La incubación, por dentro
(Un artículo de Fernando
González-Sitges en el XLSemanal del 28 de agosto de 2011)
Tendemos a pensar que su
vida empieza a salir del huevo, pero las aves marcan las pautas de su
supervivencia cuando aún están siendo incubadas.
Bajo la cáscara protectora,
el futuro pollo se desarrolla ayudado por el calor de la incubación de sus
progenitores, que durante días han de mover su puesta de manera que el embrión
quede en la parte superior del huevo. Entre esta y la inferior puede haber una
diferencia de casi 28 ºC, y si el embrión quedara en la parte de abajo, moriría
de frío. Día a día, el futuro pollo va desarrollándose y su metabolismo comienza
a generar así su propio calor. Entonces llegan nuevos problemas.
Las aves hacen la puesta
en un intervalo variable de días. Cabría esperar que los pollos nacieran según
fueron puestos sus huevos. Pero esto, entre las aves que ponen en el suelo,
cuyos nidos están más expuestos a los predadores, supondría un grave peligro
para los más pequeños: los pollos que nacieran antes serían más fuertes, y sus
probabilidades de sobrevivir a un enemigo, mayores. ¿Cómo solucionar esta desigualdad?
Sincronizando los nacimientos.
Así, dos días antes de
nacer, los pollos se comunican con el exterior desde dentro del huevo con
diferentes tipos de mensajes acústicos. El primero, dirigido a su madre,
significa: «Estoy incómodo». La madre sabe que, si no mueve el huevo, el
embrión puede pegarse a la cáscara y morir. De esta forma, en cuanto recibe el
mensaje, la madre mueve rápidamente la puesta hasta dejar de oír las quejas de
sus futuros hijos.
El segundo mensaje lo
inicia la madre con el cloqueo que hemos oído tantas veces a las gallinas que incuban.
Al escucharlo, el pollo se tranquiliza y le responde con otros sonidos
traducibles como: «¿Sigues ahí?». Un tercer tipo de mensajes, poco antes de la
eclosión, es el que hace que los pollos reconozcan a sus madres al salir del
huevo. La madre les deja identificar su voz, y los hijos, desde dentro, la
fijan en su impronta.
Nada más salir del
cascarón, los pollos se guían por estos sonidos y reconocerán como madre a
quien los emita. Dos científicos comprobaron esta teoría al incubar por
separado dos docenas de huevos. El primer experto silbó cada día una misma melodía
a su docena; su compañero, una melodía diferente a sus huevos. Al salir, cada carnada
de pollos tomó como su verdadera madre al científico que había escuchado
durante la incubación.
El penúltimo mensaje («preparados
para nacer») es una llamada entre hermanos que acelera el metabolismo de los
más retrasados, de modo que todos sincronizan el 'parto' y alcanzan el mismo desarrollo.
Por último, los pollos lanzan un aviso final a sus madres: «¡Nacemos!», que las
prepara para desarrollar su instinto maternal y aceptar ocuparse de unos
revoltosos y exigentes polluelos. […] entender por qué los polluelos recién
nacidos son mayores que los huevos: el plumón se hincha una vez seco y los hace
parecer más grandes. […]
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