'Lo que el viento se llevó', así fue el mítico casting para elegir a Scarlett O'Hara
(Un texto de Rafael Sánchez Casademont en la revista Fotogramas del 5 de noviembre de 2020)
Cuando hablamos de David O. Selznick lo hacemos de uno de los productores más grandes de la historia del cine. Al año siguiente de estrenar la película más exitosa de todos los tiempos y ganar, no solo el Oscar a Mejor Película, sino además otro galardón honorífico por lo que esta producción significaba para el cine, al año siguiente ya estaba subiendo al estrado por otro, el de ‘Rebeca’, tras haber traído a un director inglés (de apellido Hitchcock y de nombre Alfred) a Hollywood.
Hijo de un distribuidor de cine cuya empresa quebró en 1923, Selznick acudió a Hollywood con la sencilla idea de manejar el sistema. En un panorama liderado por las mayors con sus padres fundadores aún en plena forma, puede que su matrimonio con Irene Mayer, hija del mandamás de la MGM Louis B. Mayer, tuviese algo que ver en su imparable ascenso. Pero nada más que su talento explica como en pocos años pasó de ayudante en la MGM a jefe de producciones de la misma, con un intermedio donde trabajó también en Paramount y RKO. En 1936 ya tenía su empresa propia, porque eso de trabajar para productoras con el apellido de otro (aunque ese otro fuese su suegro) no era suficiente. Dicen que tras pagar una cifra récord por los derechos del bestseller, asegurarse a la estrella Gable y a George Cukor (al que hizo debutar años antes) como director, metió a los 12 mejores guionistas que encontró en una habitación con la novela. No saldrían hasta tener el guion definitivo.
Para competir con los titanes, Selznick
solo podía depender de su ojo, uno que demostraría comprando
los derechos de la novela antes que nadie, también trayendo a
Hitchcock
de las islas británicas y que se pondría a prueba en su
casting para Scarlett O’Hara. Cuentan que en sus años en la
RKO, el joven Selznick acudió a pruebas para un musical. Por
allí pasó un desconocido Fred Astaire cuya
evaluación fue “No sabe actuar. Ligeramente calvo.
También baila”. Selznick añadió “pero tiene algo”
y RKO dio la bienvenida a la estrella más taquillera de la
década de los treinta. El resto, por tanto, es tan historia
como polémica fue la elección de Vivan
Leigh para el papel más deseado de América.
Trabajo por el que, por cierto, cobró cinco veces
menos que Gable en más del doble de días de rodaje y la
mitad de lo que costaron los derechos de la novela.
Pero la historia fue más larga. Selznick supo transformar su
bloqueo productivo por no encontrar a la actriz perfecta en
todo un espectáculo. Fue el primer casting masivo
y abierto de la historia y duró la friolera de dos
años que costaron al bolsillo de la producción más
de 100.000 dólares. A través de una gira por Estados Unidos,
se hicieron pruebas a más de 1.400 mujeres anónimas y
a una centena de grandes estrellas de Hollywood.
Todas andaban en busca del papel más grande de la historia del
cine. ¿Quién interpretaría a esta encantadoramente tozuda
sureña de 16 años? Nadie en aquel entonces hubiera podido
imaginar la respuesta.
Dicen que Lucille
Ball, la futura estrella de ‘I Love Lucy’ quedó
tan disgustada por ser rechazada por Selznick que, 15 años
después y convertida en la estrella televisiva más grande
de los cincuenta, compró y cambió el nombre de los ya
decadentes estudios Selznick por ‘Desilu Productions’. Más
allá de venganzas servidas frías, en su momento también
acudieron Bette Davis y Katherine Hepburn,
deseosas de trabajar con Cukor pero rechazadas por su
avanzada edad. Por los ojos examinadores de Selznick
pasaron Susan Hayward, Lana Turner, Tallulah
Bankhead, Joan Crawford, Barbara Stanwyck, Mae West,
Joan Bennet y Jean Arthur, entre otras. Algunas
llegaron incluso a las pruebas de cámara que hoy nos
podemos encontrar en algunos extras de ediciones de la
película, repitiendo la mítica escena del corsé o la
coqueta declaración de amor a Ashley.Por allí también pasó Joan Fontaine, que un año después se haría con el estrellato junto a Selznick por ‘Rebeca’ y ganaría el Oscar junto al cineasta inglés poco después con 'Sospecha'. En ese momento, sin embargo, su intención no era otra que la de apuntar su carrera hacia una sensual imagen de femme fatale. Se presentó en un ajustado vestido negro para ser Scarlett. Cuando le dijeron que estaban interesados en ella solo para el papel de Melania Hamilton afirmó “¡Para hacer de pava es mejor que llamen a mi hermana Olivia!”. Olivia de Havilland se haría así, de rebote, con el papel que le dio su primera nominación al Oscar. Fontaine, por su lado, no rechazaría el papel de tímida e inocente joven que le daría la estatuilla dorada al año siguiente con el debut americano de Hitchcock.
El desconcierto por comenzar la producción de una vez era tal que Selznick, poco convencido, se decidió por Paulette Goddard, pareja por entonces de Charlie Chaplin y que ese mismo año protagonizaría 'Mujeres', dirigida por George Cukor. Goddard volvió a las pruebas de cámara para rodar las imágenes que convencieran definitivamente a Selznick de iniciar, dos años después, la producción de ese guion que comenzaba a parecer maldito.
Tanto era el nerviosismo de los medios involucrados que, mientras se hacían las pruebas definitivas a Goddard, la producción comenzó a rodar algunas escenas sin su protagonista. Fue durante el famoso rodaje del incendio de Atlanta, en el que O’Hara es un simple bulto en sombra, donde Selznick recibió a Laurence Olivier, el protagonista de la que sería su siguiente película. El caballero inglés le presentó a la desconocida actriz teatral que sería su mujer las próximas dos décadas, Vivan Leigh.
Que una actriz británica superase el casting por el que habían rechazado a lo más florido de Hollywood, y a casi un millar de jóvenes sureñas, podría convertirse en una gran bola de nieve contra la película. Selznick alargó el asunto e incluso hizo una encuesta para que la gente votase a su favorita entre las finalistas. Su elección, Leigh, obtuvo un solo voto. Aunque no lo sabemos, nos gusta pensar que ese único voto era del propio productor. Los contactos en la prensa de Selznick empezaron a polemizar e indignar al público con la posibilidad de que una actriz yanqui interpretara a su gran mujer sureña. En consecuencia, la posibilidad de que la neoyorkina Paulette Goddard se hiciera con el papel ya no tenía tan buena prensa y la decisión de Selznick era tan esperada que, con que al final se decidiera por alguien, quien fuese, todos estarían contentos.

Leigh ganaría su segundo Oscar en 1951 por ‘Un tranvía llamado deseo’, y ni siquiera su larga convalecencia y problemas mentales (provocados por la tuberculosis que acabaría con su vida) hizo que dejara de ser una de las grandes presencias teatrales británicas (casi siempre junto a Sir Olivier). Hoy seguimos hablando de uno de los mayores éxitos de la historia del cine cuyo gran problema pasó a ser su mayor mérito. Su tan impecable como sorprendente casting es una de las pocas cosas que no se discute de lo que ahora es, por razones obvias, una polémica cinta. Nadie, eso sí, pone en duda el buen ojo de Selznick. Quizás el productor con más talento de la historia del cine. Aunque nos parezca hoy que descubrir a Fred Astaire, Alfred Hitchcock o Vivian Leigh tenga poco mérito…
Etiquetas: Tardes de cine y palomitas
posted by Catalina @ jueves, octubre 09, 2025
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