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lunes, abril 9

Las carreras más duras del mundo

(Al menos según un artículo de Fernando Goitia en el XLSemanal del 30 de octubre de 2016)

La adrenalina, la victoria y, sobre todo, la libertad. Estas son las tres recompensas para los atletas de un ‘trail running’. Desiertos, montañas, caminos rocosos… desafíos mayúsculos en los que alguno se ha dejado la vida. El fotógrafo Ian Corless rinde ahora homenaje en un libro a estas “running extrem”.

España (Canarias): un paseo por las nubes

La isla canaria de La Palma es el escenario perfecto para una de estas ultramaratones. Allí se celebra, desde 2009, Transvulcania, una de las más espectaculares del Campeonato del Mundo de Carreras de Montaña.

Pese a contar con uno de los recorridos más cortos del calendario -74,6 kilómetros-, la prueba es un auténtico ‘rompepiernas’, con ascensión incluida al temido Roque de los Muchachos, a 2436 metros de altura, y un polo de atracción para los grandes de este deporte.

«Es imposible describir la belleza de esta ruta -detalla la atleta británica Marina Ranger, que lleva tres años corriendo pruebas de este tipo para recaudar fondos para una ONG, Hope and Homes for Children-. Compensa el dolor que sientes y, a veces, hasta te anestesia. Correr sobre las nubes y alrededor del cráter de un volcán extinto es algo inolvidable». La carrera, sin embargo, no se acaba ahí arriba. El descenso, escarpado y muy técnico, pondrá todavía a prueba los castigados pies de los atletas.

Estados Unidos: corriendo con lobos

Los ultrarunners saben que su pasión los une de un modo muy especial. Pues bien, la Superior 100, «la carrera más accidentada, implacable y remota de EE.UU.», como la define su promotor, John Storkamp, es para ellos como la Navidad: el acontecimiento anual en el que se reencuentran.

En esta carrera, que se hace en un día -Jake Hegge posee el récord en 19 horas y 30 minutos-, los participantes atraviesan la cadena montañosa paralela al Superior, el mayor lago de agua dulce del planeta. Un total de 100 millas (161 kilómetros) de retorcidos caminos, subiendo y bajando montañas entre vistas espectaculares.

Al caer la noche, los aullidos de los lobos resuenan en los bosques del norte de Minnesota. Es un momento místico para los corredores.

Inglaterra: por la espalda del dragón

La Dragon’s Back es una carrera de leyenda que genera un respeto reverencial entre la tribu runner. Todo empezó en 1992, año de una primera edición tan dura y extenuante que nadie quiso repetir.

Dos décadas después, sin embargo, el auge del ultrarunning llevó al británico Shane Only, experto corredor de montaña, a recuperar una prueba de más de 300 kilómetros entre riscos tortuosos.

Cinco días corriendo entre la bruma o bajo la lluvia y orientándote a la antigua usanza: con brújula y mapa, nada de GPS. Afrontar semejantes dificultades no es un reto cualquiera. De ahí que se apliquen criterios de selección muy estrictos. En 2015, de 300 candidatos, solo fueron aceptados 144; reducidos a 128 el día de la salida. La mitad de los participantes, de hecho, no alcanzan la meta. «Es imposible explicar el reto mental y físico que supone -cuenta Mike Evans, un veterano corredor-. Es, además, algo espiritual; sin Internet y sin duchas, lejos del mundo».

Sudáfrica: perderse en la luna

Una carrera por el desierto más antiguo del mundo. El Parque de Richtersveld -en Namibia y Sudáfrica- acoge la Richtersveld Transfrontier Wildrun.

Una carrera de cinco días y 200 kilómetros entre manantiales de azufre, yacimientos arqueológicos, milenarias formaciones rocosas, tribus nómadas e imprevisibles condiciones meteorológicas.

Marruecos: al infierno en zapatillas

«Si no respetas el calor y la dureza del desierto, enseguida tendrás problemas». Lo dice la sueca Elisabet Barnes, campeona en 2015 de «la madre de todas las ultramaratones». Lo dicen todos los que han participado en ella, la Marathon des Sables -257 kilómetros de correrías por el Sáhara- es algo especial.

Su historia se remonta a 1984, cuando Patrick Bauer, un promotor musical francés, recorrió a pie 350 kilómetros por el desierto en 12 días.

Un año después organizó la primera edición, a la que se apuntaron 23 corredores. Hoy la disputan cada año 800 personas en seis etapas, en las que cada atleta debe llevar su comida -2000 kilocalorías por día-, un saco de dormir o un kit para mordeduras de serpiente.

Tormentas de arena, temperaturas superiores a 40 ºC… la lista de dificultades es extensa. Tantas que, en 1994, el italiano Mauro Prosperi, perdido en medio de un simún, apareció en Argelia, rescatado por una tribu de nómadas, nueve días más tarde. La peor parte, sin embargo, se la llevó el francés Bernard Jule, fulminado por un ataque al corazón en plena travesía en 2007.

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