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miércoles, julio 15

Un concepto curioso: banca ilegal

(Un artículo de Aritz Parra en el suplemento económico de El Mundo el 13 de julio de 2008)

A duras penas, por los escuálidos márgenes del negocio minero, Tong saca adelante una pequeña explotación de carbón no muy lejos de Pekín. Lo suficientemente cerca de la capital para que este verano se la hayan cerrado. Una orden que viene de muy arriba, porque con más de 10.000
atletas a punto de aterrizar para las Olimpiadas, el Gobierno hace lo imposible por limpiar el aire.«Todo un verano sin un solo beneficio podía ser el final», recuerda Tong. ¿Solución? «Pide un crédito al banco», le dijeron los inspectores.

Pero como su empresa es joven, con los bancos estatales resulta complicado. Tong pensó en los mensajes que le llegan al teléfono y que publicitan préstamos rápidos, pero acabó optando por acudir a los amigos. Difundió el rumor de que necesitaba efectivo y en unos días el teléfono sonó: una voz desconocida le prestaba 400.000 yuanes (37.000 euros). «Sólo necesitas saber que debes devolverlos», le dijo el interlocutor. Tong accedió y horas después recibía la suma en casa a cambio de imprimir su huella dactilar en un recibo.

Temeroso de que la economía se le desboque del todo, el Gobierno ha endurecido durante los últimos años las normativas para acceder a préstamos. La maniobra del banco central ha restringido el acceso de millones de empresas privadas a la financiación de las entidades bancarias del país que operan bajo estricto control estatal. La alternativa para muchos chinos es acudir al mercado negro de servicios financieros, un negocio que según algunas fuentes mueve varios billones de yuanes.

El fenómeno no es nada nuevo. Surgió de forma paralela al nacimiento de la banca, hace más de 400 años, en plena transición dinástica de los Ming a los Qing. Feiqian (dinero volador) lo llamaban entonces. En 2007, un estudio del Gobierno descubrió que la banca informal presta cada año 75.000 millones de euros. Un tercio de los créditos a pequeñas y medianas empresas procede de la banca ilegal, que gana a la regular en el campo, con una cuota del 55% entre los agricultores chinos.

No todos funcionan como bancos al uso. Están las transacciones entre amigos -aunque con intereses, a veces diarios-, los acaudalados que hacen de usureros, las casas de dinero registradas como cualquier otro negocio y hasta la modalidad más sofisticada: organizaciones que ofrecen
cuentas corrientes, una gama de productos que se ajustan a las necesidades de los clientes y atención garantizada durante las 24 horas.

Al ofrecer rentabilidades más ventajosas que los depósitos de la banca regular, atraen ingentes ahorros de los chinos, a quienes ayudan a invertir en la Bolsa de Hong Kong. Además de encargarse de los préstamos-exprés, también tiene capacidad para recibir remesas de los
emigrantes.

Este caudal de dinero ilegal, que llega a mover entre el 3 y 4% de la liquidez del sistema, ha facilitado en buena parte el consabido milagro chino desde que en 1978 se iniciasen las reformas.Para cuando se estrenó el nuevo milenio, en China habían florecido más de 30 millones de empresas privadas, aunque la banca nacional sólo destinaba a ellas un exiguo punto porcentual de sus créditos.«El sistema financiero ha demostrado ser un obstáculo en el desarrollo sano de la actividad empresarial», dice el profesor Yi Xianrong, de la Academia de Ciencias
Sociales.

Otros lo ven como una oportunidad. Como Zhang Shaohong, un empleado del banco central que se aburrió de la oficina y en 1985 decidió montar lo que registró como el Club de lectura de ida y vuelta de Henan. Al principio, cada socio aportaba cinco yuanes mensuales de depósito (medio
euro) que, cuando eran devueltos a final de año, habían engordado satisfactoriamente. Las revistas y libros eran lo de menos en el club de Zhang, que con el tiempo aceptó depósitos mayores y en dos décadas alcanzó un mínimo de 9,3 millones de euros de beneficios mensuales.

A mediados de 2005, Zhang fue condenado a pasar 10 años entre rejas por conducir «transacciones ilegales». Su club de lectura fue uno de los 155 bancos clandestinos que las autoridades desarticularon cuando preparaban al sector financiero para la apertura --todavía hoy parcial- a la competencia extranjera. El verano pasado desmantelaron otra gran organización que desde el sur del país había realizado transacciones por valor de 544 millones de dólares.

«Los bancos clandestinos son peligrosos porque desvían recursos a inversiones en sectores sobrecalentados como el de los materiales de construcción, el inmobiliario o los recursos naturales», explica Li Jianjun, profesor de Finanzas de la Universidad Central de Pekín. Además, inundan el mercado con 'dinero caliente' que «dificulta el control de la política monetaria».

Pero Li pone en el otro lado de la balanza que «ayudan a la financiación del sector privado». Un oxígeno que explica la permisividad en lugares como Wenzhou, cuna de emprendedores y centro de un fenómeno tan vital para la economía que el banco central monitoriza las tasas de interés
del mercado 'negro'. «Algunos de estos bancos clandestinos podrían conducirse en el futuro de forma legal», explica Li, «el Gobierno sabe que los problemas financieros no se resuelven simplemente prohibiendo estas entidades».

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