El pastor y el camello
Cuando el corazón señala una dirección, nada, ni el peso de todas las estrellas, puede borrar ese camino.
El joven pastor Mahmad vivía con un sueño: expresar físicamente su amor por un camello (uno en concreto, que nadie piense que era un follacamellos). Pero no se atrevía a manifestar su deseo en público, a pesar de lo mucho que le amaba, ya que su sociedad era muy tradicional y practicar coito con criaturas con joroba estaba muy mal visto (razón por la cual el más rico de la aldea era Ahmed, el de la ortopedia).
Por culpa de este amor secreto y prisionero, el joven pastor fue acumulando estrés, tanto que a veces se arrancaba mechones de pelo y se los comía. Aquello no se convirtió en un auténtico problema hasta que se le acabaron los pelos de la cabeza y empezó con los de la cabeza de otra gente.
De modo que una noche el joven pastor acudió al viejo sabio de la aldea, que regentaba asimismo un club de putas (porque la sabiduría no le daba para mantener su tren de vida). El joven pastor le contó su trastorno, su amor hacia un camello en concreto y su ansia por manifestar este sentimiento de manera física. El sabio escuchó atentamente. Luego, apuró su pipa de crack, y se pronunció con la sabiduría que tanta fama le había dado en la comarca:
-A veces, joven pastor, las estrellas se alinean con el corazón y nos colman el espíritu de deseos en apariencia irrealizables. Pero lo cierto es que no hay deseo irrealizable. El corazón es una brújula que marca la dirección de la felicidad. Sigue el camino que te trace y allí hallarás a un hombre esperándote.
-Pero yo no busco a un hombre, yo busco a un camello -dijo el joven pastor. A lo que el sabio replicó:
-Ese hombre, joven pastor, serás tú mismo. Y por favor, deja de comerte mi pelo.
Al salir del "Club del Sabio, mamadas y consejos", el joven pastor comprendía por fin que cualquier cosa es posible si uno la desea sinceramente.
Así que se dejó guiar por su corazón, y el corazón le llevó hasta el camello a quien tanto amaba, que en ese momento pululaba por el desierto nocturno, ajeno a los ojos que, con tanto amor, le observaban. El joven pastor se acercó al camello, extrajo su pene con suavidad y empezó a penetrar al animal por el sentimental orificio de la parte trasera. Y el camello, que desconocía que todas las cosas, grandes y pequeñas, están interrelacionadas, asestó una salvaje coz al joven pastor rompiéndole la espina dorsal por dos sitios diferentes.
El joven pastor agonizó tumbado boca arriba en la arena, mientras un fluido negruzco manaba por su nariz y sus orejas. Era, sin duda, el flujo de la felicidad. Y allí, en mitad del desierto, mientras contemplaba las estrellas sobre su cabeza, el joven pastor comprendió que la voluntad puede vencer cualquier obstáculo siempre y cuando drogues antes al camello.
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