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jueves, septiembre 7

Oro potable para curar al elefante del papa



(Un texto de Miguel Barral en el suplemento Tercer Milenio del Heraldo de Aragón del 14 de marzo de 2017) 
Esta es la triste y verídica historia de Annone, el blanco elefante asiático del papa León X, que vivió y murió (y fue enterrado) en los jardines del Vaticano a consecuencia de la fiebre (y) del oro que a finales del Medievo y principios del Renacimiento afectó a la medicina bajo la decisiva influencia de Paracelso. 

Cuando en 1513 Giovanni Lorenzo de Medici fue elegido como nuevo Papa, bajo el nombre de León X, el rey Manuel I de Portugal entendió que aquella era la ocasión de ganarse el favor papal y su apoyo para la causa lusitana, que pasaba por garantizar sus planes expansionistas por Oriente, y en concreto su acceso a las Molucas, las preciadas Islas de las Especias. Tanto ante sus vecinos españoles, que asimismo aspiraban al mismo objetivo, como ante los mercaderes egipcios que dominaban las rutas comerciales terrestres asiáticas.

Para alcanzar su propósito, y sabedor de que Lorenzo de Medici era una persona cultivada, interesada y curiosa por los nuevos descubrimientos, el monarca portugués decidió agasajarle con las más increíbles criaturas que sus exploradores habían traído de África y Asia. De este modo, le colmó con guepardos, mandriles, leopardos, loros parlantes, caballos persas… Y, en 1514, le envió a Annone, un extraordinario elefante asiático blanco que el monarca de la lejana Cochin le había regalado a Manuel I.

UN ELEFANTE DESFILA POR ROMA

Su entrada en Roma fue apoteósica, como correspondía al primer elefante que desfilaba por allí desde tiempos del Imperio Romano. Engalanado con suntuosos ropajes y exquisitas joyas, atravesó la ciudad hasta llegar al castillo de Sant Angelo, desde el que el Papa presenciaba el espectáculo. Y Annone, tras arrodillarse ante el pontífice y barritar por tres veces, llenó su trompa con agua de una fuente cercana y regó a León X y su séquito, para deleite del primero, que de inmediato lo adoptó como su mascota favorita y le concedió un alojamiento de honor en sus cuadras de Belvedere.

Dos años después, en 1516, Annone enfermaba. Fue examinado por los médicos personales del Papa, que diagnosticaron un severo episodio de estreñimiento y lo trataron con lavativas y supositorios de oro. Un exclusivo tratamiento que para entonces comenzaba a ponerse en boga bajo la influencia de autoridades como Arnald de Villanova, Ramón Llull y, principalmente, el joven Paracelso.

¿ORO TERAPÉUTICO?

En realidad, el empleo del oro como cura o elemento terapéutico viene de la más remota antigüedad. Pero durante mucho tiempo consistió en amuletos y joyas elaboradas con el precioso metal y que 'irradiaban' sus benéficos efectos (lo cual, tampoco es tan descabellado dado que el oro tiene isótopos radiactivos; y en concreto el oro-198 se aplica actualmente en medicina en virtud de ello).

A partir de la Edad Media, el tratamiento evolucionó, adoptando la forma de brebajes que supuestamente contenían oro disuelto, obtenidos por filtración o destilación de bebidas alcohólicas en las que previamente se había sumergido una pieza de oro calentada. Supuestamente, claro, salvo que demos pábulo a las homeopáticas ideas de la memoria de forma, pues el oro, que es uno de los metales más inertes, no se disuelve en alcohol.

Sin embargo, en el siglo XIV, con la publicación del tratado 'Summa Perfectionis Magisterii', atribuido al alquimista islámico Jabir ibn Hayán, o Geber se difundía el secreto para la obtención de ácidos minerales concentrados, como el clorhídrico y el nítrico. Y a partir de ambos, la mezcla conocida como 'aqua regia', que sí disuelve el oro. Se abría por tanto la era de los verdaderos tratamientos con 'aurum potabile'. Al sumergir y calentar el metal en aqua regia, aquel se disuelve y, al evaporar el ácido, se obtiene un polvo, concretamente una sal, cloruro de oro (Au Cl3), que sí puede ser ingerida o introducida en el cuerpo. Bien disuelta o en suspensión en algún líquido, a modo de elixir; bien como lavativa; o bien preparando con ella comprimidos y supositorios.

Pero este es un remedio que resulta ser peor que la enfermedad, dado que el cloruro de oro es un compuesto muy corrosivo y que, por tanto, daña los órganos internos. Como no podía ser de otra forma, Annone no solo no mejoró con la terapia, sino que empeoró a ojos vista hasta fallecer, para enorme pena de León X, quien ordenó enterrarlo en los jardines de Belvedere en los que había pasado sus últimos años.

EL REPARTO

A la postre, la táctica de colmar al Papa de regalos dio al Rey portugués los frutos deseados, con la concesión de la bula papal 'Praecelsae Devotionis', que concedía a Portugal el control de todas las tierras descubiertas navegando hacia Oriente. Esto hacía buena la tesis lusa de que la línea de demarcación establecida en el Tratado de Tordesillas y que dividía el mundo en dos partes, Oriente para Portugal y Occidente para España, se restringía solo al océano Atlántico y no continuaba al otro lado del globo, por el Pacífico, tal y como sostenían los españoles; lo que supondría que las ansiadas Molucas caían dentro de su ámbito de influencia. Pero esa es otra historia...

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