Fijando el precio del oro
(Leído en un artículo de Borja Robert del 5 de septiembre en el ABC al que hacía referencia Periodista Digital)
Cinco personas fijan, dos veces al día, el precio del oro en un ritual nacido en 1919. Sólo dan una referencia para el mercado de lingotes londinense, pero la cifra marca un patrón que afecta a las operaciones de todos los mercados de metales preciosos del mundo.
Es el 'gold fixing', una liturgia extravagante que se mantiene desde los meses posteriores a la conclusión de la Primera Guerra Mundial.
Las reuniones, que se celebran a las 10:30 de la mañana y las tres de la tarde hora de Londres, fueron presenciales hasta 2004, año en que la familia Rothschild -en cuyas oficinas se celebraban- se retiró del negocio. Ahora son por teléfono, pero los representantes de los cinco
grandes bancos implicados aún determinan la cifra de referencia a la antigua usanza, proponiendo valoraciones hasta lograr un equilibrio entre la oferta y la demanda. Y sólo cuando compradores y vendedores están satisfechos se considera concluida la ceremonia.
Durante el mes de abril, en operaciones 'over the counter' (fuera de los mercados financieros organizados), en Londres se negociaron, de media, 22 millones de onzas de oro diarias; 700 toneladas, 33.000 millones de euros en precios actuales. Cada cuatro días cambia de manos la misma cantidad de metal que el conjunto de su industria minera es capaz de extraer en un año. Las compraventas se realizan con lingotes de 24 quilates (oro puro) y en torno a las 400 onzas de peso, bajo el estándar de calidad conocido como 'Good Delivery' que establece la London Bullion
Market Association (LBMA). En la mayoría de ocasiones, el oro intercambiado ni siquiera se mueve de sus valijas, situadas en las cajas fuertes de los principales bancos de las grandes capitales financieras del mundo.
El primer 'gold fixing' se celebró en abril de 1919 y marcó un valor para la onza de oro que hoy, corregida la inflación, no llegaría a los 10 dólares. El 23 de agosto pasado rozó los 1.900 dólares la pieza y marcó su enésimo récord histórico. Casi 2.000 dólares por un trozo de metal denso, dúctil y maleable de algo más de 31 gramos de peso. Más del doble que antes del comienzo de la crisis, siete veces lo que costaba hace una década. Un valor que los defensores de la inversión en oro
creen que todavía tiene recorrido al alza por las grandes dificultades por las que pasan las economías nacionales de medio mundo. Otros analistas se preguntan, cada vez con más insistencia, si puede estar gestándose una burbuja en torno al metal precioso.
En las compraventas de metales preciosos participan los mismos actores que pueblan el resto de parqués financieros. Cuando la volatilidad se instala en los mercados de renta variable hay 'jugadores' que prefieren retirarse a posiciones más estables. El oro, se supone, se lleva la
palma. Inmune a los vaivenes de la inflación, eterno, difícil de falsificar, escaso, con auténtico valor en la economía real (para joyería, electrónica y procesos industriales) y sin depreciaciones
significativas desde que se le da uso financiero, tradicionalmente no ha habido un mejor refugio cuando los mercados han ido mal. La duda, ahora, es si esta estrategia es válida cueste lo que cueste la onza. Por el momento la demanda de oro de inversión no parece tener fin.
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