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viernes, diciembre 2

El milagro alemán: menos salario y mucho sacrificio

(Un artículo de R. Sánchez en El Mundo del 21 de noviembre de 2010; un año más tarde y seguimos en las mismas...)


Junto al lago Tiberiades, Jesús contaba al menos con cinco panes y dos peces. Alemania, por su parte, partía en 2009 de una recesión del 5% de su PIB, y según los pronósticos, acabará [acabó] 2010 con un crecimiento del 3,7% del PIB, lo que supone no solamente remontar, sino transladar un ritmo de crecimiento chino al centro de Europa: otro auténtico milagro.


Los datos siguen sorprendiendo a los analistas. [...] El secreto de este tremendo éxito de ventas es la competitividad, nunca exenta de sacrificio.


La fórmula no es muy compleja, pero difícil de improvisar, porque forma parte de una enraizada cultura económica. En 1948, cuando el general George Catlett Marshall era secretario de Estado del presidente Harry Truman y dio nombre al plan para apoyar con dólares la resurrección de la devastada Europa, llamó a Alemania para preguntarle a Konrad Adenauer cuántos millones quería para proveer de leche, huevos, legumbres y ropa a una población que sobrevivía a la posguerra en situación de indigencia. "Ni un solo céntimo", respondió Adenauer. "Para eso no queremos ni un céntimo. Ahora bien, para industrias, carreteras y plantas generadoras de electricidad, todo lo que nos quieran enviar. Préstamos blandos y no tan blandos. Todo será bienvenido".


En esta conversación telefónica quedaron establecidas las bases del milagro alemán, con crecimientos de la producción industrial del 25% en 1950 y del 18,1% en 1951: austeridad en el gasto, inversiones a largo plazo y pocas alegrías en las vacas gordas. Ese mismo modelo es el que ha sacado a Alemania de la última crisis.


Si nos fijamos bien, el milagro siempre estuvo ahí, aunque durante 20 años fue poco visible en las cifras macroeconómicas, debido a los incalculables costes de la reunificación. En 2003, para afrontar los retos competitivos de la economía globalizada, el gobierno de Gerhard Schroeder lanzó la Agenda 2010. Jubilación a los 67 años, flexibilización de la contratación y del despido, y recortes en los subsidios por desempleo, equiparados prácticamente a los de E.E.U.U. En definitiva, se reorientó el sistema de bienestar desde la obesidad hacia una puesta en forma que permitiese mantener el empleo.


Con Angela Merkel, Alemania siguió arando el surco de la moderación salarial y de la productividad, lo que aumentó su competitividad respecto a la media de la zona euro. Aproximadamente el 20% de los alemanes trabaja por salarios de menos de nueve euros por hora y el salario mínimo no está legislado. Los sueldos llevan cayendo desde 2004, cuando el salario neto por empleado era de 16.471€ anuales, hasta el año 2009, cuando quedó en 15.815€. Como consecuencia, el paro se ha reducido de cinco millones a menos de tres. Esto sólo es posible en una cultura protestante que valora el trabajo más que la riqueza. Fue Martín Lutero quien dijo que "la riqueza es el más mezquino y pequeño don que puede conceder Dios a un hombre".


Mientras en España los trabajadores aprovechaban la bonanza para endeudarse en la compra de viviendas, en Alemania los sindicatos pactaban contención en los salarios como inversión en empleo estable, y los trabajadores ahorraban, evitando la aparición de las pérfidas burbujas y alimentando el sector financiero. El consumo se ha mantenido muy bajo, el sector inmobiliario tiene aquí mucho menos peso y la salud financiera de las empresas, tanto en términos de rentabilidad como de endeudamiento y negociación colectiva, llevaba años de adelanto.

Merkel ha conseguido además un cóctel en el que alcanzan un perfecto equilibrio los rigores presupuestarios y las medidas de estímulo anticrisis. Es cierto que ha recibido una ayudita inesperada del cambio entre el dólar y el euro, un efecto que ha hecho más competitivas las exportaciones alemanas, aunque no hay que olvidar que el 40% de las mismas van a parar a países de la UE, por lo que el efecto del euro bajo es limitado.

Uno de sus grandes aciertos ha sido dotar a las empresas de claúsulas de escape en los convenios que permiten ajustar la jornada y los salarios a la caída de la demanda. De este modo, las horas extraordinarias por trabajador se han reducido significativamente en 2009, al igual que la duración de la jornada, con lo que ha salvado millón y medio de puestos de trabajo, y esto, más que un milagro, parece magia.

[...] el verdadero milagro que está sucediendo hoy en Alemania, a la vista de todos, es la determinación en las políticas de consolidación presupuestaria. A pesar de que ha dejado atrás la crisis, crece a un sano 3,7% anual, mantiene el paro en el 6,7%, que en más de la mitad de su territorio supone pleno empleo, y, con el segundo superávit comercial del mundo, el Gobierno de Berlín no se apea de su plan para recortar 80.000 millones del gasto público hasta 2014 con el objetivo de reconducir el déficit.

Sólo en 2011 gastará 11.100 millones menos que en 2010. No hablamos solamente de la eliminación de 10.000 funcionarios y la reducción de un 2,5% del sueldo de los restantes. También afrontará un drástico ahorro en ayudas sociales: 500 millones menos al año para políticas de natalidad, 2.000 millones menos al año para protección por desempleo y reducción de subvenciones al alquiler.

El coste electoral de esta política es elevado, pero el Gobierno está convencido de que con ella se está gestando el milagro alemán del que hablarán los titulares de los periódicos de la próxima década. Como la propia Angela Merkel ha recordado: "lo que llaman milagro no existe; existen los alemanes que madrugan cada mañana, trabajan duro, y afrontan sus responsabilidades".

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