Hombres de Caravaggio
(Un texto de Vicente Molina Foix en la revista Tiempo del 1
de julio de 2016)
Muchos hombres fueron detrás de Caravaggio a lo largo del
siglo XVII, aunque también le siguió una mujer, una gran pintora, Artemisia
Gentileschi, hija de otro excelente artista, Orazio, que tuvo el privilegio de
tratar de cerca en Roma al maestro, trasmitiéndole a Artemisia las enseñanzas
del dramático frenesí y el naturalismo descarnado que son la marca del nacido
como Michelangelo Merisi, y llamado, por el pueblo de origen de sus padres,
Caravaggio.
Muchos hombres fueron
detrás de Caravaggio a lo largo del siglo XVII, aunque también le siguió
una mujer, una gran pintora, Artemisia Gentileschi, hija de otro
excelente artista, Orazio, que tuvo el privilegio de tratar de cerca en
Roma al maestro, trasmitiéndole a Artemisia las enseñanzas del dramático
frenesí y el naturalismo descarnado que son la marca del nacido como Michelangelo
Merisi, y llamado, por el pueblo de origen de sus padres, Caravaggio. Ni
Orazio ni Artemisia figuran, naturalmente, en la deslumbrante, imprescindible
exposición del museo Thyssen-Bornemisza de Madrid (abierta hasta el 18 de
septiembre), porque su comisario ha tenido la buena idea de agrupar, al lado de
una magnífica docena de telas de Caravaggio, a aquellos que se conoce en la
historia del arte como “caravaggistas del Norte”, procedentes en su
mayoría de Holanda (y muy concretamente de Utrecht), de Bélgica, Alemania y
Francia. Queda pues sin explorar en esta ocasión la rama Sur, en la que, junto
a los Gentileschi y otros notables pintores italianos encontraríamos a Georges
de La Tour, recientemente homenajeado en el Prado, y al valenciano Ribera,
sin duda el más genial de todos.
En las paredes del
Thyssen, que cuenta en su colección permanente con al menos cuatro de los
mejores cuadros ahora reunidos, asistimos al nacimiento de un ismo del siglo
XVII, después muy extendido y perdurable, hasta finales del XVIII (por ejemplo
en la obra del extraordinario pintor inglés Joseph Wright de Derby). La
parte esencial de estos pintores del Norte aquí seleccionados se concentra en
torno a los nombres de los artistas de Utrecht, Hendrick ter Brugghen, Dirck
van Baburen y sobre todo Gerhard von Honthorst, a quien en Italia,
donde residió, le llamaban “Gerardo delle Notti”, por su preferencia por las
sombrías iluminaciones nocturnas.
Quizá la obra más
fascinante de estos discípulos de Caravaggio sea la llamada Alegre compañía
con tañedor de laúd, que llega a Madrid desde la galería Uffizi de
Florencia. Se trata de un cuadro festivo e inquietante: un grupo de hombres y
mujeres jóvenes bebiendo, sonriendo y celebrando una fiesta, mientras que en el
extremo superior derecho del lienzo, una ceremonia difícil de descifrar, con un
hombre que se deja meter un alimento en la boca ante la risa de una anciana
pícara; las interpretaciones que se le dan varían, aunque la más sensata apunta
a la representación de la gula en un contexto de placeres.
Destaca también por su
calidad pictórica otro cuadro del contingente holandés, Esaú vendiendo su
primogenitura, obra de Ter Brugghen con una originalísima colocación de
miradas y luces indirectas. Sin olvidar, en este conglomerado de europeos
unidos por Caravaggio, a dos magníficos franceses, Nicolas Régnier,
autor de un doble autorretrato muy llamativo, y Valentin de Boulogne y
su David con la cabeza de Goliat, en el que este pintor nacido en
Coulommiers y establecido hasta su muerte en Roma, da a un tema muy del maestro
un sesgo psicológico propio en la figura de David, que parece un héroe
romántico o, si lo miramos con ojos de hoy, un rebelde indignado a pecho
descubierto.
Etiquetas: Pintura y otras bellas artes
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