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lunes, mayo 15

Catoblepas

(Información extraída de la wikipedia, y de nodulo.org. Honestamente, lo leí en una columna de prensa y sin saber esto, la metáfora no tenía sentido).

Catoblepas en griego quiere decir «que mira a la tierra». El catoblepas o catóblepon,​ también catoblepa​ es una criatura legendaria de Etiopía, descrita por primera vez por Plinio el Viejo y más tarde por Claudio Eliano. El catoblepas, como animal que mira hacia abajo, también fue citado entre los griegos por Elieno, Ateneo y Arquelao, y entre los latinos por Solino y Pomponio Mela. 

Tiene cuerpo de vaca y cabeza de cerdo. Su espalda está cubierta de escamas que le protegen y su cabeza mira siempre hacia abajo. Su mirada o su respiración podían convertir a la gente en piedra o matarlas.

Plinio lo describió como una criatura de tamaño medio, lenta, con una cabeza pesada vuelta siempre hacia el suelo. Pensó que su mirada, como la del basilisco, era letal, lo que hacía bastante afortunado que su cabeza fuera tan pesada.

Claudio Eliano describió al Catoblepas como un herbívoro del tamaño aproximado de un toro. Según su descripción contaba con una gran melena, era estrecho, sus ojos estaban inyectados en sangre, tenía escamas en la espalda y las cejas lanudas. La cabeza era tan pesada que la bestia tan solo podía mirar hacia abajo. En su descripción, la mirada no era letal, pero su aliento era venenoso ya que se alimentaba de hierbas venenosas.

Le atribuían los clásicos la capacidad de matar a quien viera sus ojos –una capacidad en cierto modo inversa a la del basilisco, que destruye cuanto mira– e incluso cierta bondad al no apartar su mirada del suelo, para no ejercer su mortífero poder. Entre los modernos, el alucinado naturalista polaco Juan Jonston (1603-1675) imaginó el catoblepas como voluminoso cuadrúpedo, que Gustavo Flaubert (1821-1880), en las sucesivas versiones que fabuló de las tentaciones de San Antonio (1849, 1856, 1874), fue haciendo evolucionar hasta una suerte de búfalo negro del que pende cabeza de cerdo que se arrastra por el suelo. Recopiladores posteriores como Jorge Luis Borges (1899-1986) han contribuido a difundir esta suposición estúpida. Se conoce que estos modernos no pudieron ver la piel de un catoblepas llevado por Mario a Roma y depositado en el Templo de Hércules, muerto a distancia por jinetes libios tras fulminar a varios soldados en la guerra contra Yugurta. 

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