Hasta hace poco tiempo no estaba
claro el origen del cero, uno de los mayores inventos de la humanidad. El
enigma fue desvelándose a lo largo del siglo XX, y una reciente datación
arqueológica ya no deja lugar a dudas: el cero
nació en la India. Fueron los sabios indios los primeros en
dibujar un símbolo para representar el cero, un dígito que no aparece en los
escritos griegos ni entre los números romanos.
Ese simple símbolo disparó la
capacidad de los matemáticos para operar con números tan grandes como
quisiesen. Pero los grandes sabios del período clásico de las matemáticas en la
India fueron mucho más allá. No solo usaron el cero como una simple cifra, con
la que completar su sistema numérico posicional, sino que lo convirtieron en un
número independiente y con entidad propia,
que comenzaron a emplear en operaciones aritméticas (suma, resta,
multiplicación y división). Apoyados en ese concepto del cero, aquellos
sobresalientes matemáticos realizaron durante casi mil años (del siglo IV al
XIII) una sosegada revolución matemática.
El manuscrito Bakhshali contiene
el símbolo para el cero más antiguo conocido. Crédito: Bodleian Libraries, University of Oxford.
Herederos de los griegos, los
indios recogieron su testigo en la historia de las matemáticas para profundizar
en la aritmética —separándola de la geometría— y sentar las bases del álgebra
(que luego desarrollaron los árabes). Destacaron Aryabhata (siglo VI), Brahmagupta
(siglo VII), Mahavira (siglo IX) y Bhaskara II (siglo XII). En
torno al año 500, Aryabhata ideó un
sistema decimal de numeración posicional, que describe en su tratado
Aryabhatiya,
un poema escrito en sánscrito compuesto por 121 versos. Aunque no propone
todavía un símbolo para el cero, sí escribe la palabra kha en su lugar.
Numeración
posicional
El sistema decimal posicional con
la inclusión del cero —el que usamos hoy en día— tiene la ventaja de permitir
escribir cualquier número con solo 10 dígitos diferentes (0, 1, 2, 3, 4, 5, 6,
7, 8, 9), lo que facilita operar con cantidades muy
grandes, frente por ejemplo al sistema numérico romano (basado en
las letras I, V, X, L, C, D y M, que representan los números 1, 5, 10, 50, 100,
500 y 1.000).
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VÍDEO:
Revoluciones matemáticas, Ep. 2: “La conquista de los
números”. Crédito: ICMAT/Fundación General CSIC/Divermates/Irene López
En un sistema posicional, el
valor de cada dígito depende de su posición dentro del número. Para números
enteros, comenzando de derecha a izquierda, el primer dígito se
corresponde con las unidades, el segundo corresponde a las decenas, el tercero
a las centenas y así sucesivamente (por ejemplo: 5.876 = 5.000+800+70+6). En
los sistemas no posicionales (como el romano) un símbolo siempre tiene el mismo
valor, sin importar la posición que ocupe —lo cual requiere tal cantidad de
símbolos para los números grandes que los hace poco prácticos para realizar
operaciones con ellos (por ejemplo: en números romanos, 5.876 es MMMMMDCCCLXXVI).
En el siglo VII, los escritos del
matemático Brahmagupta son los primeros
conocidos en los que se considera el cero como un número (no solo un dígito
marcador de posición) y se explica cómo operar con el cero. Él lo definió como
el resultado de restar un número de sí mismo y apuntó algunas propiedades del
nuevo número: cuando el cero se suma o se resta a una cantidad, esta permanece
inalterada. Brahmagupta también introdujo
los números negativos en sus escritos para indicar deudas, mientras los positivos representaban fortunas.
Así, por ejemplo, explica que una deuda menos el cero es una deuda, una fortuna
restada del cero es una deuda o el producto de dos deudas es una fortuna.
La
aparición del símbolo
La aparición más antigua que conocemos del
símbolo “0” —como lo conocemos hoy en día— es del siglo IX: está en
una inscripción en piedra, que indica el año 876. En ella se explica que en la
ciudad de Gwalior (400 km al sur de Delhi) “se plantaron unos jardines de 187
por 270 hastas (medida india que equivale a casi medio metro), de manera que
podrían producir suficientes flores como para dar 50 guirnaldas al día a los
empleados del templo Chaturbhuj”. Tanto el 270 como el 50 están anotados casi
como los escribiríamos en la actualidad, pero el 0 es algo más pequeño y está
ligeramente elevado, casi como un superíndice.
Sin embargo, esa inscripción por
sí sola no prueba el origen del cero en la India. Como en el siglo IX ya había
un amplio contacto comercial entre el mundo árabe,
el europeo y el asiático, la inscripción no es lo
suficientemente antigua como para demostrar que la cifra se inventó allí. De
hecho hay una inscripción anterior
—realizada en el año 683 en el idioma jemer, de Camboya— que contiene otro
símbolo similar para el cero, según explica el matemático Amir Aczel en su libro En busca del cero.
Son escritos previos, como los de
Aryabhata y Brahmagupta, los que apuntan a un origen indio. Y tirando de ese
hilo llegamos al manuscrito Bakhshali, el
más antiguo texto matemático indio, que fue hallado en 1881 y que comprende
multitud de fragmentos escritos desde el siglo III hasta el siglo X. La más reciente y precisa datación
arqueológica, realizada en
2017 con la técnica del carbono-14, confirma que ese manuscrito contiene el
símbolo para el cero más antiguo conocido: un punto impreso en una corteza de
abedul, entre los siglos III y IV.
Las
operaciones con el cero
Aclarado su nacimiento en la
India, allí siguió creciendo como concepto. En el siglo IX, Mahavira profundiza
en las operaciones con el cero, indicando que la multiplicación de un número
por cero es cero; pero no acierta en la fracción, al asegurar que si un número
se divide por cero permanece invariable. Sin embargo Bhaskara II, el último de
los matemáticos clásicos de la India, ya dice en el siglo XII que una
fracción con denominador cero designa una cantidad infinita.
Bhaskara II también es conocido por proponer un procedimiento para resolver
las ecuaciones polinómicas de segundo grado (ax2+bx+c=0)
muy similar al que utilizaría hoy en día cualquier estudiante de Secundaria.
Durante la revolución matemática
que los sabios indios llevaron a cabo a lo largo de varios siglos también
operaron con las raíces irracionales de otros
números —como √2 ó √3—, de la misma manera que lo hacían con los números
racionales. En parte porque su aritmética era completamente
independiente de la geometría, al contrario de lo que les sucedía a los
griegos, quienes no concebían los números irracionales como verdaderos números,
ya que no se podían comparar o medir mediante una proporción de números
enteros. Los matemáticos indios, por su parte, no llegaron a profundizar en
esta diferenciación entre magnitudes conmensurables e
inconmensurables de la aritmética griega. También realizaron
progresos relacionados con el álgebra. Usaron abreviaturas de palabras y
símbolos para describir operaciones. Para las incógnitas, cuando había más de
una, usaban nombres de colores: negro, azul y amarillo.
El cero nació en la India, pero se bautizó en Europa. Fue el matemático italiano Fibonacci quien
popularizó en Occidente el sistema decimal nacido en la India y quien comenzó a
usar la palabra zero para designar el símbolo de la nada. El término sifr,
vacío en árabe, derivó en el latín zephyrum, que acabó convirtiéndose en
el zefiro italiano y contraído en el zero veneciano, con el que
Fibonacci decidió nombrar al “0”.
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