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domingo, abril 20

La procesión que se suspendió con un sol radiante

(Un texto de Mariano García en el Heraldo de Aragón del 3 de abril de 2010)

La Semana Santa de 1932 en Zaragoza fue muy especial. Pese a lucir un sol radiante, no se celebró la procesión del Santo Entierro. ¿Por qué? El ambiente de confrontación social que se respiraba en la ciudad hizo que la Hermandad de la Sangre de Cristo decidiera, no sin suscitar una gran polémica, suspenderla y evitar así males mayores. Emilio Colás se lamentaba a finales de marzo en HERALDO:

A esta Semana Santa zaragozana, primera bajo el régimen de la República, no la van a conocer quienes de los pueblos vengan -si vienen- atraídos por el esplendor de la clásica fiesta religiosa. Este año no hay procesión, y ello ha sido tanto como asestar un rudo golpe a lo más sagrado de nuestras tradiciones. No se concibe la Semana Santa sin ese cortejo de los terceroles y las bíblicas figuras de la Pasión, desfilando por nuestras calles. Claro es que algún año nos hemos visto también privados del bello y emotivo espectáculo. Pero ha sido a causa de la lluvia.

Esta vez no. Este año, la Hermandad de la Sangre de Cristo, reunida en capítulo, acordó por mayoría de votos privar a Zaragoza de ese sensacional y piadoso desfile. ¿Ha hecho bien? ¿Ha hecho mal? Han circulado estos días por la ciudad las más contradictorias versiones respecto a la suspensión. Que si el gobernador no la había autorizado. Que si se temía una manifestación laica. Ni una cosa ni otra.

Al gobernador le visitó una comisión de la Hermandad para tratar del asunto, y el gobernador -recién llegado a Zaragoza- contestó a los comisionados que estudiaría el caso, y en tanto que hiciesen la petición del permiso por escrito.

Se reunió la Hermandad. En la reunión se expusieron por unos y otros el pro y el contra de la idea. Desde luego, era casi seguro que se podría contar con el beneplácito gubernativo. Pero...

Aquí vinieron las dudas y cavilaciones. ¿Cómo evitar que un exaltado turbase con cualquier acción violenta la tranquilidad que debía presidir la comitiva? Se expusieron pareceres diversos, y al fin triunfó el criterio de que por este año la procesión no debía salir. Y no saldrá. Por cierto que la del Viernes Santo del año último, fue la última procesión que hasta la fecha se ha celebrado en Zaragoza.

Suprimida la procesión, se pensó en exhibir por lo menos los pasos dentro de la iglesia. Que el público, tan familiarizado con ellos, pudiera recrearse una vez más en su contemplación. Pero de tal propósito hubo igualmente de desistirse. Los gastos de armar y desarmar los pasos ascienden a cerca de mil pesetas, y la Hermandad no está en situación de hacer frente a ese dispendio, que en ningún fin práctico se traduce.

No habrá, pues, tampoco pasos. Esos pasos con los que ya está encariñado el público zaragozano porque conoce bien a todos los personajes que en ellos figuran. Pero, si faltan los pasos, no faltará en cambio esa sagrada y venerada imagen del Señor en la Cama,  el Señor en su lecho, que la infinita compasión de las buenas almas ha querido que sea de muerte, aunque el infamante fallecimiento fuese en la Cruz.

Podrá, pues, rememorarse la tragedia del Gólgota, y los fieles desfilarán por las naves de San Cayetano para rendir su último holocausto de amor al Rey de Reyes.

La Cama del Señor estará expuesta al público todo el día de Viernes Santo, pues el Templo cerrará sus puertas a las nueve de la noche. Y, ya que las gentes no verán pasar por las calles bajo una lluvia de pétalos de flores la Santa Cama con la yacente figura llena de misericordia y bondad, podrán acudir en homenaje silencioso de veneración a la típica Iglesia de San Cayetano -aunque su verdadero nombre sea el de Santa Isabel, todos la seguirán conociendo siempre por el primero- para rendir sus frentes en adoración muda al Redentor del mundo.  Pero a la Cama del Señor le hubiera faltado algo, verdaderamente consustancial con la solemnidad del momento, sin la presencia de esa guardia de honor que forman los soldados romanos. La presencia de los judíos -como el vulgo y la chiquillería los denominan- guardando el monumento funerario, era imprescindible si le fueran a dar a la estampa todo el color propio de la época.

Y, entendiéndolo así, la Hermandad de la Sangre de Cristo ha dispuesto que sean éstas las únicas figuras de la Pasión, que se muestren redivivas. La guardia pretoriana lucirá, pues, su apostura y marcialidad estos días. Bien que solo sea en el interior del Templo. Pero si sólo han de servir los 'judíos' el día de Viernes Santo para dar escolta a la Cama del Señor, ¿cómo distraerán las horas de asueto en el cuerpo de guardia?

La seriedad del cargo no les ha de permitir que esa tarde, en la que antes abrían paso a golpe de lanza a la comitiva, hagan alguna visita a cualquier establecimiento de bebidas cercano. Y ya estamos viendo que allá en un rincón de la sacristía, estos garridos mozos, casi todos labradores de la huerta zaragozana, se instalen en derredor de una mesa para echar un guiñote.

Lo que no puede faltar estos días es la belleza de las zaragozanas luciendo su garbo y gentileza enmarcado el rostro por las blondas de las mantillas. No irán como otros años a presenciar desde cualquier balcón el desfile emocional del Santo Entierro. Pero acudirán al Miserere solemne que en la tarde del viernes se rezará en San Cayetano. Gracias a ellas, a estas preciosas novias españolas, no va a pasar inadvertida la Semana Santa en las calles. Nos quedaremos sin ver a los batidores del municipio abriendo marcha, ni a los del regimiento de Caballería con sus clarines a la sordina. Ni a los Nuncios con sus campanas y tambores cubiertos con paños negros. Ni al pueblo hebreo. Ni a los patriarcas del Testamento. Pero podremos ver la Santa Cama del Señor y arrodillada cerca de ella alguna figura de mujer bonita. Semejando azucenas las manos cruzadas, que imploran porque la Semana Santa zaragozana sea lo que siempre ha sido, lo que siempre fue...

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