo sus números crecen día a día. «Damos la bienvenida a todo el que quiera unirse». En lugar de invertir el dinero en el cuarto del dragón de su templo, lo reembolsan a sus fieles.

Desde hace unos meses, el Gobierno islandés los ha puesto en su punto de mira: está molesto porque el sistema de financiación religiosa se puede venir abajo. Primero, trató de borrar a los zuistas de la lista de iglesias financiables por su escasa actividad litúrgica. Les acusan de no ser «una religión verdadera». Pero, ¿quién mide la fe?», se pregunta Sveinn Thorhallsonn, el portavoz de los zuistas. De ahí que se reunieran para una extraña misa de poemas sumerios. Ahora, el Gobierno ha aclarado que si los adoradores de la Z devuelven el dinero a sus correligionarios, entonces estos tendrán que incluirlos en la declaración de la renta y por tanto pagar impuestos por ello. Los adoradores An, Ki, Enlil y Enki aclaran que esta nueva doctrina arderá en los infierno cuando consigan sus objetivos: terminar con el canon religioso. Vamos, que nos le habrá dado tiempo ni a construir ni la cadena del dragón.

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