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sábado, octubre 5

La incubación, por dentro



(Un artículo de Fernando González-Sitges en el XLSemanal del 28 de agosto de 2011)

Tendemos a pensar que su vida empieza a salir del huevo, pero las aves marcan las pautas de su supervivencia cuando aún están siendo incubadas.

Bajo la cáscara protectora, el futuro pollo se desarrolla ayudado por el calor de la incubación de sus progenitores, que durante días han de mover su puesta de manera que el embrión quede en la parte superior del huevo. Entre esta y la inferior puede haber una diferencia de casi 28 ºC, y si el embrión quedara en la parte de abajo, moriría de frío. Día a día, el futuro pollo va desarrollándose y su metabolismo comienza a generar así su propio calor. Entonces llegan nuevos problemas.

Las aves hacen la puesta en un intervalo variable de días. Cabría esperar que los pollos nacieran según fueron puestos sus huevos. Pero esto, entre las aves que ponen en el suelo, cuyos nidos están más expuestos a los predadores, supondría un grave peligro para los más pequeños: los pollos que nacieran antes serían más fuertes, y sus probabilidades de sobrevivir a un enemigo, mayores. ¿Cómo solucionar esta desigualdad? Sincronizando los nacimientos.

Así, dos días antes de nacer, los pollos se comunican con el exterior desde dentro del huevo con diferentes tipos de mensajes acústicos. El primero, dirigido a su madre, significa: «Estoy incómodo». La madre sabe que, si no mueve el huevo, el embrión puede pegarse a la cáscara y morir. De esta forma, en cuanto recibe el mensaje, la madre mueve rápidamente la puesta hasta dejar de oír las quejas de sus futuros hijos.

El segundo mensaje lo inicia la madre con el cloqueo que hemos oído tantas veces a las gallinas que incuban. Al escucharlo, el pollo se tranquiliza y le responde con otros sonidos traducibles como: «¿Sigues ahí?». Un tercer tipo de mensajes, poco antes de la eclosión, es el que hace que los pollos reconozcan a sus madres al salir del huevo. La madre les deja identificar su voz, y los hijos, desde dentro, la fijan en su impronta.

Nada más salir del cascarón, los pollos se guían por estos sonidos y reconocerán como madre a quien los emita. Dos científicos comprobaron esta teoría al incubar por separado dos docenas de huevos. El primer experto silbó cada día una misma melodía a su docena; su compañero, una melodía diferente a sus huevos. Al salir, cada carnada de pollos tomó como su verdadera madre al científico que había escuchado durante la incubación.

El penúltimo mensaje («preparados para nacer») es una llamada entre hermanos que acelera el metabolismo de los más retrasados, de modo que todos sincronizan el 'parto' y alcanzan el mismo desarrollo. Por último, los pollos lanzan un aviso final a sus madres: «¡Nacemos!», que las prepara para desarrollar su instinto maternal y aceptar ocuparse de unos revoltosos y exigentes polluelos. […] entender por qué los polluelos recién nacidos son mayores que los huevos: el plumón se hincha una vez seco y los hace parecer más grandes. […]