Cuéntame un cuento...

...o una historia, o una anécdota... Simplemente algo que me haga reir, pensar, soñar o todo a la vez, si cabe ..Si quereis mandarme alguna de estas, hacedlo a pues80@hotmail.com..

viernes, julio 17

La visita que no tocó el grifo

Sacarino, núm. 71 (Transcrito por Pablo en el Foro de la TIA, 4/3/2004)

Estaba realizando una encuesta por pisos, para saber qué tipo de cepillo de dientes usa la gente. Personalmente, me importa un pito saber qué cepillo usa la gente, pero trabajaba en una agencia encuestadora y tenía que ir por las casas preguntando cosas raras. Pero mientras yo llamaba
al sexto primera, el vecino estaba esperando al lampista.

Me abrió la puerta. Si no me abre la puerta no entro. Nunca he sido un fantasma. Y me abrió la puerta con cara de pocos amigos. Dos a lo sumo.

-¡Ya era hora de que viniera!- me espetó. Que es feísimo eso de espetar.
-¿Me estaba esperando?- pregunté perplejo y con las cuerdas esas.
-¡Hace ocho días que le llamé!- siguió espetándome.
-¿Me llamó? ¿A mí? ¡Pero si yo no sabía que iba a venir!
-¡Cómo se atreve a decirme esto!
-Si no le gusta le diré otra cosa.
-Hace ocho días les llamé poniendo el grito en el cielo.
-Por eso no le oí. Yo estaba en la tierra.
-Y esta mañana le dije a su jefe que era un felpudo.
-¿El jefe o yo?
-Yo.
-Ya. Llamó al jefe para decirle que usted era un felpudo.
-Le dije que él era un felpudo. Como comprenderá, yo no voy por ahí
felpudeándome. Pase, pase.

Pasé, pisé esa barrita que ponen en el umbral de algunas puertas para que tropiece la gente imbécil y como yo debo serlo, tropecé y me fui de cabeza hacia el vecino. Quedamos abrazados como si fuéramos intimísimos amigos.

-Buenas- dije.

Después de un abrazo tan amigable no iba a decirle "Malas".

-¿No trae las herramientas?
-El bolígrafo...
-¿Cómo el bolígrafo? ¿Y el martillo, y la llave inglesa, y la estopa y ese tornillo que siempre se ha perdido?

Estaba alucinado. Yo.

-Oiga, yo nunca he perdido ningún tornillo. Siempre estuve en mi sano juicio.
-No sé como se las va a arreglar... como no hipnotice al grifo.

Le miré con los ojos fuera de las órbitas. De las órbitas de los ojos, no de la órbita solar...

-¿He de hipnotizar un grifo? ¿Por qué?
-Porque gotea.

Alucinado era poco. Estaba que no estaba. En mi sano juicio. Te juro que en casa cuando un grifo gotea no le hipnotizamos.

-¿Usted hipnotiza los grifos cuando gotean?- pregunté.
-Yo no. Usted.
-¿Yo?
-¡Usted!

Me gritó tanto y con tanta seguridad que pensé que quizás tuviera razón. Voy a tener que sentar plaza de hipnotizador de grifos caseros. ¡Dios mío! Cada vez estoy más loco.

-Pase a la cocina.
-Yo paso donde quiera. Pero antes quisiera...

Me miró tan mal que desquise. Si le llevas la contraria a ese tipo te muerde. Y encima se te come. ¡Qué cara de bulldog tenía! Oye, los bulldog tienen más cara de persona que él.

-Ocho días oyendo gotear a ese dichoso grifo- rezongaba camino de la cocina-. ¡Ocho días! Y me viene el lampista sin material. Nada. No hay profesionalidad.

-Lo que no hay es lampista- dije yo para mí, refiriéndome a mí que era yo. Porque yo una vez arreglé una puerta, le quité de las bisagras y la limé por abajo porque rozaba con el suelo. Hubo que tirarla porque quedó hecha una puertecilla para un ventanuco... Cualquiera le pregunta por el cepillo de dientes.

-Este es el grifo.

Era un grifo de cocina corriente. Con aquello arriba que lo giras y mana agua, lo giras para otro lado y deja de manar, pero éste, sin tocar nada, goteaba.

-¿Habrá que cortar el agua?-preguntó.
No, no la corte que sangraría- dije estúpido.

Ya me miraba mal, pero ahora me miró peor. Yo contemplaba el grifo con suspense. Y como no tenía llave inglesa, ni francesa, ni española, traté de desenroscarlo con los dedos. ¡Dios mío!
Dejé los dedos ahí. Despellejados.

-¿Qué?- indagó interesado por la salud de su grifo.
-Gotea- definí.
-Eso ya lo sé. Si en vez de gotear interpretara "El adiós a la vida" no llamaría al lampista habría llamado al director de la orquesta municipal.
-Como no tuviera dedos de hierro... No creo que desenroscara esto...Oiga, ¿no tendrá, por casualidad, una llave inglesa?
-No. Tengo la llave del piso.
-No creo que abra el grifo. Habrá que probar con los dientes.

Probé. Che chalió muy chal. Echtoy a chopitas.

Probó é. Tenía más dientes que yo. No es que los tuviera doscientos. Los tenía más fuertes. Oye, mordió la rosca del grifo como si fuera una chuleta.

-Crac crac crac crac.
-¡Se ha cargado la rosca!- pensé.

No. Se había cargado los dientes. Ya no fue necesario le preguntara qué cepillo de dientes usaba. Ya no usa. Echtá como cho. A chopitas.