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miércoles, enero 12

Lecciones de la historia sobre pandemias

(Un texto de John Müller en Actualidad económica del 3 de mayo de 2020)

La historia enseña que las pandemias han provocado cambios geoestratégicos tan profundos como las guerras o los hallazgos tecnológicos. Por ejemplo, la peste puso fin a la España próspera que existía hacia 1340 gracias a la Mesta medieval. Sin embargo, el hombre tiene limitaciones para captar todos los aspectos de una crisis corno la de ahora. Por esto, su resolución no obedecerá tanto a las leyes de la economía como a las de la biología y la supervivencia.

Las pandemias han provocado casi tantos cambios geoestratégicos en nuestro planeta como las guerras o las invenciones tecnológicas. Lo han hecho de una forma más sutil, aunque no menos cruel. Aprovecho para releer Plagas y pueblos, la obra del gran historiador William H. McNeill, profesor durante varias décadas en la Universidad de Chicago y fallecido en 2016. El libro fue editado en 1984 en España por Siglo XXI. McNeill era un erudito conocedor de las civilizaciones antiguas y sabía cómo se habían influenciado unas a otras. Y las pandemias son una manera de relacionarnos entre humanos y, por la vía de contagiamos, de matarnos unos a otros.

Se podría parafrasear a Clausewitz, que decía que la guerra era la continuación de la política por otros medios, y afirmar que la peste es la perpetuación de la ley de la selva por medios biológicos. Para McNeill había dos conceptos clave: el microparasitismo y el macroparasitismo. El primero correspondía al pequeño parásito que se aloja en mi huésped y extrae todo lo que puede de él. Es el caso del tripanosoma, un protozoo que viaja con la mosca tsetsé y que todavía hoy es responsable de la enfermedad del sueño en 36 países del África subsahariana. El segundo, el macroparásito, era el conquistador que dominaba un territorio y extraía de sus habitantes todos los recursos, lo más parecido al sheriff de Nottingham.

Con estos conceptos, McNeill, traza una historia de la enfermedad desde los tiempos de los cazadoresrecolectores hasta nuestros días. Así es como descubrimos que la peste surge con la agricultura y, por lo tanto, con los derechos de propiedad y el sedentarismo. Los cazadores nómadas podían sufrir otras enfermedades y, sobre todo, heridas y fracturas, pero las grandes plagas llegaron con la propiedad y especialmente con el comercio.

Y el contagio, al menos visto desde Europa, siempre ha venido del este. Dos oleadas devastadoras de pestilencia entre los años 165 y 180 de nuestra era y entre 251 y 266 asolaron las poblaciones del Mediterráneo y corroyeron las bases del Imperio romano, abriendo las puertas a las tribus bárbaras. La disminución de población obligó a Roma a aceptar a éstos en el servicio militar.

Mucho más tarde, hacia 1346, la Yersinia pestis, la bacteria de la peste negra que originaba la peste pulmonar, la bubónica y la septicémica y que era transmitida por los roedores, también vendría de Asia siguiendo la ruta de la seda que iba desde China hasta Damasco y, desde ahí, por las rutas del desaparecido califato hasta Al Ándalus y Venecia.

No tenemos estudios detallados sobre las pandemias de la antigüedad y su impacto en la economía, pero sabemos que sus consecuencias fueron profundas. Una próspera España ya fue arruinada una vez por la peste, en la década de 1340. En The Rise and Fall of Spain (12701850), Carlos ÁlvarezNogal y Leandro Prados de la Escosura señalan que "a diferencia de la Europa occidental preindustrial, España alcanzó su más alto nivel de vida en 1340, y no a mediados del siglo XV. Aunque el número de víctimas humanas fue bajo, la peste tuvo un impacto muy dañino en España y, lejos de liberar una inexistente presión demográfica, destruyó el equilibrio entre una escasa población y abundantes recursos. El ingreso per cápita anterior a 1350 solo volvió a ser alcanzado a finales del siglo XVI y sobrepasado después de 1820".

Prados de la Escosura, catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid, a quien debemos la reconstrucción de los datos del PIB español desde el Medievo hasta nuestros días, suele resumir su hallazgo sobre la riqueza de la España de la Mesta medieval hacia 1270 con una frase redonda: "España no se hizo rica al descubrir América, sino que descubrió América porque ya era rica". Esa España próspera, sin embargo, entró en decadencia a raíz de la peste que se cebaría especialmente en Cataluña.

Una de las tesis más curiosas de McNeill es la que indica que las plagas que asolaron Roma contribuyeron a la consolidación del cristianismo, por su promesa una vida en el más allá: "Esta sublime capacidad para enfrentarse a los horrores y al impacto psíquico de una epidemia sin precedentes fue parte significativa de la atracción que la doctrina cristiana ejerció sobre las abrumadas poblaciones del Imperio romano".

Hay una frase demoledora en la introducción del libro de McNeill: "Cuando la lógica no puede decidir, lo hace la supervivencia", afirma a modo de advertencia sobre las limitaciones del entendimiento humano y de nuestra cultura para captar todos los aspectos de una crisis como la que afrontamos. Su sentencia nos avisa de que no bastarán las reglas de la economía para afrontar lo que se nos viene encima. Por primera vez en muchas décadas, la humanidad está experimentando el miedo a un daño incontrolable.

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