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miércoles, julio 25

Anécdotas de un físico

(No sé quién me lo envió, pero me parece muy curioso)

Todo un hombre, este Feynman...

Feynman tenía un viejo pique con los matemáticos desde sus tiempos de la universidad. Decía que “si pones un teorema matemático en palabras de la calle, queda algo ridículamente obvio”. Por ejemplo, tomemos el Teorema de Bolzano: Si f(x) es continua en un intervalo y cambia de signo en el interior del mismo, existe un punto c perteneciente al intervalo en el que f(x)=0. En palabras de la calle, esto queda “Si ahora es de día y luego es de noche, en algún momento ha anochecido”. O bien “Si ahora estás en la playa y luego estás buceando, en algún momento habrás cruzado la superficie del mar”. Era un cachondo, el Feynman.

Un ex-alumno suyo le escribió cuando ganó el Nobel. Era decano de la facultad de matemáticas de una prestigiosa universidad y le escribía para felicitarle y darle las gracias por sus clases, que lo habían llevado hasta el cargo que ocupaba. Feynman respondió diciendo que “Veo que mis clases no sirvieron para nada, pues has acabado dirigiendo una facultad de matemáticas. Seguiremos intentándolo”.

Otra carta divertida es la que le mandó su editorial (Addison-Wesley) cuando ganó el Nobel. “Felicidades por el Nobel. Por fin en Suecia reconocen un buen libro de texto”. La respuesta de Feynman: “Muchísimas gracias. No tenía ni idea de la enorme influencia que teníais sobre el comité de los Nobel. Prometo no volver a subestimar el poder de una editorial. Gracias a todos los que habéis ideado y ejecutado esta fabulosa maniobra publicitaria”. Un crack, como les digo.

Una carta más, bastante reveladora. De Feynman a la comisión que otorga el premio Einstein, que le pedía su opinión sobre Hawking: “Creo sinceramente que el trabajo del Dr. Stephen Hawking le hace acreedor del premio Einstein”. (Se lo dieron).

Feynman murió de cáncer en 1988. Incluso al morir demostró genio y figura. Ingresado en el hospital, tuvo un fallo renal y entró en coma unos días, tras los cuales se despertó. Su mujer, su hermana y su cuñada estaban con él. Sus últimas palabras, antes de volver a sumirse en la negrura de la que ya no volvería, fueron:

"Odiaría tener que morirme dos veces. Es aburridísimo."

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